Exposiciones

En la biblioteca de Alejandría

11 julio, 1999 02:00

Galería Estampa. Justiniano, 6. Madrid. Hasta el 30 de julio. 25.000 pesetas cada ejemplar

Como un remanso, como una gratificante suspensión en medio de la corriente atropellada de exposiciones incontables del fatigoso festival PHotoEspaña 99 que tiene colapsado el circuito de exposiciones de Madrid en esta recta final de temporada, uno se encuentra con el silencio y la paz de esta muestra sencilla y esforzada, tan bella, tan rica y tan diversa en sus contenidos, presentando tres nuevos "libros de artista" de la colección La Biblioteca de Alejandría, que produce la galería Estampa bajo la ciudadosa dirección de Manuel Cuevas. El proyecto se inició en 1994 y ahora alcanza los dieciséis "títulos", conservando la frescura e incrementando el interés de su propósito inicial. En efecto, esta Biblioteca se puso en marcha como producción de libros ilustrados con estampas originales, y se está convirtiendo en ilusionada empresa que promueve y comercializa ese género de difícil precisión que llamamos "libro de artista", el cual arranca de principios de siglo, cuando el movimiento dadá incitó a poetas y artistas a experimentar sobre la página y el formato de libro concebidos como "espacio artístico". Sobre aquella idea germinal, sobre este nuevo criterio de que el libro puede ser tanto -o más- una obra visual como un texto escrito, se sucedieron muchos proyectos constructivistas, futuristas y surrealistas.
Concebir el libro como espacio plástico, como soporte material y formal de imágenes artísticas, entraña las ventajas de que la obra de arte pueda escapar de los ámbitos habituales de circulación elitista, integrándose en los dominios mucho más abiertos del arte múltiple, o sea, el arte que es capaz de ser producido en forma de "originales en serie", desarrollando su vocación de llegar a ser "un arte democrático" -según lo ha llamado Konrad Farner-, sin por ello tener que industrializarse o convertirse en un subproducto de la cultura de élite. En esa línea deslizante entre arte multiplicado y libro de artista se viene desarrollando la labor de La Biblioteca de Alejandría, como manifiestan sus tres producciones de 1999: "Fragmentos de amor", libro de collages de Sara Huete, "Manos", libro de fotografías de María José Gómez Redondo; y "Protocolo de actividades íntimas", libro de cartulinas recortadas de Akiko Kudo. Su formato librario y su referencia iconográfica insistente sobre el cuerpo humano son las dos únicas notas que comparten los tres proyectos.
Los nueve collages de Sara Huete que integran "Fragmentos de amor" (aludiendo el título a otros tantos fragmentos de poemas de autores contemporáneos que se recogen) admiten una doble lectura: la literal o de ilustración -bastante libre y creativa- de los textos de su referencia, y una segunda, autónoma sobre el juego de diferencias que la pasión amorosa establece entre los cuerpos masculino y femenino. Así, por ejemplo, lo que en la mujer es "desnudo" se convierte en "atuendo" en el hombre; o lo que en ella es proyecto (idea de un viaje), en él se torna en acto (el barco que surca el mar); o lo que en ella es recipiente pasivo y abierto (vaso), en él se significa en forma activa y erecta (botella). Sólo el corazón comparten... El interés de estas imágenes está en el hecho de que en ellas se produce ese prodigio que Julio Cortázar llama "alianzas fulminantes de tiempos y estados y materias que la seriedad, esa señora demasiado escuchada, considera inconciliables".
El texto épico y terso -genesíaco- de "Eupalinos el arquitecto", de Paul Valery, sirve de apoyo -bastante remoto- a las imágenes de "Manos" y brazos femeninos del libro de Gómez Redondo. Se establece un juego entre elementos corporales y vegetales, estampados a su vez sobre blancas cintas textiles, de interpretación ambigua, que parece aludir a símbolos de lo originario. A su vez, Akiko Kudo en su "Protocolo de actividades íntimas" presenta un curioso y muy sutil trabajo en cartulinas negras recortadas, configurando con el recorte dibujos perfilados sobre una figuración erótica, paisajística y arquitectónica. Los resultados de este sistema de "dibujar recortando" recuerdan unas veces la decadente magnificencia decorativa de Beardsley (en las escenas eróticas), y en otras ocasiones (en los paisajes de montaña) las imágenes exquisitas de las estampas japonesas. Es curioso comprobar cómo estas técnicas del "recortable" se están haciendo presentes en la práctica de algunos de nuestros artistas jóvenes.