Arte

Tate Modern, crecer o morir

10 junio, 2016 02:00

Ampliación de la Tate Modern de Herzog & de Meuron, conocida como Switch House

El 17 de junio, cuando abra la ampliación de Tate Modern diseñada por Herzog & de Meuron, se escenificará la apuesta por la diversidad cultural de un museo que pretende ser modelo de inclusión: de artistas de todo el globo, de todas las formas de arte, de todos los públicos. Pero hay otras dinámicas tras la operación; desde su fundación, y hoy más que nunca, Tate depende de las donaciones. ¿Se puede formar así la gran colección mundial de arte del siglo XXI?

¿Renovarse o morir? Ya no: crecer o morir. De la competencia empresarial a los museos. Casi todos dan buenas razones para explicar por qué necesitan invertir decenas o cientos de millones en añadir nuevos espacios o edificios a sus sedes originales pero, en el fondo, se saben inmersos en una dinámica agonística global en la que los peces grandes se comen a los chicos en cuanto a la concentración de los recursos financieros y artísticos.

Aunque Tate Modern es, con los 4,7 millones de visitantes de 2015 (un descenso del 18% respecto al año anterior, dato que se suele disimular en estos días de celebraciones) el museo de arte contemporáneo más popular del mundo, por delante del MoMA y del Centre Pompidou, no supera al museo más famoso del país, el British Museum (6,82 millones), a la National Gallery (5,9 millones) o incluso al familiar Natural History Museum (5,3 millones). El éxito de Tate Modern, que es, como otros museos públicos británicos, gratuito (sólo la colección), fue inmediato desde su apertura en 2000 y ya en 2007, siendo director Vicente Todolí, había planes de ampliación. Seguramente ningún museo en el mundo se ha "quedado pequeño" tan rápido.
No parece, sin embargo, que el objetivo principal de Nicholas Serota, director del conglomerado museístico Tate (que incluye además Tate Britain, Tate Liverpool y Tate St. Ives), haya sido aumentar el número de visitantes. Aventura un incremento modesto, hasta los 5,5 millones anuales. Con un 60% adicional de espacio expositivo, evitará las aglomeraciones, claro, pero se deja ver que la operación tiene otras motivaciones. Aunque Serota defiende un modelo de internacionalización intensiva, ha descartado siempre la creación de sucursales en otros países, a pesar de que ofertas, dice, no le han faltado. Su reto ha sido más bien traer el mundo a Bankside.

Línea de crecimiento

La ampliación tiene mucho que ver con esta "implosión" internacional pero también pretende culminar una profunda renovación en la relación con el público. ¿Qué público? La mitad de los visitantes de Tate Modern ¡tienen menos de 35 años! Es un perfil demográfico poco usual que ha convertido a los millennials en objetivo primordial de esta estrategia de crecimiento, acompañada por una nueva imagen que deja atrás el modelo de almacén estático y ofrece total accesibilidad, en línea, por otra parte, no sólo con su propio Diversity Action Plan (2015) sino también con las directivas del gobierno británico. El arte más sexy propicia las "experiencias" y la participación; por ello, la nueva Tate Modern apuesta por la performance.

El arte más sexy propicia "experiencias", por ello la nueva Tate Modern apuesta por la performance


En estos días podrán ustedes leer y, sobre todo, ver por extenso los nuevos espacios. Acostúmbrense a decir Boiler House para referirse al antiguo edificio, la central termoeléctrica que ya remodelaron los mismos arquitectos, Herzog & de Meuron, que ahora han diseñado la Switch House, una torre de diez plantas que conecta con la gran Turbine Hall y que se levanta sobre los Tanks subterráneos. Si la entrada actual ha sido comparada con la arquitectura funeraria y egipcia (por la monumental rampa descendente), la nueva torre se asemeja, dice Serota, a un zigurat mesopotámico; a otros, les recuerda la arquitectura expresionista de El gabinete del Dr. Caligari.

Las formas de ambos edificios no se integran y hay ya quienes lamentan que se haya roto la característica silueta al borde del Támesis; la fusión visual se consigue mediante el uso del ladrillo (creando una malla) que recubre las fachadas de la ampliación. Añade 21.000 metros cuadrados, de los que 5.600 son para espacio expositivo: sólo tres de las plantas, una de ellas muy impresionante (la cuarta), con salas enormes (para obras enormes) que sobrevuelan la Sala de Turbinas. El resto se dedicará a espacios educativos (el nuevo Clore Center), un restaurante, un bar y una cafetería, una tienda, habrá un piso para patronos y para la asociación de amigos... el favorito será, no obstante, el décimo, especie de plaza pública elevada con magníficas vistas panorámicas. Se reabrirán los tanques, el espacio más grande en el mundo dedicado de manera permanente a la performance. Los arquitectos han querido dar al conjunto una dimensión urbana que no se basa en la sucesión de espacios mastodónticos, como en el nuevo SFMoMA de San Francisco, sino en la diversidad de escalas, de calidades visuales/táctiles y de usos. Para no perderse y sacar el máximo partido a la visita, se ha diseñado una app.

Gentrificación extrema

Tate Modern es paradigma de gentrificación extrema. El número de residentes en el vecindario se ha duplicado desde su apertura (de 3.000 a 6.000) y el de trabajadores que se desplazan a él se ha multiplicado por diez (hasta 60.000). Se habla de un "efecto Tate" que se cuantifica en cientos de millones de euros en beneficio de la ciudad. Pero la renovación tiene un precio: en el barrio de Southwark, el de la vivienda subió un 163% entre 2000 y 2013, frente al 94% de media en la ciudad.

