Image: Acuerdos paneuropeos

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Arquitectura

Acuerdos paneuropeos

Elvira, Murado y Krahe proyectan una residencia de estudiantes en Noruega

20 abril, 2012 02:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Vista de la residencia de estudiantes Teknobyen en Trondheim (Noruega), de Mek Design

La reciente finalización de la residencia de estudiantes en Trondheim (Noruega) a cargo de un equipo español abre la oportunidad de reflexionar sobre algunos procesos de construcción de un espacio arquitectónico europeo.

"¿Qué han hecho los romanos por nosotros?", preguntaba John Cleese en La vida de Brian. En Europa se ha instalado cierto resquemor, como si se hubiera convertido en escenario de una farsa. Para afrontarlo, deberíamos escrutar sin dramatismos los méritos de los estamentos crecidos bajo el emblema comunitario. Ése es el caso de Europan, una federación europea de organismos gestores que convoca -cada 24 meses, y para arquitectos menores de 40 años- concursos en solares de todo el continente bajo un tema común de investigación urbana. Cientos de profesionales (más de 1.800 en la última edición, la undécima) remontan la corriente con la esperanza de que algunas de sus propuestas, si hay tiempo y suerte en cantidades abundantes, lleguen a buen término y puedan ser construidas.

Clara Murado, Juan Elvira y Enrique Krahe (MEK design) fueron premiados en la convocatoria de 2008, y aseguran que el apoyo de Europan fue valioso para mantener íntegra la capacidad propositiva del proyecto. Su propuesta, una residencia de estudiantes en Trondheim (Noruega), afirmaba ya desde su lema, MySpace, su intención de convertirse en algo más que en una construcción: el edificio proponía ser un condensador de actividad que incentivase las relaciones entre sus ocupantes como en una red social, de modo que cada habitación se asimilara a un perfil.

El espíritu integrador que impregnó esta iniciativa constituye hoy toda una declaración de paneuropeismo: el trabajo en tiempos de redes y movilidad -Krahe reside en Delft- debe salvar las distancias burocráticas y culturales para lograr su ejecución. En Trondheim, por ejemplo, el primer acercamiento topó con un cliente ajeno al jurado del concurso, un programa intensivo (que aumentó casi en un 50% el número de habitaciones previstas) y un presupuesto apretado. El equipo español tuvo, además, que maniobrar dentro de una estructura organizativa en la que, asociado a una firma local, corría el riesgo de convertirse en mero asesor estético. Si se escucha hablar a los arquitectos, más allá de las dificultades se infiere el aprendizaje constante de la negociación que ha ayudado a matizar las ideas iniciales. Las idas y venidas entre los distintos agentes (propiedad, arquitectos y constructora) han favorecido, por la vía del consenso, una hábil depuración del volumen de planos inclinados, y han determinado un acabado único en madera que dota de una sobriedad un tanto paradójica a las fachadas, dado el carácter casi lúdico del proyecto en sus imágenes y dibujos preliminares.

No sería justo dejar que el proceso domine sobre el resultado, capaz de defenderse por sí mismo. Probablemente, y sin pretenderlo, arquitectos y estudiantes han firmado un pequeño manifiesto construido a favor de la Europa común. La propuesta utiliza su indudable atractivo formal para reforzar los vínculos de la vida en grupo y vencer ciertas resistencias. De hecho, la cocina y el cuarto de estar -únicos y compartidos por todos los estudiantes, frente a la situación habitual de dispersarlos en pequeñas estancias- fueron objeto de fricción en una sociedad noruega acostumbrada a debatir sus exigencias en público. La necesidad del encuentro en estos recintos comunales hace pensar en órganos que legislan la vida en la residencia como en un pequeño estado federal. Puede que el espacio propio de MySpace (denominación abandonada por cuestiones de derechos) no esté tras las puertas de las habitaciones, sino en el lounge o las terrazas en los que, para bañarse en el sol septentrional o disfrutar de las vistas, es necesario afrontar la convivencia. El símil político alcanza, incluso, asuntos más insospechados: las habilidades sociales de este nuevo vecino han propiciado la frecuente presencia de curiosos alterando la privacidad de sus habitantes, lo que ha obligado a restringir su acceso público; quizá el paraíso no sea para todos.

Murado, Elvira y Krahe pertenecen a una generación, cercana a la cuarentena, para la que Europan ha supuesto la oportunidad temprana de exprimir sus potencialidades profesionales, cuando la decepción aún no ha hecho mella. El concurso se balancea (no sin cierto riesgo) entre el ejercicio intelectual puro y la circunspección administrativa, lo que ha provocado críticas sucesivas por el bajo porcentaje de obras construidas, las toneladas de trabajo invertidas por los participantes en cada edición o su carácter experimental. La experiencia de la Teknobyen Studentbolinger de Trondheim matiza esos argumentos y abre una vía de acuerdo: la vigencia de Europan pasa por reivindicarse como un foro relevante de debate con fuerte presencia social y, sobre todo, por promover una cierta idea de arquitectura europea. No deberíamos quitarle a ésta el ejercicio, aunque sea, como proclaman sus detractores, bicicleta estática.

Juan Elvira (Badajoz, 1970), Enrique Krahe (Madrid, 1970) y Clara Murado (Lugo, 1970) son arquitectos formados entre Madrid, Venecia, Nueva York y París. Su actividad profesional, premiada nacional e internacionalmente, se compatibiliza con la docencia, y una labor crítica y editorial iniciada con la revista Oeste. Otros de sus proyectos más recientes son la Casa entre encinas, en Badajoz, o un Teatro en Zafra. MEK design cuenta con oficinas en Madrid y Delft (Holanda).