Image: Kuitca. Cartógrafo del hombre

Image: Kuitca. Cartógrafo del hombre

Arte

Kuitca. Cartógrafo del hombre

20 febrero, 2003 01:00

Sin título, 1992. Foto: M.R.

Palacio de Velázquez. Parque del Retiro. Madrid. Hasta el 28 de abril

Argentino de origen judío, genio precoz, interesado por el psicoanálisis y abrumado por la historia, reconocido internacionalmente como artista, pintor, escenógrafo y autor teatral, Guillermo Kuitca -del que el Palacio de Velázquez recoge una extensa retrospectiva enclavada entre 1982 y 2002, comisariada por Paulo Herkenhoff y Sonia Becce-, parece haber cerrado un ciclo vital al inicio de la cuarentena, pues nació en 1961. Cuando otros alcanzan la madurez artística, él ya la ha arraigado y afianzado, podría decirse que sin fisuras.

A mi modo de ver, si hay algo que defina la motivación de sus dibujos, lienzos y cuadros, esto es la presencia humana, la existencia de la persona tanto en su representación figurada como en su ausencia manifiesta. De ahí, seguramente, su preferencia por el ámbito doméstico -desde el que genera una lectura y un memorial de las relaciones familiares y parentales-; también por el interior de su taller, por los escenarios en los que se representa una pieza o se interpreta una danza -y en la que tanto los actores o espectadores pueden ser o no ser concurrentes-; igualmente, por las plantas de recintos íntimos metamorfoseados o por las topografías y mapas de geografías mentales e imaginarias, que vienen a extenderse y desplegarse por colchones caseros y por paredes blandas; cartografías que, en no pocas ocasiones, se trazan mediante objetos simbólicos o emblemáticos del dolor y la angustia: jeringuillas, ramas espinosas, etc. Por último, muestra también interés por los alzados de teatros famosos de distintas ciudades o las plantas y frentes de mansiones o palacios que poseen por sí mismos significados culturales contradictorios.

Este universo iconográfico resulta vivo a la vez que penetrante en la mirada y la memoria del espectador, merced a la versatilidad y coherencia de la pintura de Kuitca. Deslumbrantes resultan los dibujos de pequeño formato, de extrema sencillez figurativa, de los primeros años ochenta, así la serie Nadie olvida nada. Así, también, la configuración de los espacios, el aprovechamiento cinematográfico de la luz y las sombras, la apropiación de fotogramas o secuencias míticas del séptimo arte -la escalinata y el cochecito de El acorazado Potemkin- o de imágenes populares de la historia de la propia pintura -la cama de la habitación amarilla de Van Gogh-. Del mismo modo que sus planimetrías y vistas arquitectónicas, bien se sirvan de los falsos sistemas modulares, bien las diluyan en un magma acuoso, tanto si se inclinan por la monotonía, como si revuelven varios colores, poseen una inquietud inmóvil que emerge de la riqueza de la superficie pintada y tocada.

Por otra parte, desde 1991, año de su creación, el Programa de Becas para Artistas Jóvenes Guillermo Kuitca, proporciona a éstos talleres, medios multidisciplinares y la colaboración directa con su promotor. En ésta su cuarta convocatoria, un numeroso grupo de los seleccionados exponen en estos días en la galería Fernando Pradilla, de Madrid. La muestra ha sido organizada por Sonia Becce (coordinadora del proyecto de becas desde su inicio) y en ella participan Marina de Caro, Roman Vitali, Dino Bruzzone, Paula Grandio, Raúl Flores, Daniel Joglar, Alejandra Seeber, Varda Caivano, Manuel Esnoz, Nuna Mangiante, Silvana Lacarra, Mónica van Asperen y Ruy Krygier.