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El Cultural

Andrés Trapiello: “Madrid no tiene identidad propia, reúne las de toda España”

El escritor publica ‘Madrid’ (Destino) un fresco histórico, social, cultural y literario de la ciudad, cuyo carácter define como “mestizo y acogedor”, y cuya geografía y habitantes reivindica con pasión

21 octubre, 2020 20:02

“El día que decidí venir a Madrid fue el más importante de mi vida”. Así de rotundo comienza el escritor Andrés Trapiello (León, 1953) su última y monumental aventura literaria, Madrid (Destino) una suerte de biografía exhaustiva de la ciudad que el escritor, famoso por sus personalísimos diarios y su afición por el Rastro, entrevera con anécdotas y recuerdos propios. Historia y memoria mezcladas con un estilo literario propio de la mejor narrativa que sirven al autor para dar cuenta del amor que siente por la ciudad a la que llegó hace 45 años y de la que lleva fuera siete meses, tras confinarse en Extremadura.

“Describir una ciudad es muy difícil y hacerlo además con una que quieres mucho es aún más complicado.Es parecido al proceso de creación de los personajes de una novela, el asunto se complica doblemente cuando es alguien al que amas como tu padre o madre. Crees que los conoces bien y te das cuenta de que hay miles de cosas que nunca has hablado con ellos, que no conoces”, ha señalado el autor, que para dar cuenta de lo hercúleo del empeño ha destacado que pasó con esta obra cinco años, cuando otros de sus destacados ensayos, como Las armas y las letras, su reconocido recorrido por la literatura olvidad de la tercera España que el año pasado cumplió 25 años “lo terminé en solamente tres meses”.

Además de la documentación, que le ha hecho leer centenares de libros sobre la ciudad, pues "Madrid es una ciudad con una trayectoria de once siglos y se ha registrado en millones de documentos y libros”, Trapiello ha dedicado el tiempo a tratar de plasmar la ciudad “como se la mostraría a un amigo. Primero recorriendo lo que más me gusta y mis vivencias en ella, y luego también la parte fosilizada o histórica, que también debe estar, aunque nos guste menos. Básicamente trato de demostrar mi pasión por la ciudad al lector. Este es un libro que, si no es por amor, por tratar de saldar una deuda insaldable, no se podría escribir".

Ni maquetos ni charnegos

Una gratitud que el escritor guarda hacia la ciudad desde que llegó a ella con 17 años, huyendo de su León natal ante la ira de su padre, excombatiente falangista en la Guerra Civil, por sus simpatías con el mundo comunista. “Cuando llegué solo conocía las calles por el Monopoly, pero desde el principio me sentí integrado. Aquí a diferencia de en otras regiones, quien llega de fuera no es un maqueto o un charnego. Madrid no tiene identidad propia, reúne en ella las de toda España”, asegura Trapiello.

"Madrid es la ciudad de la lucha por la vida por antonomasia, dos tercios de quienes vivimos aquí hemos venido de fuera precisamente a eso"

“Madrid es realmente acogedora y hospitalaria, se presta a todo el mundo. Desde Felipe II, es una ciudad hecha de aluviones, lo que le da un carácter especial”, apunta el escritor. “Para mí, la palabra que define a Madrid es mezcla, es una ciudad mestiza, híbrida, compuesta de muchas culturas”, defiende. “Además, aquí todo el mundo arrima el hombro. Madrid es la ciudad por antonomasia de la lucha por la vida, dos tercios de los ciudadanos que vivimos aquí hemos venido de fuera precisamente a eso, a ganarnos la vida”.

Un carácter sufridor que Trapiello alienta a recordar en estos duros momentos de la pandemia, asegurando que la situación no dejará un rastro duradero pues “la memoria tiene un límite. Como decía Nietzsche, un exceso de ella mata la vida. Esto del coronavirus es como una pesadilla que turba dos, tres o cuatro días, pero que al final termina pasando”. En este sentido, el escritor recuerda otros momentos muy duros vividos por la capital, como la tragedia del aceite de colza o los atentados terroristas de Atocha y del 11-M. "El madrileño es, en general, bastante estoico y, como este libro, Madrid es una ciudad luminosa que siempre logra despejar las sombras”.

