El último exiliado: Guernica. Llegada a Madrid y traslado al Casón del Buen Retiro, 1981. Foto: © Marisa Flórez

El último exiliado: Guernica. Llegada a Madrid y traslado al Casón del Buen Retiro, 1981. Foto: © Marisa Flórez

Arte

De la llegada del 'Guernica' a la efervescencia del Congreso: retrato de una España que acababa de despertar

La exposición 'Un tiempo para mirar (1970-2020)' recoge más de 180 fotografías de la fotoperiodista Marisa Flórez, que retratan cinco décadas de historia española.

Más información: Los siete años que trajeron la democracia a España: un camino frágil, improvisado y lleno de peligros

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Pasaban tantas cosas en la España de finales de los 70 y principios de los 80: la inauguración de la vida parlamentaria, las primeras manifestaciones, atentados terroristas de ETA, o el regreso del Guernica, nuestro último exiliado. Y Marisa Flórez (León, 1948) las fotografió todas. Sus inicios como fotoperiodista, con apenas 25 años, coincidieron con los de una España recién levantada del letargo de la dictadura que debía aprender de nuevo casi todo. "Los políticos a hacer política y los periodistas a transmitir de otra manera al lector lo que veíamos", asegura la fotógrafa a El Cultural. 

Muchas de aquellas imágenes pueden verse hasta el 20 de julio en Un tiempo para mirar (1970-2020), en la Sala Canal de Isabel II, muestra enmarcada en PhotoEspaña 2025 que recorre, a través de 184 fotografías, principalmente los años de la Transición, ese puente entre el pasado y el futuro de España. Pasear entre ellas es enfrentarse cara a cara con episodios que, según Mónica Carabias—directora del Centro Nacional de Fotografía y comisaria de la exposición—, "han marcado nuestra historia, condicionado nuestro presente y nos dan perspectiva sobre nuestro futuro".

Nada más entrar a la muestra, nos topamos con una de las fotos más míticas de Flórez: Susana Estrada, a pecho descubierto, junto a Enrique Tierno Galván en los Premios Pueblo de 1978. Detrás, un grupo de mujeres en la cárcel de Yeserías, en 1981, y arriba, el multitudinario concierto de Serrat en San Isidro de 1983. Lo político, lo social y lo cultural se entremezclan en sus instantáneas. "Tenemos una imagen de ella como fotógrafa de la Transición política, pero no solo hizo eso", asegura Carabias a El Cultural, "ella es una fotógrafa todoterreno". 

Marisa Flórez en su retrospectiva en la Sala Canal de Isabel II. Foto: Pablo Lorente.

Marisa Flórez en su retrospectiva en la Sala Canal de Isabel II. Foto: Pablo Lorente.

Flórez dice siempre que hay algunas imágenes —muchas se encuentran en esta muestra—que le persiguen, "parece que solo has hecho eso", reconoce, pero no por ello está menos agradecida. La fotógrafa, que ha desarrollado prácticamente todo su trabajo como redactora jefa y editora gráfica en El País, recuerda como "divertidos y con mucho trabajo" los años de las tres primeras lesgislaturas de la democracia, en los que prácticamente era una diputada más. 

"Eran sesiones interminables que no terminaban en el Congreso, porque muchos acuerdos ocurrían después en bares, en domicilios particulares. A veces nos enterábamos, perseguíamos hasta intentar poder entrar en ellos", relata. 

De esa época tiene muy presentes momentos como el de Dolores Ibárruri y Rafael Alberti bajando por las escaleras del parlamento, cuando Mario Conde se hundió con Banesto y a Ruiz-Mateos le quitaron Rumasa —cuyas fotografías se exhiben en la exposición— o el 23F. "Fotos hicimos todos, pero solo dos compañeros, Manuel Pérez Barriopedro y Manuel Hernández de León, fueron tan hábiles como para conseguir salvarlas. Al resto, nos quitaron los carretes y nunca más se supo".

Tuvo también la suerte de fotografiar la llegada del Guernica a España, solo siete meses después del intento de golpe de Estado, todo el proceso desde que el cuadro de Picasso aterrizó en Barajas hasta que se colgó en el Casón del Buen Retiro. "Nunca se había visto una obra de arte protegida por un guardia civil. Vino como un jefe de Estado y casi está a punto de no venir". La vuelta del lienzo del MOMA de Nueva York supuso el final del proceso político de la Transición, la defensa de la democracia y la destrucción del fascismo. 

