Image: Olafur Eliasson

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Arte

Olafur Eliasson

“Perder el sentido del tiempo es perder el sentido de la responsabilidad"

6 septiembre, 2013 02:00

Olafur Eliasson en su estudio en Berlín

Su posición en el mundo del arte es estelar y sus obras capaces de alterar ecosistemas. Con un sinfín de proyectos en su horizonte cercano, Olafur Eliasson ultima estos días las obras que presentará el próximo 19 de septiembre en Ivorypress de Madrid, A View Becomes a Window, un especial libro de artista lleno de agujeros, menos negros que los que vive el mundo editorial. Sobre él invita a reflexionar en esta entrevista, así como sobre nuestras reacciones frente al color, la percepción del paisaje y el papel como observadores en un museo. Mirar es pensar, dice el artista, el mejor de los universos posibles. Legendario paraíso artificial.

Dice Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) que si fuera un texto sería sólo una frase; compleja, cristalina y sorprendentemente simple. Sin conclusiones estables y porosa. "Sería físico, arraigado en la realidad y tan ligero como un aliento", dice entre risas. Le reto a que se convierta en letras y no duda: "Pensar es actuar", añade. Sus palabras son soplos que más bien inspiran, aunque a menudo dejan una nebulosa tan densa y contradictoria como en sus conocidas atmósferas.

La que proyectó en la sala de las turbinas de la Tate Modern en 2003, The Weather Project, aquella puesta de sol contenida tan celebrada en el centro londinense, le hizo mundialmente famoso, aunque sus experimentos solares venían de lejos. En 1999, un sol de metal iluminado por un foco e instalado en la azotea de uno de los edificios más altos de Utrech, producía cada tarde un Doble crepúsculo. Dos años antes, en Your Sun Machine (1997), que presentó en Marc Foxx Gallery de Los Ángeles, abrió un boquete en el techo de la galería que dejaba entrar la luz solar en un espacio vacío. En todas ellas, lo que proponía era un espacio elástico, un ambiente, un paisaje, que cada cual podía percibir de manera distinta.

The Weather Project, 2003. Tate Modern, Londres

Ese es el punto de partida. En sus obras no hay reglas, como en la meteorología, ciencia que fascina al artista. "Vivimos en una sociedad en la que la diversidad se considera un problema. Los fenómenos naturales pueden ser un modelo para situaciones espaciales, temporales o sociales en las que la diversidad se considera algo productivo. The Weather Project en la Tate iba de eso: de estar juntos y al mismo tiempo ser diferentes, algo que parece no interesar mucho en el mundo actual. Cuando se preserve la libertad de cada uno a experimentar algo que puede diferir de las experiencias de los demás, el arte será capaz de tener un impacto significativo sobre el individuo y la sociedad", explica.

Instalaciones experimentales

Habla seguro, convencido del poder de la ilusión y la sugerencia, dos ideas fundamentales en sus obras, que se mueven cómodamente entre la escultura, la fotografía o la estructura arquitectónica. Preferimos llamarlas "instalaciones experimentales", matiza. Apenas utiliza la primera persona y a todo se refiere con un "nosotros" aludiendo al equipo de más de 50 personas, entre artesanos, arquitectos e historiadores del arte, que trabajan con él en el conocido como Studio Olafur Eliasson. Está en el barrio de Prenzlauer Berg de Berlín, en un edificio que era una cervecería y que cuenta con un laberinto de sótanos en los que Eliasson guarda muchas de sus maquetas. En 2009 abrió una escuela, el Instituto de experimentación espacial, buscando un modelo innovador de educación artística.

La acumulación de materiales en las estanterías sugiere la misma ausencia de jerarquía que en sus clases y remite a un proceso constante de mutación. "Cuando un artista tiene un tipo de estudio así es esencial no tener prejuicios y ser honesto con el proceso de creación. Aquí apostamos por la experimentación. Trabajar es como hacer un picnic imprevisible", añade.

Leer es respirar

Encima de la mesa hay varios libros importantes, de factura reciente. Uno es la recopilación de sus escritos editados por Gustavo Gili bajo el título Leer es respirar, es devenir. "La escritura es como un libro de bocetos. A veces expreso mis sentimientos en palabras porque puede ser un atajo para convertirlos en una pieza de arte. El lenguaje es fundamental en mi caja de herramientas", explica. Cerca están los volúmenes que componen A View Becomes a Window, un especial libro de artista que presentará el próximo 19 de septiembre en Ivorypress. Lo componen nueve ejemplares únicos formados por planchas de cristal coloreados a mano y llenas de agujeros. Por ellos nos invita a mirar. "Mirar es pensar", añade.

