Image: Muere el pintor Eduardo Arroyo

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Arte

Muere el pintor Eduardo Arroyo

El artista, uno de los máximos exponentes de la figuración narrativa, ha fallecido en su casa de Madrid a los 81 años

14 octubre, 2018 02:00

Eduardo Arroyo

Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018), uno de los artistas españoles más relevantes y Premio Nacional de Artes Plásticas en 1982, ha muerto a los 81 años en su casa de Madrid. Nació en la época de la Guerra Civil y su ideología antifranquista le llevó al exilio en 1958. En Francia, donde permaneció hasta la muerte de Franco y la instauración de la democracia, comenzó su andadura como pintor y escultor.

Fue uno de los máximos exponentes de la figuración narrativa y representa la continuidad de una identidad de artista que generaron las vanguardias en los años treinta, y a cuya configuración contribuyeron decisivamente pintores como Picasso y Miró. En el caso de Arroyo, se trata de una identidad marcada por las pautas de comportamiento de "lo español", lo que influye en su trayectoria creativa.

Durante su carrera artística se pueden diferenciar dos etapas. La primera estuvo marcada por el exilio entre 1958 a 1976, mientras que la segunda corresponde con su regreso a España en 1976. Su pintura de los años sesenta se acerca a la Nueva Figuración (o Figuración narrativa), y por su vertiente más política se acerca al arte Pop. No obstante, su obra está dominada por la temática española e interpretada desde la ironía y la crítica en respuesta a la situación política del país.

A partir de los años ochenta amplió el concepto y el contexto de lo español y aumentó la carga irónica de sus narraciones pictóricas. Durante esta época abordó con mayor frecuencia temas de política nacional e internacional siempre desde la comicidad crítica, tanto en sus óleos como en sus esculturas, dibujos, collages o fotografías.

El artista también diseñó la escenografía de La vida es sueño, dirigida por José Luis Gómez en 1982, Pálida madre, tierna hermana, de Jorge Semprún, en el Festival de las Artes de Weimar de 1995 y La casa de los muertos, de Leos Janeck. En 1991 expuso algunos de sus grabados en la muestra El Prado visto por doce artistas contemporáneos, convirtiéndose en uno de los pocos creadores vivos en exponer en la pinacoteca. Unos años más tarde, en 1998, el Museo Reina Sofía le dedicó Orgullo y pasión, una importante antológica de más de 170 obras entre óleos, dibujos, acuarelas, esculturas y material escenográfico.

El madrileño ha sido también una figura de alcance internacional y muestra de ello es la exposición de 35 óleos de gran formato que le dedicó en 2003 el Museo Ludwing de Arte Contemporáneo de Budapest, el premio de la Fundación Simone et Cino del Duca-Instituto de Francia que recibió en 2005, así como la muestra de sus mejores retratos en París en 2015 y un repaso a su obra, de nuevo en Francia, en 2017.

En 2003 Francisco Umbral escribió lo siguiente sobre Arroyo: "A lo que tiende este pintor es a reinventar la ilustración neocubista de los años 20, de modo que por fin tenemos un pintor con un propósito y un mensaje, que abandona la abstracción, el minimalismo y todo lo demás para pintar porteros de hotel con chistera de brillo, gatos nocturnos y automóviles de las dos grandes décadas 20/30, que son y serán para siempre la entraña cubista y surrealista del siglo XX".

Además, no se limitó al arte. En 1974 publicó Treinta y cinco años después, una denuncia contra el régimen franquista, en 1989 una autobiografía a la que tituló Sardines a l' huile (en España se editó un año más tarde como Sardinas en aceite) y en 2009 Minuta de un testamento. "He sido siempre bastante amigo de ese fenómeno extravagante que es el testamento, porque es una forma de prolongar la vida después de la muerte", dijo Eduardo Arroyo en una entrevista a El Cultural con motivo de dicha publicación.