Flórez recuerda la ilusión que imperaba aquel entonces, cuando todo estaba por construir. Pero no con nostalgia, asegura, sino como aprendizaje. "Fue una época muy interesante para enseñarnos una forma nueva de ver las cosas. Con todos sus fallos, porque cómo no iba a haberlos, si todo el mundo estaba aprendiendo. Pero tan mal no se hizo porque era muy difícil de donde veníamos, ese cambio tan fuerte. Los tiempos han cambiado muchísimo y por todo lo que se ha conseguido, por lo que se ha luchado, creo que es bueno no olvidarlo. Debe servir como base para seguir consiguiendo cosas, seguir evolucionando". 

La pesetilla. Lola Flores aparecía llorosa durante la rueda de prensa en la que reconocía su culpabilidad por delito fiscal y solicitaba ayuda del pueblo español. Madrid, 1987. Foto: Marisa Flórez.

La pesetilla. Lola Flores aparecía llorosa durante la rueda de prensa en la que reconocía su culpabilidad por delito fiscal y solicitaba ayuda del pueblo español. Madrid, 1987. Foto: Marisa Flórez.

No solo estuvo al pie del cañón en el Congreso, sino que pudo retratar a muchos de sus protagonistas. En la segunda planta de la muestra se encuentran sus múltiples retratos presidenciales: a Suárez, casi como un Kennedy made in Spain, a Zapatero, como un director de orquesta de la campaña socialista antes de las elecciones de 2008, o a Rajoy, tomándo tranquilamente el desayuno.

Flórez huye de la oficialidad — "para eso están los gabinetes de prensa"—, y busca la intimidad, para que el lector tenga otra visión sobre el personaje retratado, y cree en el retrato como noticia, aunque tiene claro que la información no está reñida con la sensibilidad artística. Tampoco se considera mitómana, a pesar de que por su cámara hayan desfilado estrellas como Mick Jagger, Anthony Quinn, Julio Iglesias o Lola Flores, cuyas peseteras lágrimas fueron inmortalizadas por la fotógrafa. 

Ley del aborto. Madrid, 1983. Foto: Marisa Flórez.

Ley del aborto. Madrid, 1983. Foto: Marisa Flórez.

Experta en dotar de significado histórico a escenas cotidianas, Flórez estuvo presente en las  las protestas de las víctimas del escándalo sanitario del aceite de Colza, que todavía resuenan hoy, y en las primeras manifestaciones a favor del aborto libre en 1983. De hecho, para Carabias, una de las fotografías más reveladoras de la exposición es precisamente una de aquellas manifestaciones, la del triángulo enfrente de las puertas del Congreso.

"Es una de las más representativas de esta época en la que algo estaba pasando. La sociedad estaba arrojándose a las calles y pidiendo los derechos que los que les habían arrebatado. Sin miedo, no solo la gente joven, pero sobretodo las mujeres. A partir de los 70 la revolución de las mujeres fue imparable y Marisa forma parte de ello. Es una de las fotoperiodistas incluidas en esa generación de fotoperiodistas que cambian la mirada", cuenta la comisaria. 

Flórez, en un momento en el que la salud mental no estaba en boca de todos, se interesó mucho por la vida en centros psiquiátricos y en cárceles, poniendo rostro a las reclusas de la cárcel de Yeserías, conviviendo con ellas y exponiendo, entre otras cosas, la dureza de la soledad no deseada, muy presente en su obra.

Con su cámara, Marisa Flórez no solo registró los cambios de un país en ebullición, también ayudó a construir el relato visual de una época. Ahora, que la fotografía parece haberse devaluado, y sin embargo acapara todo el protagonismo, Flórez es de las que piensa que en cada imagen se debe poner algo de sí mismo. "El objeto está ahí, pero si diez fotógrafos hacen el mismo tema, estoy segura que es muy diferente cómo los ve cada uno".

Aunque se haya apartado del día a día de la redacción, su curiosidad —"Alguien que es curioso nunca se para, es algo que te hace vivir cada día"—, entrenada durante décadas de calle, sigue intacta. También su capacidad de asombro. “La elección del papa era plásticamente tan alucinante que me tuvo pegada a la pantalla. Es un espectáculo, un teatro fantástico”. Marisa Flórez nunca ha dejado de mirar. Sigue, como siempre, en primera fila.