Ignacio-Echevarría

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El Cultural

Ignacio Echevarría: "Mis críticas son mi rastro como lector, mi autobiografía"

Sabio, libérrimo y seductor, el crítico publica 'El nivel alcanzado', una selección de críticas y conferencias escritas a lo largo de más de veinte años

4 noviembre, 2021 13:02

Prologado y seleccionado por Andreu Jaume, por las páginas de El nivel alcanzado (Debate) pasean Kafka y Coetzee, Stendhal y Lobo Antunes, Murdoch y Camus, Canetti, Steiner y Gide... Así que, si somos lo que leemos más que lo que escribimos, imposible no preguntar a Ignacio Echevarría (Barcelona, 1960), en primer lugar, qué dicen de él estas críticas, cómo le retratan.

La respuesta es, como siempre, contundente: "Creo que era Ricardo Piglia quien decía que la crítica es la forma moderna de la autobiografía. Las críticas que me ha correspondido escribir son, en buena medida, mi rastro como lector. Y dado que leer ha sido y sigue siendo una de mis actividades preferentes, asumo que, en efecto, lo que dicen mis críticas acerca de mí tiene que ver bastante con lo que soy, con lo pienso, con lo que he vivido", comenta.

Pregunta. Reúne en este libro criticas literarias, conferencias y prólogos escritos a lo largo de veinte años: ¿cuál ha sido su criterio de selección?

Respuesta. Tanto la iniciativa de armar este libro como la selección de sus materiales se debe a Andreu Jaume, que es quien debería dar cuenta de ese criterio, que en lo sustancial consiste, como  queda claro en el subtítulo, en recoger lo más valedero de mi actividad como comentarista de autores y libros extranjeros, siendo que mi perfil como crítico se ha proyectado sobre todo en el campo de la narrativa en lengua castellana.

P. ¿Es muy raro el “don de la crítica” hoy en España?

R. Más que raro, es infrecuente. Y cómo iba a no serlo cuando apenas sobreviven plataformas donde se ejerza, y encima se trata de una actividad endémicamente mal pagada, una de las razones por las que carece de una sólida tradición.

P. ¿Cree, con Andreu Jaume, que la esfera pública del siglo XXI, a través de las redes, ha desactivado la idea de “autoridad” que usted defiende? ¿Con qué consecuencias?

R. El tema al que apunta Andreu Jaume es sin duda cardinal, y toca la médula del estatus actual de la crítica, que en efecto se resiente del “plebiscitarismo” que ha fomentado Internet. Pero ante esta situación no cabe adoptar posiciones jeremíacas ni derrotistas. Hay que refundar un nuevo concepto de autoridad, pienso yo, atento a las justificadas suspicacias que el ciudadano siente hacia cualquier amago de la misma. Y hay que refundarlo, se me ocurre, a partir de la necesidad de amparo y de orientación que a pesar de todo siente el consumidor cultural frente a la oferta abrumadora e indistinta del mercado. Puede que la fórmula pase por rescatar el concepto de comunidad lectora que ensayaron, por ejemplo, los clubs de libro, o que prospera en ciertas redes o círculos de lectura. No sé, improviso, pero algo habrá por hacer.

Un "santoral" literario lejos del canon

P. ¿No ha sentido la tentación de cambiar algo en alguno de los ensayos incluidos, o añadir a algún autor que haya descubierto después?

R. Me importa hacer constar que este volumen no propone, ni mucho menos, ningún tipo de canon. Además de los que aquí comento, sigo admirando y descubriendo decenas de autores y de libros. En realidad, sólo de unos pocos he tenido la oportunidad de pronunciarme, muchas veces por circunstancias hasta cierto punto azarosas, que por otro lado me invitaron a descubrir no pocos de ellos. Esos son los que comparecen en este volumen. Pero mi “santoral” literario, insisto, comprende muchos más autores de aquellos de los que me he podido ocupar.

P. Uno de los textos inéditos del volumen es una conferencia sobre Iris Murdoch: ¿de dónde nace su fascinación por esta autora, qué nos perdemos si no la leemos?

R. Pues se pierden una fuente casi inagotable de felicidad, de diversión y de conciencia moral. Se trata de una autora edificante, en el mejor sentido del término.

