Image: Sara Barker

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Arte

Sara Barker

Mary Mary, Glasgow. Del 5 de junio al 31 de julio

5 julio, 2010 02:00

Sara Barker: En pointe, 2009

Sara Barker es una de las jóvenes promesas de la escena británica y una de las artistas que con mayor criterio está abriendo nuevos caminos en el terreno de la escultura.

Sara Barker nació en 1980 en Manchester. Esta es su segunda exposición en Mary Mary, la galería que la representa, una de los espacios más interesantes de Escocia, pero, a buen seguro, su trabajo podrá pronto verse con regularidad en alguna de las grandes galerías europeas y estadounidenses. De hecho, estos días puede verse obra suya en Carlier Gebauer de Berlín tras haber participado recientemente en colectivas importantes, una de ellas en la prestigiosa Andrea Rosen, de Nueva York. Su trabajo es escultórico. Hace suyos presupuestos modernistas y los reactualiza. Toca a Giacometti, toca a David Smith, incluso a Brancusi...

En la exposición que estos días puede verse en Mary Mary, titulada Images, Barker acude a la literatura de Virginia Woolf, Doris Lessing y May Sarton, autoras a través de las cuales la artista sugiere una percepción de tipo espacial en la que no hay que descartar referencias a lo femenino. Su obra nace indudablemente del dibujo, pues sus esculturas parecen líneas temblorosas proyectadas en el espacio. Hay que hacer especial hincapié en esa sensación de fragilidad que desprenden las obras. Se sitúan en un terreno opuesto al de las grandes obras de la escultura minimalista de los sesenta, en las antípodas de Richard Serra o Donald Judd, artistas que, aunque ya trabajaban en el ámbito del proceso y se alejaban cada vez más de la obra acabada, resumían su trabajo en una notable rotundidad formal.

Sara Barker viene prestando una atención creciente a la relación entre sus piezas y el contexto espacial que las acoge. El suyo es un ejercicio autorreferencial pues se detiene ante el comportamiento de sus esculturas y estudia cómo se yerguen, cómo se repliegan, cómo se sostienen... Hay un componente pictórico que podría entenderse como un trazo que se extiende en el tiempo y el espacio, que quiere formalizarse con vehemencia pero que no logra trascender una situación de precariedad y dudas. Son tan precarias, que uno parece asistir a un trabajo bidimensional antes que a una escultura tridimensional. Hay piezas que albergan resonancias de puertas o ventanas, vanos que mantienen una escala humana y que se relacionan a un mismo tiempo con el espectador y con el espacio. Y es que el interés por el espacio, por la dualidad interior-exterior, tiene que ver con ese otro contraste que dimana de la relación entre lo subjetivo y lo objetivo, esto es, la percepción interior de la artista sobre su espacio de trabajo y, a un nivel más amplio, su condición de creadora en un contexto global.

Son definitivamente quebradizas estas formas abstractas de Barker. Su adhesión a los códigos escultóricos contemporáneos ha sido férrea y decidida. El título de la muestra, Images, es altamente revelador de los presupuestos que cimentan su trabajo. Alude la artista a la cualidad volátil de su obra, la capacidad de recibir influencias desde los sectores más inesperados. La ficción, la memoria, la percepción espacial… Se refiere asimismo a su interés por las formas reflejadas en el agua, cuyos contornos son fugaces y difícilmente aprehensibles, vaporosos. Por eso ha habido comentaristas que han hablado más de estructuras que de esculturas, como si todo estuviera aún por suceder pues lo que se ha formalizado no es más que una suerte de tramoya sobre la que actuar. Y sin embargo ahí están, manteniendo milagrosamente su bellísimo equilibrio.