Image: Giorgio de Chirico, más allá del arte

Image: Giorgio de Chirico, más allá del arte

Arte

Giorgio de Chirico, más allá del arte

23 noviembre, 2017 01:00

Sole sul cavalletto (1972). ©Giorgio de Chirico

Recala en CaixaForum Madrid El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad, una retrospectiva de 143 obras del padre de la pintura metafísica.

Giorgio de Chirico fue un artista en constante formación que siempre fue a contracorriente. Se interesó por el Renacimiento, el nihilismo de Nietzche y le prestó especial atención al subconsciente y, por ello, se le consideró el padre del surrealismo. Su pintura metafísica abre una ventana por la que entra la ambigüedad del mundo de los sueños, una mezcla entre lo real y lo irreal que tiene una de sus expresiones en unos maniquíes de apariencia frágil. Tras su paso por Barcelona, El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad, recala en CaixaForum Madrid hasta el próximo 18 de febrero.

El pintor nació cosmopolita "como los grandes artistas del siglo XX", opina Fabio Benzi, miembro del Consejo científico de la Fundación Giorgio e Isa de Chirico. "Picasso se marchó a Francia, Kandinsky dejó Rusia por Múnich y De Chirico se trasladó de Grecia a Alemania, Italia y Francia". Para el representante de la fundación los grandes pintores fueron artistas de las provincias "porque aportaban novedades a un arte que giraba en torno al academicismo". Además, una de sus grandes aportaciones fue indagar en la psique, algo para lo que "no necesitaba emplear herramientas de la vanguardia francesa", explica.

La muestra, compuesta por 143 obras entre pinturas, dibujos, litografías y esculturas, se divide en seis secciones que se corresponden con algunos de los temas que configuraron su trayectoria. Amigo de Picasso y Apollinaire para los años 20 del siglo pasado era una figura conocida por cultivar el arte a través de la psique. Su visión de la realidad, con referencias al sueño y a la memoria con un regusto de tiempo eterno, influyó no solo en el surrealismo sino también en el pop art, el arte conceptual y el realismo mágico. Sin embargo, los inicios de su carrera estuvieron marcados por un arte mucho más clasicista que la metafísica por la que se le conoce.

Plaza de Italia con fuente (1968), ©Giorgio de Chirico

Con los retratos y autorretratos más clásicos arranca, de hecho, la muestra. Este fue un género que desarrolló siempre y "en el que hizo hincapié en la fisionomía y la psicología del retratado", explica Mariastella Margozzi, comisaria de la muestra junto a Katherine Robinson. "Existe una ambigüedad en sus retratos y una nueva visión que llegó con una revelación que tuvo visitando el Louvre con Isa, su mujer. Allí, frente a las obras de Velázquez y Delacroix ella le hizo reflexionar sobre la pintura misma", amplía la comisaria. La segunda sección, Interiores metafísicos, surgió cuando, durante la Primera Guerra Mundial, De Chirico residía en Ferrara. En estas piezas introduce "recuerdos y evocaciones del mundo exterior en espacios interiores". Incluso hace pintura dentro de la pintura añadiendo "un cuadro que nunca antes ha realizado". En el caso del sol en el caballete se ve una querencia por combinarr la realidad con lo onírico cuando retrata al sol unido a su sombra por un hilo y lo coloca en un teatro con espectadores.

Plaza de Italia es uno de los temas principales de De Chirico. Nació en 1910 en Florencia como resultado de una revelación que capturó en El enigma de una tarde de otoño. Relojes y trenes pueblan estos cuadros "en los que se unen las perspectivas de espacio y tiempo que se detienen" y representan el tiempo eterno. De manera simultánea a los pórticos y plazas surgieron los maniquíes ovoides de cuerpos geométricos. Estas series no están pobladas por individuos sino por "el Pathos, el ser que está en el mundo". Sin embargo, de ellas "se desprende la fragilidad de los maniquíes de formas triangulares que se sostienen gracias a una estructura de tablones".

Las musas inquietantes (1947), ©Giorgio de Chirico y, a la derecha, El Contemplador, 1976

Más adelante los maniquíes sufren una evolución y comienza a retratarlos con formas más humanas. A los 88 años hizo El observador y en él consiguió "inventar cosas nuevas y renovar su paleta de colores". Eterno juguetón, Baños misteriosos surge del encargo de crear 12 litografías para un libro de Cocteau que completó en 1935. Tras su publicación llevó esos dibujos en blanco y negro a lienzos donde representa "paisajes abiertos con suelo zigzagueante en tonos dorados" en los que retrata a gente vestida a la moda de los años 30 fuera de las piscinas en contraposición de figuras más abstractas de los bañistas.

En la siguiente parada, Historias y naturaleza, regresa al clasicismo. "En los años 40 se centra en la materia y se ven referencias a artistas barrocos. Pero a sus bodegones no los llama naturalezas muertas sino vida silenciosa porque considera que no hay muerte sino vida", explica la comisaria. Por último, El mundo clásico y los gladiadores surgió en 1927 con la originalidad de que convierte a estos héroes destinados a morir en actores, la arena en escenografía y la muerte en tan solo una representación. Como lo es su arte, una representación personal de la vida y el sueño.

@scamarzana