Vista de la exposición de Cristina Mejías. Foto: Matadero Madrid / Fernando Tribiño

Vista de la exposición de Cristina Mejías. Foto: Matadero Madrid / Fernando Tribiño

Arte

Maravillosa y mágica, así es la instalación de Cristina Mejías en la antigua sala frigorífica del Matadero

La Nave 0 de Matadero se convierte en un río de acequias de más de ciento cincuenta metros de longitud donde la artista jerezana reinterpreta el patio andaluz.

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Maravilla. En la oscuridad, ante un complejo y precario andamiaje, entre el silencio y los goteos y saltos menores del discurrir del agua, a la entrada de este espacio –donde luego comprobamos que coincide con el meridiano de esta ingeniosa construcción–, apenas podemos vislumbrar todo lo que ofrece su recorrido y el alcance de la ambición de este último proyecto de Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986), con otra fantástica exposición individual celebrada este año en C3A de Córdoba y Premio El Ojo Crítico de RNE.

Cristina Mejías. Lengua en coro, cuenta

Nave 0 Matadero. Madrid. Comisaria: Soledad Gutiérrez. Hasta el 1 de febrero

De momento, nos quedamos con la humildad de los materiales, esos que encontramos en las acequias de riego en el entorno rural. A menudo, hechas con lo que se tiene a mano, restos de construcción, tubos de PVC y de hierro, cañas, corchos, tejas, cuerdas y toda suerte de hatillos.

Modos de hacer, tácticas o apaños, como los llamaba Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano que decía “sembrado de maravillas”, donde residen viejos saberes que resisten a los mandatos unívocos de las estructuras de poder.

Mejías nos traslada a ese entorno de aparente improvisación y condominio donde todavía surgen instantes de magia, poesía de andar por casa en el trato con el agua, ese elemento que nos constituye y germina lo que nos rodea y alimenta.

Quizás aludiendo y en respuesta a esas canalizaciones urbanas en las que, sea por desgaste, avería o desidia, perdemos tanta agua en nuestro país. Y en contraste a las grandes corporaciones que ya se han posicionado en la futura guerra del agua, con su privatización.

Vista de la instalación de Cristina Mejías. Foto: Matadero Madrid / Fernando Tribiño

Vista de la instalación de Cristina Mejías. Foto: Matadero Madrid / Fernando Tribiño

Pero hay mucho más. En el recorrido, un circuito cerrado de casi ciento cincuenta metros de longitud que es un portento ingenieril, descubrimos piezas de cerámica y de metal, artefactos de madera, resinas y móviles colgantes: preciosas vasijas y formas orgánicas blandas y recortadas de estaño, unas acumulan agua, otras ceden con el único peso de la gota.

Hay lenguas de pasarelas pintadas y manos, esa iconografía de Mejías tan propia y reivindicadora de lo artesanal en los procesos, desde que se diera a conocer con el vídeo Temps vécu en 2014 y refrendada en la grabación Knot the tongue. Grasp a Stream II, Premio ARCO Comunidad de Madrid 2022, donde se ve el agua fluyendo en cascada entre las manos.

Detalle de una de las piezas de Cristina Mejías. Foto: Matadero Madrid / Fernando Tribiño

Detalle de una de las piezas de Cristina Mejías. Foto: Matadero Madrid / Fernando Tribiño

Es llamativo que una artista tan joven tenga ya una firma icónica. Así como su facilidad para echar mano de familiares y amigos –aquí, imprescindibles la artista alfarera Raquel Eidem y su hermano ingeniero Juan– para contar esta Lengua en coro.

A su vez, de coherencia irreprochable con la institución y el espacio que la hospedan. Para esta intervención en la Nave 0 ha partido de las canaletas de desagüe de la antigua cámara de refrigeración.

Pero este proyecto es también de ida y vuelta, como el cante gaditano, cerrando el círculo, al tratarse de la última conclusión de su trabajo con el agua que inició en la residencia de intercambio de Matadero en Pico do Refúgio, en las Islas Azores.

En aquella primera instalación site-specific, Knot The Tongue, Grasp a Stream (Anuda la lengua, agarra un arroyo), el agua recorría el bosque a través de diferentes elementos escultóricos.