Image: Puntos de sutura

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Arquitectura

Puntos de sutura

MAAT / Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología

16 septiembre, 2016 02:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Vista del MAAT, Lisboa

Diseñado por la británica Amanda Levete en la orilla lisboeta del Tajo, la ampliación del MAAT, el Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología, se prepara para abrir sus puertas en los próximos meses bajo la dirección de Pedro Gadanho.

Advertir los hilos invisibles que cosen la trama de las ciudades permite su lectura a distintos niveles. Puede empezarse, literalmente, por el suelo: en la Praça do Comércio de Lisboa, la tapa de una arqueta muestra la inscripción "EDP". Las siglas corresponden a Energias de Portugal, una compañía-oxímoron, tan discreta como ubicua. Una vez se repara en su logo, es imposible dejar de verlo: se encuentra en eventos culturales, en su nueva sede de la Avenida 24 de Julho y, siguiendo el curso del Tajo, en la ampliación del MAAT (Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología), que arrancará sus actividades a partir del próximo 5 de octubre para sumarse progresivamente al conjunto de piezas culturales del área de Belem. La pieza, una ola anádroma diseñada por la británica Amanda Levete (Bridgend, 1955), viene a completar el volumen fabril de la antigua central energética, antes Museo de la Electricidad y hoy sede de esta institución de nuevo cuño.

"No se abre un museo de arquitectura todos los días y era una forma interesante y conveniente de regresar a Europa" explica ilusionado Pedro Gadanho, su director. Hasta marzo del presente curso, Gadanho ocupaba el cargo de Comisario de Arquitectura Contemporánea en el MoMA de Nueva York. Tras esta experiencia, parece importar a Lisboa su interés por las conexiones entre arte y arquitectura contemporáneos "desde un punto de vista experimental y especulativo".

El nuevo volumen construido del MAAT albergará proyectos

El nuevo proyecto museográfico se aloja en dos edificios independientes, lo que obliga a sus responsables a hablar de "campus". La imposibilidad de contacto físico entre preexistencias y ampliación y entre los propios edificios y la urbe, no sólo obliga a ajustar la semántica, sino que conforma también el proyecto de Levete. El MAAT responde a la disrupción mediante continuidad formal: la sinuosa topografía que crece junto al cauce expresa su pertenencia al ámbito de la ribera. Esa orilla, en la que se emplaza el museo, queda separada del casco urbano de Belem por dos vías de tráfico rodado y una línea ferroviaria. El acceso sólo es posible, por tanto, mediante pasos elevados. En respuesta a esta situación de aislamiento, la obra hace de su cubierta un espacio de tránsito que engarzará en los próximos meses ciudad y río mediante el trazado de una pasarela.

La otra desconexión, la edilicia, es fruto de la memoria del lugar: "Museos en antiguos equipamientos industriales hay bastantes -relata Gadanho-, pero creo que éste es el único que no ha sido vaciado de maquinaria". Tampoco de uso, por lo que parece. De la antigua central eléctrica sobrevive un pequeño centro de transformación que aún surte al Palacio de Belem, residencia del Presidente de la República. La necesidad de preservarlo y su ubicación -en medio de la parcela- eliminan cualquier posibilidad de conexión entre la remozada edificación industrial y la ampliación, algo que el MAAT pretende subsanar mediante su mímica ondulante, que subraya la condición subordinada del nuevo proyecto.

Proyecto de ampliación del MAAT

Esta segregación afecta, también, a la estrategia curatorial del conjunto. Mientras que la antigua central se ha limitado a pequeños retoques, con el fin de habilitar un espacio expositivo convencional y destinado a acoger muestras itinerantes -bajo acuerdo con otras instituciones-, el nuevo volumen construido -esa colina junto al Tajo- albergará los proyectos ad hoc que desarrolle el propio museo.

Amanda Levete exhibe en su currículo la participación en una de las firmas más heterodoxas de la arquitectura contemporánea: Future Systems. Desde su incorporación a finales de la década de 1980 hasta su disolución en 2008, el despacho se asentó, pese a lo exiguo de su obra, como heterodoxo punto intermedio entre la retórica del high tech y la brillantez amnésica del Pop. Sin embargo, la nueva aventura de Levete, AL_A (Amanda Levete Architects), resulta ser bastante más pragmática, y es difícil distinguir su producción entre la hornada de arquitectos paramétricos que pueblan la arquitectura británica del nuevo milenio.

En cierto modo, el MAAT es un buen representante de esta homogeneidad. Los contradictorios requisitos de los que parte el edificio (conexión e independencia) explican en parte el nuevo volumen, pero la arquitectura debería ser algo más que la eficaz traslación construida de unas circulaciones o necesidades funcionales. Eso es lo que no parece entender el nuevo MAAT: quiere ser delicado y urbano, topográfico y edilicio, digital y vernáculo, discreto e icónico y todo a la vez, pero hay algo en su diseño que resulta paradójicamente impersonal, inexpresivo como un retrato robot. Suele ocurrir con este tipo de arquitectura: la exactitud maquinal de su diseño sirve para definir su cerramiento cerámico al milímetro o fundir el edificio con el terreno, pero sólo parece comprender el lugar a partir de unidades genéricas. No se trata de cuestionar si esa estrategia es buena o mala en sí -aunque equivalga, de alguna manera, a pensar el proyecto como lo haríamos en el sexo si lo redujésemos a un mero balance de endorfinas-, sino de constatar la propia perplejidad frente al hecho de que soluciones pensadas para ser únicas acaben siendo, en el fondo, tan iguales.