Libertad en grado sumo

Entre otros tópicos que desmenuza el escritor se halla el de la madrileñofobia o la madridtirria, como le llama él, que, aunque parece recrudecida con la pandemia, afirma que existen desde que Felipe II la hizo capital de España y que ya Ortega y Gasset consignaba entonces. “No es un invento de ahora, esto ha sido una constante porque Madrid es el centro político, económico, cultural, deportivo... del país, lo que siempre concita críticas y envidias”, defiende. Sin embargo, Trapiello apunta que “a diferencia de otros lugares de España, donde la victimización es parte de un negocio también político, en Madrid la gente nunca se queja de esto. En el resto de España creen que aquí las cosas son más sencillas, cuando ocurre al contrario. Madrid es libertad en grado sumo, sí, pero la vida es más difícil que en cualquier otro lugar del país”.

"En el resto de España creen que aquí las cosas son más sencillas, cuando ocurre al contrario. Madrid es libertad en grado sumo, sí, pero la vida es más difícil"

En este sentido, el autor apunta que Madrid “es difícil de gobernar porque hay muchísima gente y esta es de todas partes del mundo”, algo que sin embargo arroja ciertas ventajas, como que “al ser una sociedad tan mixta, tan heterogénea, no hay xenofobia o brotes de racismo”. No obstante, Trapiello advierte con preocupación creciente la deriva política nacional, una clase política “completamente dividida cuya lucha se siente antes en Madrid, pero tiene su reflejo en todo el país. A los que creemos en esta Constitución, a los demócratas, nos gustaría que hubiera más consenso”, reconoce.

A vueltas con las estatuas

Puestos a hablar de política, el escritor ha finalizado su charla entrando a valorar la reciente polémica por la retirada, a propuesta de Vox, de las estatuas de Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto, ministros socialistas durante la II República. “No me ha gustado que se presentara la propuesta de los dos en el mismo bloque, porque esto no es el Rastro y no estamos haciendo lotes. Largo Caballero era uno, Indalecio Prieto otro. El tratamiento debería haber sido diferente”, aseguró serio.

Trapiello, que en su día fue miembro del Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid que debió decidir el nombre de 350 calles de la ciudad y que ha juzgado aquella ley aprobada por el Gobierno de Zapatero como “bastante mala”, se mostró partidario de “remover ciertas cosas del pasado, pero encontrar el límite es complicado”. Por ejemplo, el escritor relato cómo fue el alcalde socialista Enrique Tierno Galván quien se opuso, ya en democracia, a la retirada de la estatua ecuestre de Francisco Franco y para compensar, le dio una a Largo Caballero.

"Aplicando estrictamente la ley Unamuno no podría tener una estatua o calle con su nombre, porque se adhirió al golpe de Estado desde el principio"

“Fue una decisión política. Los prietistas, grupo socialista contrario entonces a los caballeristas, dijeron que ellos también querían una y también se la dieron. La de Franco terminó saliendo, lo que me parece bien, porque Madrid sería insoportable si siguiera el monumento a Franco, pero es que la de Largo Caballero nunca debió estar”, defiende el escritor, que asegura que, a pesar de la defensa a la estatua del controvertido ministro socialista, “no he leído estos días ni un solo argumento de nadie que diga las virtudes humanas, políticas y democráticas que le hacen merecedor de una estatua. Ni una. En cambio, sí mantendría a Prieto”, recalcó.

El caso de Prieto, mucho más moderado que su radical camarada lo juzga Trapiello diferente, porque “pese a promover el golpe de Estado en el 34, se arrepintió de ello toda su vida y tras la guerra buscó sinceramente una reconciliación”. Y es que, a juicio del escritor, todos estos debates absurdos surgen de los defectos de la citada Ley de Memoria Histórica, que, según explica “se puede infringir de varias maneras y es tan incoherente que aplicándola estrictamente alguien como, por ejemplo, Unamuno no podría tener una estatua, calle o instituto con su nombre, porque se adhirió al golpe de Estado desde el principio, aunque tres meses más tarde renegara”, explica. Es por ello, que para concluir con el tema, Trapiello sentencia que “legislar sobre la memoria es muy complicado porque es una facultad personal de los ciudadanos, y entrar en didactismos no nos lleva a ningún sitio”.