
Vista general de la instalación. Foto: IDC Studio / Matadero Madrid
La artista Eva Fàbregas cura la cicatriz del matadero con una instalación en la antigua cámara frigorífica
La creadora, que viene de triunfar en Europa, es la encargada de reabrir uno de los ciclos más exitosos de Matadero de Madrid, 'Abierto x Obras', con una exposición curativa de formas orgánicas que respiran vida.
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Es una noticia extraordinaria que en la antigua cámara frigorífica del Matadero madrileño se reinicie el programa de instalaciones “Abierto x Obras”. Inaugurado por Teresa Velázquez y continuado por Manuela Villa, desde 2007 a 2018, convirtió la Nave 0 en uno de los espacios más emblemáticos del arte contemporáneo, con intervenciones espléndidas que dialogaron entre las columnas de esta nave calcinada por el fuego en los años noventa y que, protegida por Patrimonio, ha llegado como memoria viva hasta nuestros días.
Pero también para quienes sea su primera vez, será evidente el acierto de los actuales responsables de la sala, Luisa Espino y Aimar Arriola, en elegir a Eva Fàbregas (Barcelona, 1988) para su reapertura. No solo porque desde la pasada década –en la que residía en Londres– se ha convertido en una de nuestras artistas con mayor proyección europea, etapa que culminó con su proyecto Devouring Lovers en la berlinesa Hamburger Bahnhof en 2023.
También, y sobre todo, por la fantástica adecuación de su última serie de Exudados, iniciada el año pasado para el MAC de Mataró en el marco de Manifesta 15, a este espacio malherido, donde la artista enfatiza sus fracturas, retomando la identidad última de su pasado: allí donde las reses, entre barras de hielo, todavía exudaban líquidos de sus vísceras extirpadas y repartidas como “las suertes” entre los más pobres, como nos recordaban Marta de Gonzalo y Publio Pérez Prieto en una alegre canción coral con ocasión del centenario de Matadero Madrid.
Esta propuesta, Respirar con la herida, me evoca mis primeras visitas a “Abierto x Obras”, cuando aún me parecía sentir, incluso oler, aquel espacio como un santuario fantasmal de animales sacrificados. En esta extraordinaria intervención las heridas tumefactas parecen volver a supurar. Al cabo, una fase necesaria en la curación para su renacer, a base de formas redondeadas que respiran. Vida, por tanto, primigenia y maternal para este espacio ordenado por una severa retícula que a la artista, según ha declarado, le pareció “tan masculino”.
Desde sus formas en tonos pastel de gomaespuma y, luego, gusanos modulares invasivos y otras figuras biológicas de resina, Fàbregas ha renovado la escultura antiforma heredera de Eva Hesse, con una ductilidad apta para recibir sucesivas interpretaciones propias de esta época: desde las inercias ante la comodificación, a las máquinas deseantes y la poética de los cuidados. Aunque ella siempre ha defendido que sus obras van más dirigidas al cuerpo y al tacto que a la mirada intelectual.

Vista general de la instalación. Foto: IDC Studio / Matadero Madrid
Ahora, a través de la depuración de estas formas monocromas de látex, que simulan tejidos de vísceras y nudas pieles arrugadas por el cansancio de inspirar y espirar, la reconocemos más cerca de la escultora Louise Bourgeois; sin llegar al desbordamiento sangriento y dionisiaco de su La destrucción del padre. Por el contrario, la contención en la distribución de los volúmenes colgados por la sala conduce a un recorrido perfectamente medido.