
Rubén Lorenzo y Mónica Gutiérrez, de Basurama, delante de las torres Hedjuk de la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, cubiertas con su intervención 'Plastic Biontes'. Foto: Manuel G. Vicente
Basurama, arte y arquitectura con residuos: "Queremos concienciar, no culpabilizar"
El colectivo interviene las torres de la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela para provocar una reflexión sobre nuestros procesos de producción, consumo y desecho de plásticos.
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Al igual que las torres de la catedral de Santiago de Compostela se elevan como emblema inequívoco de la milenaria historia de la ciudad, a pocos kilómetros de allí las torres Hejduk —que llevan el nombre del arquitecto estadounidense que las diseñó— destacan en la Ciudad de la Cultura como símbolo de la modernidad y del futuro.
Desde el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, estas dos estructuras aparecen recubiertas por objetos extraños: una de ellas, construida en cristal, está cubierta por un gran envoltorio de film transparente; la otra, por formas de plástico de distintos colores que parecen líquenes trepando por su pared de piedra.
Detrás de esta intervención, titulada Plastic biontes (“bionte” es sinónimo de ser vivo), está Basurama, colectivo de arte público y arquitectura especializado en el trabajo con residuos para reflexionar sobre nuestras dinámicas de producción, consumo y desecho. “Nos gusta posicionarnos en ese juego entre lo visible y lo invisible, entre lo natural y lo artificial. Queríamos que la gente se acerque a las torres y piense ‘¿esto qué es?’. Ese extrañamiento inicial nos parece muy importante para empezar a pensar”, señala a El Cultural Mónica Gutiérrez, miembro de Basurama.
El proyecto, financiado por la Xunta de Galicia, se enmarca dentro Gaiás en verde, una línea de acción de la Cidade da Cultura que mezcla arte y creatividad con el objetivo de generar conciencia medioambiental.
“Queremos visibilizar los residuos que producimos y enfrentarnos a ellos; concienciar, pero no desde un punto de vista culpabilizador, sino de un modo que nos interpele y nos ayude a repensar no solo los materiales, sino también los espacios", afirma Gutiérrez.

Basurama: 'Plastic biontes'. Cidade da Cultura, Santiago de Compostela. Foto: Manuel G. Vicente
"Lo más importante es cuestionar nuestros modos de consumo para imaginar un futuro mejor. Nos gustaría que nuestras obras nos ayudasen a pensar un ecologismo contemporáneo, no en forma de distopía con una narrativa basada en el fin del mundo. Yo siempre digo, como la escritora Ursula K. Le Guin, que si no podemos imaginar utopías, nunca vamos a construirlas”.
Con su sede principal en Madrid, Basurama ha desarrollado unos 150 proyectos en más de 40 países de cuatro continentes, trabajando con instituciones como el Museo Reina Sofía, el Museo del Prado, el Victoria & Albert Museum, la Casa Encendida, Matadero Madrid, el Museo Thyssen-Bornemisza, la World Design Capital, la SESC de São Paulo o la Trienal de Suzu-Noto, entre muchas otras.
Basurama siempre trabaja con residuos de la zona donde van a realizar la intervención, porque sería incoherente “andar transportando basura de un lado para otro”, afirma Gutiérrez. Por ejemplo, dentro de su línea de trabajo llamada Autoparques, crearon una gran estructura a modo de bancos para sentarse en el distrito de Nanhai, en la provincia china de Guangdong (Cantón en español), utilizando unos enormes carretes de metal usados por la industria textil, con mucho peso en la zona desde los tiempos de la ruta de la seda hasta la actualidad marcada por el fast fashion.

