Image: Brossa, ese jugador empedernido

Image: Brossa, ese jugador empedernido

Arte

Brossa, ese jugador empedernido

Juegos y caminos de Joan Brossa

17 marzo, 2005 01:00

Tándem, 1988. Objeto, 47 x 107 x 28

Comisaria: Maria Lluïsa Borràs. Museo es Baluard. Plaza Puerta de Santa Catalina, s/n. Palma de Mallorca. Hasta el 3 de abril

Era sin duda un gran maestro. Un agudo intérprete de su tiempo que hizo sinónimos el arte y la vida y abrió caminos a la creación plástica, a la poesía y al pensamiento visual y escrito. Un artista tocado por la gracia de la inteligencia que navegaba libremente por todos los lenguajes creativos sin sentirse nunca tentado a instalarse en los muchos "juegos" o "caminos" que exploró.

Hablamos, naturalmente, de Joan Brossa (Barcelona, 1919 - 1998), de ese fantástico prestidigitador de la imagen y la palabra en cuyas manos la realidad fue siempre la más sumisa materia. Hablamos de ese gran artista de espíritu inconformista y puntilloso que con un solo toque combinaba lo imposible y transformaba una imagen banal, un hecho intrascendente e irrisorio en una aguda reflexión, una metáfora visual cuya carga de profundidad política y social y su personalísima sensibilidad plástica eran inconfundibles. Se burlaba sanamente de aquellos tópicos culturales, de aquellas jerarquías con que los hombres disfrazan sus limitaciones. Probablemente su sentido del humor y su capacidad para revestir de ironía aquello que nos duele u ofende no haya tenido ni tenga réplica. Reivindicado como modelo ético y estético por varias generaciones de creadores, su sutileza y el modo, agudo y mordaz, inofensivo y tierno, con que nos enfrentaba a nuestras debilidades y nos hacía cómplices de sus transgresiones, eran únicos.

Procedentes en su mayoría de la Fundación Joan Brossa, las sesenta y tres obras que integran la exposición Jocs i camins de Joan Brossa que ha comisariado Maria Lluïsa Borràs, propone una cumplida aproximación representativa de la obra del genial artista catalán. Organizada en conjuntos temáticos que desgranan algunas de sus inquietudes más persistentes, como la palabra y el alfabeto, el paso del tiempo, el simulacro y la metamorfosis, la poesía, la crítica del entorno, etc., la muestra enfatiza ese carácter lúdico y experimental que unifica la obra del artista.

Amigo de sus amigos, Joan Brossa gustaba de realizar libros en colaboración con otros artistas. Esta importante faceta creativa de Brossa, así como su estrecha y duradera relación con la poesía visual y escrita queda bien patente en el conjunto de ediciones que integran la muestra. De entre ellas, destacan las realizadas con Joan Miró -a quien le unía una especial complicidad-, con Antoni Tàpies y Eduardo Chillida, pero también nos llama la atención una de sus últimas ediciones, Aigua de Foc, que forjó en colaboración con un joven escultor catalán residente en Mallorca, Josep Maria Sirvent y editó el Centre Cultural Contemporani Pelaires.

Un total de treinta y siete poemas objeto (entre los que se cuenta el que es propiedad de Es Baluard, Parany, de 1986) y veintiséis poemas visuales, esparcen ese mundo brossiano, mágico y burlón, en el que se cumple la máxima de tomarse la vida como un juego "muy serio", un juego en el que el oponente es siempre el espectador. Elemento imprescindible de esa singular "partida", Joan Brossa se dirige a ese individuo informado que habrá de ser capaz de relacionar los indicios puestos a su alcance y que sabrá aportar la información oculta. Y es que ni lo evidente ni lo exhaustivo encajaban en esa concepción culta del arte que llevaba a Brossa a sintetizar al máximo sus metafóricas creaciones visuales, haciéndolas, si cabe, más atractivas.

Joan Brossa cultivó también la instalación y el cine, la escenografía teatral, la edición literaria o el cartel. Demostrando un premonitorio sentido integrador, en él todos lenguajes artísticos no eran más que manifestaciones paralelas de un mismo proyecto artístico y vital. La sugestiva instalación Paz pánfila y la película No contéis con los dedos, realizada en 1967 en colaboración con Pere Portabella, ejemplifican algunas de estas actividades.

Poliédrico, polifacético, plural como la vida misma, no cabe duda de que la obra de Brossa posee todavía ese don de rebelarse y de revelar.