A View Becomes a Window, 2013 (detalle)

-¿Qué ideas hay tras este proyecto? ¿Cómo enlaza con otros de sus trabajos?
-Es una reflexión más sobre el color, la luz y el tiempo. Además, parte de pensar sobre el momento que vive el libro como objeto, que debe redefinirse. Se ha vuelto vulnerable, frágil. A View Becomes a Window es un homenaje al libro como espacio. A través de una página se puede ver la anterior y la siguiente, por lo que nunca se llega a leer solamente una página. En cierto modo, en cada extensión del libro está presente el ejemplar completo. Al ser de cristal, tu y tu entorno se reflejas en él, y se puede romper si pasas las páginas muy deprisa. Al final, el lector acaba leyéndose a sí mismo. Esa es la ventana a la que alude el título. Mi trabajo se centra en investigar tu capacidad de introspección. Tiene que ver con verte a ti mismo mirando y reflexionar sobre tus reflexiones. Un acto crítico que no hacemos lo suficiente.

-No es la primera de sus obras que invita a ralentizar, a detenerse. Tómate tu tiempo fue, de hecho, el título de su exposición en el MoMA en 2008. ¿Qué le interesa de la idea de temporalidad?
-Temas como la duración, la temporalidad y cómo nuestra experiencia del tiempo coproduce el espacio están en el núcleo de mis obras. Tienen que ver con mi principal objetivo como artista: decirle al espectador que es responsable de su tiempo. La gente suele decir que el tiempo está ahí y sólo podemos seguirlo. Se ven como productos del tiempo. Yo defiendo posturas más activas. Perder el sentido del tiempo es lo mismo que perder el sentido de responsabilidad...

-¿Y perdemos mucho ambas cosas?
-Sin duda. De hecho, para mí la crisis que estamos atravesando tiene que ver con la desconexión del tiempo. Opera siguiendo ideas estáticas. Hay una gran diferencia entre lo que se hace y lo que se piensa. La religión, por ejemplo, cuyo propósito era ser incluyente y tener compasión es fácil ver hoy lo poco empática que es. Hay valores e ideas muy marcados en la cultura, en la identidad, pero es muy difícil transferirlos en acciones. La necesidad de conexión es grande. Pasa también en el arte; sólo hay que ver el ritmo consumista de lo rápido en la visita a las exposiciones. Un modo de revalorizar el poder del arte sería revalorizar la calidad del tiempo que le dedicamos.

Caminos cortos

Olafur Eliasson habla entre líneas de las desventajas de los caminos cortos, del tiempo ganado al perder el tiempo, de la idea de celebración asociada al cruce. No es casual que algunas de sus obras tengan forma de puentes y pasillos. Tu panorama arco iris (2011) por ejemplo, instalada en lo alto del edificio ARoS Aarhus Kunstmuseum, en Dinamarca, ofrece un paseo circular y multicolor, que de nuevo refuerza la idea de que en el paisaje no hay un punto de vista único.

Máquina de expectativas

Caminar, suele decir, es una máquina de expectativas. Sólo veo las cosas cuando me muevo, titulaba unos fotograbados en 2004. "Permite que el tiempo deje espacio a las sensaciones; se convierte en una herramienta para que un espacio, un paisaje, un edificio o un escenario urbano se emocionen". Lo experimenta cada vez que vuelve a Islandia, su paisaje emocional, donde vive su familia, y el protagonista de sus fotografías. Caminos por la naturaleza tituló las muchas que presentó en la Fundación Telefónica en 2006, en el marco de PHotoEspaña, la que fue su primera exposición individual en España. La mayor revisión de su trabajo llegó dos años después a Barcelona, tras ganar el I Premio Internacional Joan Miró. La naturaleza de las cosas, se llamó.