'Filum. Art Field', por Basurama. Nanhai (Guangdong, China)
En el caso de Plastic biontes, han usado residuos industriales generados por Televés, una conocida empresa que diseña y fabrica infraestructuras de telecomunicaciones con sede en la zona. “Normalmente hacemos una investigación sobre el tipo de industrias, equipos de reciclaje o empresas de recogida de residuos que hay en el territorio, vamos a visitarlas y también solemos hablar con los ayuntamientos. Y a partir de ahí hacemos varias propuestas”, explica Gutiérrez sobre el modus operandi de Basurama.
Cualquiera es capaz de identificar a la primera el envoltorio transparente de una de las torres, ya que convivimos diariamente con este material. En cambio, las caprichosas formas adosadas a la pared de la otra torre causan extrañeza. “Mucha gente pensaba que las habíamos hecho nosotros con nuestras propias manos, como si fuesen esculturas”, asegura Gutiérrez. “Nosotros también era la primera vez que las veíamos, y nos enamoramos de ellas al instante. Cada una de estas piezas de plástico son una obra de arte en sí misma”, confiesa.

Piezas sobrantes de la extrusión de plástico, empleadas por Basurama en su instalación 'Plastic biontes'. Foto: Manuel G. Vicente
En realidad son restos de la extrusión de plástico en moldes para generar determinadas piezas, por eso adquieren formas únicas y en algunos casos se puede ver parte de la forma del molde. “Son híbridos que mantienen parte de la funcionalidad para la que querían ser creadas y parte de esa mutación que las ha convertido en desechos. A nosotros nos gusta mucho situarnos en esos lugares de hibridación en los que no sabes muy bien qué son las cosas y, por tanto, pueden ser cualquier cosa. Por ejemplo, un cohete siempre será un cohete, pero una caja de cartón puede ser una caja, una cueva, un coche o millones de cosas”, opina la artista.
En cuanto al film transparente, “es un material supercotidiano, símbolo de este sobreenvasado con el que creemos protegerlo todo para que esté limpio y aséptico, pero, paradójicamente, es uno de los mayores causantes de que haya microplásticos en los océanos, ya que es un material tan ligero que no puede ser reciclado”, afirma Gutiérrez.
En este punto surge un gran interrogante: ¿cómo aplicamos el discurso utópico y no alarmista de Basurama ante un problema tan grave y acuciante como la contaminación por microplásticos, que ya todos llevamos dentro, y no en un sentido metafórico, sino literal?
“Se pone muchísimo, muchísimo plástico en el mercado. Lo primero que hay que hacer es poner menos cantidad en circulación y dejar de hiperenvarsarlo todo, que nos hemos vuelto locos con eso”, afirma Gutiérrez.

Film transparente cubriendo una de las torres Hedjuk. Foto: Manuel G. Vicente
También podemos “intentar consumir productos cercanos y de temporada, producidos en unas condiciones dignas y con unos materiales cuyo origen conozcamos, pero es que hay una opacidad enorme acerca de dónde se construyen verdaderamente las cosas y mucho greenwashing”, es decir, práctica engañosa en la que empresas o productos se promocionan como respetuosos con el medio ambiente, cuando en realidad no lo son o lo son en menor medida de lo que se afirma. Por eso, la integrante de Basurama recomienda “no agobiarse”. De hecho, ya existe un término llamado “ansiedad ecológica”.
Por otra parte, aunque lográramos dejar de producir tanto plástico, este ya nos inunda por completo. “La era en la que vivimos se ha llamado Antropoceno porque se han encontrado restos geológicos en los que los materiales naturales se mezclan con otros que hemos inventado nosotros. El plastiglomerado es un nuevo tipo de roca, es algo que ya existe. Por eso debemos empezar a pensar de qué manera vamos a convivir con ellas”.
Hoy existe una mayor conciencia medioambiental que en 2001, cuando se fundó Basurama. Aunque no se ven como pioneros, “porque ya existía el arte povera que ya usaba los residuos como materia prima”, Gutiérrez sí considera que “Basurama ha aportado un grano de arena en aumentar la escala de esa reflexión, enfocarla en lo público y en lo común, en reutilizar materiales y resignificarlos para generar espacios y procesos de pensamiento y de construcción de la ciudad”.