Arte

La parada de Diane Arbus

Revelaciones

2 marzo, 2006 01:00

Una familia en su jardín, un domingo en Westchester, Nueva York, 1968

Com.: E.Sussman y S.Philips. Caixaforum. Marqués de comillas 6-8. Barcelona. Hasta el 14 de mayo

"La fotografía es un secreto que habla de un secreto. Cuanto más te dice, menos te enteras", aseguró Diane Arbus (1923-1971). Quizá por eso, tras el suicidio de la artista neoyorquina en 1971 su familia decidió custodiar su memoria con celo ejemplar. Patricia Bosworth, modelo y amiga de la fotógrafa, logró salvar todos los obstáculos para recrear su vida en el libro Diane Arbus (Lumen), en la que describe sus hallazgos estéticos, sus obsesiones y sus infiernos emocionales.

Diane Arbus. Revelaciones se presenta como la más amplia muestra realizada sobre la fotógrafa americana en los últimos treinta años y en ella han colaborado diferentes instituciones internacionales. En las salas de Caixaforum se han reunido unas doscientas imágenes, además de documentos y libros, que ofrecen una visión panorámica de su itinerario.

La exposición incide claramente en el carácter fetichista del autor con la recreación de su sala de revelado y la exhibición de cartas, documentos y objetos personales de la artista. Más que una propuesta de revisión o relectura, la muestra pone el acento en la leyenda de Diane Arbus. Aunque también es cierto que hoy no podemos dejar de ver a la fotógrafa si no es a través de su leyenda. Y el personaje de Diane Arbus se identifica con lo abyecto, con el gusto por lo "anormal", por transgredir el límite. Sus fotografías son galerías de marginados sociales, una especie de museo de los horrores, una suerte de estética de lo morboso. Pues incluso cuando su mirada se dirigía a personas de un entorno socialmente integrado, ella sabía captar lo siniestro, lo esperpéntico. En este sentido esta cita de la artista es muy significativa: "Ves a alguien por la calle y lo que ves es que algo falla". Este es el mundo de Arbus, por el que se sintió hipnotizada y que fotografió obsesivamente.

Sin embargo, hoy no tenemos la misma percepción que en los años 70: lo que entonces se veía como morboso ahora nos puede parecer naïf; lo que antes se situaba fuera de los límites hoy ocupa el centro de la producción cultural. El encanto, la ternura incluso, que puede inspirar la fotógrafa a los ojos actuales se debe a la sensación de asistir a una especie de arqueología de lo enfermizo, lo inmoral o lo prohibido.

Sea como sea, ella trasformaba este "fallo" que veía en los seres humanos en espectáculo. Enanos, deformes, diminuidos mentales… eran los actores de su circo de esperpentos. Diane Arbus fotografió algunas atracciones de monstruos humanos en barracas de feria; pero con esta misma actitud retrató también a sujetos "normales", observando en ellos su dimensión freak. No cabe duda de que se trata de un espectáculo de una gran intensidad: es lo extraño, lo perverso, lo maravilloso… Pero es también un espectáculo que el visitante observa como a través de una ventana o de la televisión, como algo lejano con lo que no se implica.

Se ha dicho con razón que los modelos de Diane Arbus parecían no ser conscientes de cómo ella los captaba y que por ello se prestaban a posar con una ingenuidad y una falta de pudor increíbles. Más aún, se diría que los fotografiados, esa fauna freak, estaban dulcemente agradecidos porque alguien les prestara un poco de atención. Ello está relacionado con el método de trabajo de Arbus. Ella no se sirve de la instantánea; cualquiera de sus fotografías está calculada como si hubiera sido realizada en estudio. Arbus se dirigía a cualquiera digno de su interés que encontraba por la calle y entablaba una relación con su modelo que terminaba por ganarse su complicidad y minar sus defensas. Después lo fotografiaba. O mejor, lo dominaba… le sacaba lo que quería y lo que quería es esa cosa que "falla". Los fotógrafos utilizan unas estrategias para captar a los modelos "sin pose". Esta pose es una suerte de puesta en situación -de cómo queremos vernos y ser vistos- que todos adoptamos cuando nos disparan una foto. Sin embargo, los profesionales saben cómo romper esta autoprotección del fotografiado. Yo no sé si este estado "virgen" que persiguen revela algo, si es una especie de "imagen natural" o si es sólo una postura de extrañeza ante la cámara. En todo caso, lo que busca Diane Arbus es aquello que "falla" y que por un instante aparece ante el objetivo, es decir, un algo independiente al modelo o de lo que al menos éste no es del todo consciente.

El final de la leyenda de Diane Arbus nos cuenta que fue devorada por este universo. Más que dominar a sus modelos como fotógrafa, Arbus fue dominada por este mundo. Yo me la imagino como aquella mujer que se casa con el enano de la película La parada de los monstruos (Freaks, 1932) de Tod Browning. Al intentar integrarse y penetrar en esta comunidad de deformes personajes de circo acaba transformada ella misma en un freak. ésta es la venganza de los monstruos. Diane Arbus se suicidó abriéndose las venas en su apartamento de Nueva York. Ella misma acabó confundiéndose con aquel universo que tanto le fascinaba y que al mismo tiempo le horrorizaba.