Island Series, 1997 (detalle)

-¿Qué es la naturaleza de las cosas?
-Una ilusión. La naturaleza no existe; sólo es una construcción personal que cada uno construye. Hay quien piensa que la naturaleza es un escenario neutral, virgen, natural, pero se equivoca. Es un espacio cultural, artificial. Si lo estás mirando, es porque ya es cultura. Mi actividad física se convierte en el instrumento que le da dimensión a la naturaleza. Puedo usarla para reflejar mi presencia física. Pasa igual con la arquitectura, aunque recientemente hay muchos ejemplos de obras puramente comerciales que eliminan el contacto físico del que hablamos. En España, el caso más paradigmático es Gaudí, cuando te mueves por su arquitectura ejercitas tu presencia.

Eliasson se refiere a emociones que son acciones sin esconder la tensión que generan sus palabras, entre lo literal y lo metafórico, el escepticismo y la credulidad. La misma sensación producen sus instalaciones, que siempre tienen algo de espectáculo, sean cataratas artificiales (The New York City Waterfalls), ríos de colores (Green River) o troncos a la deriva (Berliner Treibholz). "Todo es casi real y nada es real del todo", dice desafiando aún más su apego a las paradojas. "El último salto de un punto a otro es la imaginación", añade.

El ocaso de la belleza

-Y la belleza en sus obras, ¿es imaginación o realmente está ahí?
-La belleza es una de las cosas en las que uno debería tener confianza, como la fe o el arte, pero no debe ser explotada por ningún sistema. Hay miedo a reclamarla y es un error. También es erróneo imponerle reglas. La belleza conecta con aquello que conocemos como certeza, con nuestros recursos emocionales. Es lo contrario del miedo.

-¿Cree que el arte es hoy más efímero que antes?
-Sí, y una de las razones es porque el resto del mundo se está volviendo 'más sólido'. Me refiero a que se basa en cuantificar cosas. El éxito en el arte, por ejemplo. Otro error. Ocurre lo mismo que con la belleza, es como si el mundo tuviera miedo a lo efímero. El arte no lo tiene y por eso tengo mucha confianza que tomará un papel líder en nuestra sociedad. Debemos sugerir a los políticos que utilicen más la creatividad y el lenguaje del arte como forma de conectar con los tiempos en los que vivimos, ya que parecen estar muy desconectados. Sí, lo sé, el lenguaje del arte puede ser muy elitista a veces y lleva a muchos a preguntarse por qué los artistas viven en un planeta distinto. Pero la razón por la que es muy inspirador es porque el arte convierte las ideas en acciones. Es dar cuerpo a un instinto, tener la habilidad de conectar.

Harpa, Reikiavic, 2013

-Y los museos, ¿cree que tienen la habilidad de hacerlo?
-Hay muchos museos con baja autoestima, cuando entras en ellos puedes sentirla. Te dejan indiferente, que es un rotundo fracaso. Aunque el museo con la autoestima alta te ofrece un reality check, un golpe de realidad. Hacen que te enfrentes a ella, te colocan más allá de la ilusión. Un buen ejemplo es el Museo del Prado, un lugar al que ir a poner a prueba tus valores.

Pequeño ilusionista

De Madrid dice, también, que es el mejor sitio para trabajar en primavera. En la próxima, y en la galería Elvira González, presentará nuevas obras. En ellas trabaja ahora, junto a exposiciones en Copenhague y París, también en 2014. Además, sigue con littlesun.com, "un proyecto sobre el medio ambiente, sobre cómo conectar con él y sentirse energizado; es una pequeña lámpara solar que estoy intentando distribuir en lugares donde no tienen acceso a fuentes de energía".

Otra energía, aunque colectiva, es la que mueve sus últimas investigaciones con los colores. "Me gustaría desarrollar una teoría basada en un grado superior de relatividad, de subjetividad, desde un punto de vista científico-social. ¿Cómo se percibe el color en una dinámica de grupo?", añade. En la cabeza tiene también el oro que recubre los lomos de los libros de la Real Biblioteca de El Escorial. "Cuando el sol entra por la ventana, todo el oro de los libros brilla formando un muro de conocimiento dorado. Ese brillo me tiene fascinado". Un brillo que es el protagonista de su proyecto arquitectónico Harpa, el auditorio y centro de conferencias en Reikiavik diseñado junto a Henning Larsen Architects y Batteríið Architects, ganador del Premio Mies van der Rohe 2013.

-Su escueta frase-definición inicial se ha convertido en un largo texto... ¿Y si dejamos a Olafur Eliasson en una sola palabra?
-Si fuera una palabra sería bienvenido.