El Cultural

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Arte

La cultura detrás de las ventanas

Llevamos 47 días viendo la realidad asomados a ellas. Hoy nos acercamos a esas otras ventanas que la literatura, el arte, el cine y la música inventó para nosotros. Desde 'La ventana indiscreta' hasta los cuadros de Hopper, objeto de versos y recurso literario, entre sus huecos se cuela el amor de Romeo a Julieta, la magia del País de Nunca Jamás y el piano luminoso de Chick Corea

2 mayo, 2020 09:00

Han sido nuestras cómplices desde que empezó la cuarentena. Nexo con el exterior, las ventanas nos han mantenido fuera del alcance de la pandemia y nos han consolado con la certeza de que, pasara lo que pasara, el mundo, nuestra realidad, seguía ahí. Durante más de mes y medio, hemos observado y nos hemos dejado ver por ellas. Desde La ventana indiscreta hasta los cuadros de Hopper, objeto de versos y recurso literario, entre sus huecos se cuela el amor de Romeo a Julieta, la magia del País de Nunca Jamás y el piano luminoso de Chick Corea. Pocos días antes de volver a habitar las calles, desde El Cultural nos asomamos hoy a esas otras ventanas que el mundo de la cultura inventó para nosotros.

“La ciudad es una gran llanura/ perdida a través de las ventanas de este sitio./ Mi vida va pasando sobre los cristales”, escribió José María Álvarez en su poema Bugle call rag. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? Desde París, Cambridge o Roma, el poeta, nostálgico y contemplativo, se asoma con frecuencia a las ventanas en sus versos. Como él, también lo hizo Pessoa que en Tabaquería nos cuenta que las suyas “dan al misterio de una calle cruzada constantemente por la gente / calle inaccesible a todos los pensamientos,/ real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,/ con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres”.

Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil”, escribía el maldito Baudelaire. Y es que las ventanas han sido siempre un recurso frecuente en la literatura por su fuerte simbolismo. Son el umbral ante lo desconocido y la apertura a un mundo nuevo, a veces mágico, otras tenebroso.

Por una, entra Peter Pan al dormitorio de los Darling y desde allí vuela Wendy a Nunca Jamás. Desde sus alturas surge el amor idealizado e imposible de Romeo por Julieta cuando se pregunta “¿qué luz alumbra esa ventana?”. Apertura y nexo con la realidad, sugieren también la posibilidad de escapar de un mundo que nos mantiene preso, como simbolizaron los hermanos Grimm en su versión del cuento popular de Rapunzel.

Por ellas observamos, pero también nos dejamos ver. Desde los cristales de un tren a otro, Elspeth McGillicuddy presencia un asesinato en El tren de las 4:50, de Agatha Cristie. Como su protagonista, asistimos con la impotencia de no poder hacer nada más que mirar. Y miramos. A veces esas miradas nos devuelven algo de nosotros mismos. Heatchliff, por ejemplo, deja abierta su ventana para dejar pasar al fantasma de Catherine en Cumbres Borrascosas. Puente entre el pasado y el presente, son las ventanas las que, como a Lockwood, nos atrapan en la lectura de la obra de Emily Bronte desde ese primer momento en que la rama de un árbol golpea contra ella. Los libros son nuestras repisas. Nosotros los que nos asomamos a ellas.

Pero si alguien supo inmortalizar el espíritu de estos rincones fue el poeta Cavafis, él mismo un mundo entero al que asomarse, que las homenajeó dedicándoles estos versos:

En estas salas oscuras, en las que paso
días opresivos, camino de un lado a otro,
buscando las ventanas. – Cuando una ventana
se abra será un consuelo. –
Pero no hay ventanas, o no logro
encontrarlas. Y tal vez sea mejor que no las encuentre.
Tal vez la luz será una nueva tiranía.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.

Unas vistas con arte

Murillos: 'Mujeres en la ventana' (1655-1660)

Desde luego muchos habrán sentido el nexo con el mundo a través de ellas, mientras que otros hemos sentido envidia por todos aquellos que además tienen terraza. Nos hemos asomado a ellas, respirado y, como si nos hubiéramos convertido en protagonistas de un cuadro de Edward Hopper, hemos sentido nostalgia, melancolía e incluso tristeza por ver cómo íbamos perdiendo aquella vida que nos había pertenecido. Los artistas plásticos también se han asomado a ellas y nos han dejado entrar en su universo simbólico. Hay cientos de títulos: desde los flamencos con ejemplos emblemáticos como Muchacha leyendo junto a la ventana, de Vermeer, hasta Still Frame, una reciente creación en la que Almudena Lobera alude al misterio del panel robado del Altar del Cordero Místico de Gante. 