"Hay que refundar un nuevo concepto de autoridad, pienso yo, atento a las justificadas suspicacias que el ciudadano siente hacia cualquier amago de la misma"

P. ¿Cómo se relacionan, cómo se influyen y condicionan el crítico literario y el editor que sigue siendo usted?

R. Se trata de dos actitudes lectoras complementarias, que se refuerzan y enriquecen mutuamente. Lo que más me gusta de El nivel alcanzado es que, junto a reseñas propiamente dichas, perfiles periodísticos y conferencias, mezcla textos “editoriales”, es decir, prólogos, notas del editor, presentaciones, paratextos que segrega uno cuando asume el cuidado de un libro.

P. De los autores analizados en estas páginas, ¿quién es el más injustamente ignorado o minusvalorado en España?

R. Casi todos son autores más o menos indiscutibles e indiscutidos. Apenas un par de ellos, que gozaron de gran popularidad y predicamento en su día, están arrinconados hoy en el desván de los autores demodés: Paul Bourget, Émile Zola, quizá Malraux y Giorgio Manganelli. Pero de ninguno de ellos puede decirse propiamente que esté minusvalorado.

P. ¿De verdad cree que la reseña de literatura extranjera cumple un papel muy distinto al de la reseña de novedades en la propia lengua?

R. Pues claro, ¿por qué iba a decirlo si no? Creo que, para constituirse en un servicio público, el reseñismo de actualidad debe ser esencialmente enjuiciador y cartográfico. Al reseñismo de autores extranjeros clásicos o más o menos consagrados, como lo son todos aquellos de los que me ocupo en el libro, le conviene antes ser orientativo e incentivador.

Una pasión reencauzada

P. ¿No teme que se le acusen de visión heteropatriarcal por no reunir más reseñas de escritoras, como Virginia Woolf, Natalia Ginzburg o Isak Dinesen?

"La fórmula de reseñismo que cultivé en su momento está prácticamente agotada, y reincidir en ella me llevaría al mismo callejón sin salida".

R. Menciona a dos autoras, Virginia Woolf e Isak Dinesen, que ocupan un lugar destacado en mi “santoral” literario. Conviene tener en cuenta que la mayor parte de los textos reunidos en El nivel alcanzado responden a circunstancias concretas, y en su mayoría son textos de encargo. Ya ha quedado claro que no componen un canon personal, no al menos propiamente. Reflejan mis inclinaciones y mis gustos de una manera sesgada. Como reseñista —y no se olvide que no pocas de las piezas recogidas en El nivel alcanzado fueron en su día reseñas—, padecí la tendencia de tantos suplementos y revistas literarias a confiar a mujeres las reseñas de libros escritos por mujeres. Puede que sea una práctica justificada desde según qué puntos de visita, pero en su momento redujo mis oportunidades de ocuparme de escritoras por las que siento interés y aprecio.

P. ¿Jamás ha sentido la tentación de volver a ejercer como crítico literario?

R. La verdad es que no, por tres razones fundamentales. Entiendo, en primer lugar, que la fórmula de reseñismo que cultivé en su momento está prácticamente agotada, y reincidir en ella me llevaría al mismo callejón sin salida. Por otro lado, gracias sobre todo a la columna que me brindó hace ya mucho El Cultural, he reencauzado mi pasión crítica en una fórmula más amplia y abierta, menos específicamente literaria. Por último, pienso que el periodo de actividad del reseñista profesional tiene o debería de tener fecha de caducidad. Uno ha de ser consciente de que con la edad pierde antenas, capacidad de percepción, de conexión con las tendencias emergentes. Y además, al menos en mi caso, uno se hace más codicioso de su tiempo como lector, pierde curiosidad y generosidad para prestar atención a libros que no le llegan previamente filtrados y recomendados.

P. Para terminar: ¿qué le debe este libro a Andreu Jaume, hubiese sido posible sin su complicidad?

R. Todo, se lo debe todo. Andreu Jaume, a quien en efecto me une, además de la amistad, una profunda complicidad intelectual, me persuadió de recoger los materiales que componen el libro. Él mismo los seleccionó, ordenó y presentó, e impulsó su publicación. El título mismo es suyo. Tan autor de un libro es quien lo concibe y lo hace posible como quien lo escribe. Tiendo a problematizar y a amplificar el concepto de autoría, ese fetiche romántico. En buena medida, El nivel alcanzado es un libro de Andreu, y así queda dicho al frente del volumen.