La actual panorámica de la Tate Modern con el nuevo edificio tras la conocida chimenea

La ampliación ha costado 335 millones de euros, de los que se deben aún casi 39. El gobierno ha aportado 64,5 millones, el Ayuntamiento 9 y el distrito 1,3. Las donaciones de particulares y fundaciones han cubierto el resto: entre otros, de la Blavatnik Family Foundation, de la Luma Foundation, de George Economou y de Elisabeth Murdoch. No se precisan cifras, salvo en tres casos: casi 13 millones ha puesto el magnate israelí Eyal Ofer (se le ha puesto su nombre a unas salas en la Boiler House) y 6,5 la Wolfson Foundation y el banquero John Studzinski. La recaudación internacional ha sido muy importante; en el último evento organizado en Nueva York por Tate Americas Foundation, se recaudaron 1,3 millones gracias a la venta de obras donadas por importantes artistas.

Serota confía en que el eco de la inminente inauguración le permita tapar el agujero: es una "ventana", ha dicho, que debe aprovechar. Más le vale, porque costará mucho mantener todo ese espacio y lo que ocurre en él (se mencionó ya hace años que se contratarían 300 nuevos empleados); de momento ha conseguido del Gobierno 8,7 millones adicionales al año, que se suman a su asignación de 38,7 millones. En las últimas cuentas publicadas (2014-2015), sus ingresos propios, incluyendo entradas, ventas, patrocinios y donaciones fueron de ¡244 millones de euros! Pero, cuidado, para las cuatro Tates. El tema de los patrocinios es uno de los que impide que el conglomerado museístico pueda presumir de transparencia. La lucha de los ecologistas contra el de la petrolera BP terminó en marzo con una no-renovación del prolongado acuerdo pero aún se intenta saber si, como parece, hubo serias injerencias en las políticas de este y otros museos por parte de la empresa.

El boom del Bankside

Una de las motivaciones de la ampliación es la de ganar espacio para mostrar la colección. Tate Modern nació con una colección bastante pobre de arte del siglo XX. Y si vemos la cifra que dedicó a adquisiciones en las últimas cuentas podríamos deducir que sigue igual: sólo 65.700 euros. Pero el valor de las obras recibidas a través de donaciones, en ese año, es de ¡93,7 millones!

A principios de esta década, Tate ideó un sistema de Comités de Adquisiciones orientados a escenas artísticas en las que quería adentrarse; contaba con empresas fuertes en las respectivas áreas y un grupo de coleccionistas o personas socialmente influyentes que hicieron circular dinero y obras hacia la colección. En el último año, los casi 300 miembros de los ocho comités aportaron 2,5 millones, desde África, Oriente Medio, Asia, Asia Pacífico, Sur de Asia, Latinoamérica... En mayo, el Museum of Contemporary Art Australia (MCA), la aerolínea Qantas y Tate adquirieron obras de artistas australianos cuya propiedad compartirán los museos. Repito: se trataba de llevar el arte del mundo a Bankside. Un edificio grande y llamativo llama a las donaciones. Lo admite el propio Serota al decir que "una obra adquirida para esta institución la verán cinco millones de personas al año; en una pequeña institución privada, serían, como mucho, 200.000". El artista Gavin Turk es más gráfico: "Si tienes un marco poderoso, la gente querrá enmarcar con él sus obras de arte".

Ahora podremos contemplar, entre los dos edificios, 800 obras. De ellas, 600 adquiridas después de 2000, años en los que la colección ha crecido más del 50%; 200, no expuestas hasta ahora. Habrá artistas de 57 países y muchas más mujeres de lo usual. Fuera el canon occidental. Más fotografía y cine. Más instalaciones (hay 300 en la colección). Otro mantra: diversidad. Ya se huele el impacto en el mercado: los precios en subasta del indio Bhupen Khakhar, con exposición ahora en Tate Modern, han subido un 154% en dos años. Se mantiene la ordenación por temas, en lugar de cronología u origen geográfico. Se hablará de materiales, lugares de trabajo, sociedad, redes de comunicación... Habrá, no obstante, muchas salas monográficas que contextualizan obras importantes, y en la Switch House se concentrará el arte realizado a partir de 1960.

Es justo que sea Frances Morris, directora de Tate Modern desde enero, quien inaugure el nuevo montaje de esta colección. Lleva en la casa tanto tiempo como Serota (desde 1988) y fue ella la que, como directora de la colección internacional, ha guiado la ampliación de horizontes, en todos los sentidos, de los fondos del museo.

La apertura será una fiesta. Primero, el día 16, entrarán 3.000 escolares británicos. ¡Qué bonito, qué programático, qué efectista! Seguirán tres semanas de eventos patrocinados por Uniqlo (Japón). Actividades musicales (500 cantantes de coros de aficionados), performances de Tania Bruguera (con caballos) o Tino Seghal, proyecciones de obras de Derek Jarman, Andrea Fraser o Rabih Mroué, la presentación de una gran escultura de un árbol de Ai Weiwei en la Sala de Turbinas, participación de las Guerrilla Girls o Tim Etchells en el programa Tate Exchange… Luego, exposiciones de Georgia O'Keeffe, la colección de fotografía de Elton John o, el año que viene, gran retrospectiva de David Hockney. ¿Menos cambios cuando hay que hacer caja?

@ElenaVozmediano