Entre ambas obras han transcurrido muchos años, estilos y técnicas. Murillo, bien conocido por retratar motivos religiosos, nos regala Mujeres en la ventana (1655-1660), una pintura en la que vemos a una joven en primer plano que se apoya en el alféizar risueña mientras la otra mujer, de mayor edad, se tapa la cara con un chal para esconder su júbilo. Son varias las teorías sobre su simbología y significado: hay quien cree que son prostitutas seduciendo a un posible cliente mientras otros sostienen que tan solo se trata de una escena de coqueteo. 400 años después de la muerte del pintor sevillano seguimos sin saber qué quiso representar aunque estas dos mujeres nos hacen tan partícipes de la escena que nos sentimos interpelados. ¿Nos dirigen a nosotros la mirada? Nunca lo sabremos pero recrear un posible diálogo siempre resulta divertido.

Si hacemos un salto en el tiempo hasta 1900 encontramos pinturas como Ventana abierta (1905) en la que con estilo fauvista Henri Matisse nos abre una visión colorida y ensoñadora de Collioure. Y Marc Chagall en su París desde la ventana (1913) nos ofrece una evocación lírica de la memoria al tiempo que el doble retrato de la persona que observa desde el interior evoca el pasado y el presente, lo imaginario y lo real. Otros artistas nos ofrecen una mirada una personal y familiar. Es el caso de Figura en una ventana (1925), un lienzo en el que un joven Dalí, que aún no se había acercado al surrealismo, retrata a su hermana Anna María en una composición clasicista que nada tiene que ver con sus obras posteriores. ¿Qué otea en el horizonte? Lo que muchos, desde la distancia, añoramos: el mar. En este la bahía de Cadaqués, de la que nos llega el olor a salitre que tanto echamos de menos.

Marc Chagall: ' París desde la ventana' (1913) y, a la derecha, Magritte: 'La clef des champs (1936)

¡Cómo olvidarnos de los bodegones en los que Juan Gris incluye ventanas en composiciones que equilibran la importancia del exterior y el interior! En 1920 el pintor se trasladó a Bandol-sur-Mer, localidad en la que realizó gran parte de su serie de ventanas abiertas. Paloma Esteban Leal, conservadora del Departamento de Pintura 1881-1940 del Museo Reina Sofía, sostiene que la autoría de este modelo iconográfico pertenece a Gris aunque “no hay que olvidar que el tema de la ventana abierta había suscitado ya el interés en algunos contemporáneos del artista como Delaunay”, aunque sus colegas no habían pretendido “establecer un nexo entre el exterior y el interior”. 

Y si bien algunos cuadros nos hacen pensar en lo que sus protagonistas están haciendo, otros nos invitan a imaginar, a divagar y hacen que salten todos los resortes de la racionalidad. Ese es Magritte, uno de los máximos exponentes del surrealismo, que en 1936 alumbró La clef des champs, una ventana rota que nos incita a mirar más allá. En los trozos de cristal rotos vemos partes de un árbol del exterior: “si una piedra rompe el cristal, el paisaje reflejado se hace añicos mientras, fuera, el verdadero paisaje no cambia”, escribe José Pierre en un ensayo sobre el artista. En francés el título de la obra significa 'liberación'. ¿Se convierte entonces la ventana en el camino hacia la libertad?

También encontramos ejemplos en los realistas madrileños como Isabel Quintanilla. Por su Ventana (1970) cerrada vemos árboles desnudos y otras ventanas que podemos espiar mientras que a través de la Ventana de noche (2013) de su colega Antonio López, a pesar de unos barrotes que nos encierran en nuestras viviendas, atisbamos cierta liberación y libertad.

La ventana como pantalla de cine

Ningún director supo ver como Hitchcock las similitudes que guarda una ventana con una pantalla de cine. Ante una y otra, todos somos espectadores. Y como ocurre con quien paga su entrada y se sienta en una butaca, el lisiado L.B interpretado por James Stewart busca en La ventana indiscreta (1954) que el patio de vecinos que domina desde la oscuridad de su apartamento cumpla unos mínimos de espectacularidad y entretenimiento y eso le llevará no solo a sospechar sino incluso a desear que delante de sus narices se haya cometido un crimen. 

Como escribió John Benton en su ensayo Alfred Hitchcock's Rear Window, el filme “explora la fascinación del acto de mirar y la atracción de aquello que está siendo observado”. Como el propio L.B. delante de su ventana, nosotros como público somos voyeurs fascinados por las vidas de otras personas, que pasan por delante de nuestros ojos sin que ellos nos hayan invitado a presenciarlas. Claro, que la sala de cine es un escenario controlado en el que nada nos puede ocurrir. Dejarse llevar por los impulsos voyeuristicos para espiar a los vecinos puede hacer que nos metamos en un lío. ¿verdad, L.B?

En cualquier caso, se podría decir que no hay película sin ventana. Los guionistas suelen utilizarla como un recurso meramente funcional por el que el protagonista accede a alguna información que hasta el momento se le escapaba, desde la traición de un socio hasta la infidelidad de la pareja. Woody Allen supo darle la vuelta a este último apartado en Desmontando a Harry (1997), en la hilarante escena en la que Janet le pone los cuernos a su marido con la pareja de su hermana. Lo hacen en un momento del fin de semana familiar en la casa de campo, mientras se prepara la barbacoa. Ellos dos se encuentran por casualidad en la casa mientras el resto de la familia está en el jardín y se desfogan delante de una ventana desde la que observan que nadie se acerque. La interrupción de la abuela ciega aporta uno de los momentos más inspirados de la genial película del director neoyorquino.

En el género de la acción pura y dura, suelen ser mero atrezzo para destrozar, casquería de cristales. De hecho hay personajes a los que siempre les encantó entrar en una habitación por la ventana, como el cínico policía de Nueva York John McClane (atado a una manguera de incendios y descalzo, nada menos) o el agente especializado en misiones imposibles Ethan Hunt. Otros lo hacen con más estilo y elegancia, como el famoso trepamuros, Spiderman, cuyas historias han sido llevadas al cine hasta en siete ocasiones ya (la mejor sigue siendo la segunda de Sam Raimi). Sin olvidar que la ventana es por donde suelen decirle adiós a este mundo cruel muchos personajes en la ficción audiovisual, como lo hacía el pamplinas Tommen en Juego de Tronos sin decir esta boca es mía tras la enésima burrada de su madre. 

Si se tienen la vistas adecuadas, por ejemplo al impresionante palacio del Sultán de Agrabah, también es el escenario ideal para dar rienda suelta al romanticismo. Es lo que se ve desde la chabola de Aladdín, aunque más que una ventana es una agujero en la pared. Pero, sobre todo, y volviendo a Hitchcock, una ventana es un lugar desde el que podemos echar a volar la imaginación, como hacía el bueno de Ramón Sampedro en Mar Adentro (Alejandro Amenábar, 2004). Y es esta cualidad la que más consuelo nos ha aportado a cada uno de nosotros durante el confinamiento. 

El pianista en la ventana

La palabra “ventana” aparece en tantísimas canciones y composiciones que solo nos fijaremos en algunas de las muchas que la incluyen en su título. Hay para todos los gustos. Podemos empezar con el piano elegante y luminoso de Chick Corea en su composición “Windows”, que grabó por primera vez en 1967 en el álbum Sweet Rain de Stan Getz, y que se ha convertido con el paso de los años en un estándar del jazz. Una gran ejemplo del poder de la música para pintar paisajes sin imágenes ni palabras. Tampoco necesita palabras la guitarra de Vicente Amigo en "Ventanas al alma", una minera con nubes y claros en su disco Vivencias imaginadas, de 1995.

Siguiendo con los símiles climatológicos, siempre tan socorridos para describir la música, rayos de sol es lo que convoca “Window in the Skies”, una de las dos canciones nuevas que los irlandeses U2 incluyeron en su recopilatorio de 2007 U218 Singles, y cuyo videoclip es un repaso de cinco décadas por la historia de la música popular, ya que se compone a su vez de fragmentos de vídeos de otros artistas, de la talla de Frank Zappa, Billie Holiday, Louis Armstrong, Elvis Presley, David Bowie, Nina Simone o Bob Marley, editados de tal manera que parece que todos ellos interpretan la canción.

U2 - Window In The Skies

Y para aquellos que necesiten descargar la tensión acumulada durante todas estas semanas de confinamiento, ya sea mientras corren por el parque más cercano a partir de este sábado o gritando por el balcón, recomendamos la canción de Metallica “Dirty Window”, que habla de cómo su protagonista se ve a sí mismo y cómo lo ven los demás. “Am I Who I Think I Am?”, exclama James Hetfield, y seguro que más de uno se hará esa pregunta después de pasar tanto tiempo encerrado consigo mismo.

Recuperamos el ánimo esperanzador con Queen y su “Keep Passing The Open Windows”. Tras una estrofa sobre el desánimo y el fracaso, el estribillo invita a ponerse en pie: “Un nuevo día comienza, coge ese sentimiento soleado y ponte en marcha. Simplemente cree, sigue pasando por las ventanas abiertas”. Un mensaje parecido lanza “Las ventanas se encienden”, incluida en el último disco de Mucho, ¿Hay alguien en casa? (2019). Tras poner imágenes al hastío existencial contemporáneo, la letra adopta un tono más positivo: “Aun así continuaré”, canta Martí Perarnau (posible alternativa para quienes se hayan cansado ya del “Resistiré” del Dúo Dinámico). Y continúa: “Hay quien necesita que las ventanas, esta noche, tengan las puertas abiertas”.

Y aunque esta no lleva la palabra "ventana" en su título, merece la pena romper la regla que establecimos al principio para recordar una de las canciones más queridas del pop español, "La chica de ayer", de Nacha Pop. Estos días comienza el progresivo desconfinamiento y quizá aún no sea tarde para asomarnos a la ventana y ver esta primavera a alguna chica “jugando entre las flores en el jardín”, como cantó Antonio Vega.

@mailouti / @scamarzana / @FDQuijano / @JavierYusteTosi