Gianni-Vattimo

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El Cultural

Gianni Vattimo: "Necesitamos una sociedad de diálogo, no de autoridad"

"Este libro es mi legado", reconoce el filósofo italiano sobre 'Alrededores del ser', una recopilación de 31 ensayos en los que el pensador atraviesa todas las estancias de su producción intelectual, marcada por la idea de "pensamiento débil", y las confronta con la realidad actual

27 mayo, 2020 09:04

Con estupor y resignación ha vivido el filósofo Gianni Vattimo (Turín, 1936) estas últimas semanas de reclusión, que han afectado poco a su rutina y mucho más a su ánimo. Aquejado de una forma de Parkinson ligero que limita mucho sus movimientos, lo que más ha extrañado es su ritmo habitual de trabajo, pues ha estado aislado de sus colaboradores. Y es que a pesar de tener bien cumplidos los ochenta, el pensador italiano se muestra infatigable, como demuestra en su último libro, Alrededores del ser (Galaxia Gutenberg), una recopilación de 31 ensayos fechados en los últimos quince años en los que el italiano aborda la influencia y las consecuencias que ha tenido su idea del pensamiento débil posmodernista en campos tan variados como la política, la religión, la sociedad y, por supuesto, la propia filosofía.

Pregunta. En este nuevo volumen reúne una treintena de textos variados que funcionan como corolario de su pensamiento filosófico, ¿qué articulan estos ensayos?

Respuesta. Todos estos escritos son el resultado de reflexiones de los últimos años relacionadas con la exploración de las, por así decirlo, consecuencias del pensamiento débil, que sigue siendo mi orientación central. Abordando varios elementos de la actualidad, como la religiosidad, el papel de la publicidad, la política latinoamericana, la transparencia del poder público, la evolución de la tecnología; y otros más puramente filosóficos como la hermenéutica o el nihilismo, me planteo las posibilidades que sigue ofreciendo la multiplicidad de perspectivas, el diálogo y la apertura de miras, señas del pensamiento débil. Todo ello tamizado por muchos de mis clásicos como Nietzsche, Marx, Wittgenstein, Gadamer y, claro, Heidegger.

P. ¿Haciendo ese repaso, siente en peligro esa idea nuclear de su pensamiento que proclama la muerte de la verdad absoluta y dogmática? ¿Asistimos hoy a un refortalecimiento del pensamiento fuerte, fundamentalista, radical y ortodoxo?

"Hoy la ciudadanía es fuertemente oprimida con dos mitos, el del bienestar infinito y el de la seguridad, que son las herramientas del populismo"

R. Mi crítica a la metafísica, es decir, a la verdad como fundamento, ataca el doble papel de esa verdad como legitimadora del poder y las jerarquías y como legitimadora de la violencia que ejerce ese poder. Hace años, cuando escribí La sociedad transparente, pensaba que en una sociedad babélica, caótica, es decir plural, uno es más libre. Y sí, lo es, pero solo si hay una babel verdadera. Por el contrario, si la pluralidad es falsa, si en realidad todo pertenece a pocos sujetos, todo este efecto liberador no ocurre. Y eso es lo que pasa hoy en día, por ejemplo, con las fake news. Actualmente en Occidente vivimos en lo que me gusta llamar la “sociedad de la administración”, en el sentido de sociedad de pensamiento único. La ciudadanía es fuertemente oprimida con dos mitos, el del bienestar infinito, siempre mejorable, y el de la seguridad, que son, como vemos, las herramientas del populismo.

P. ¿Cuáles serían esos “alrededores del ser”, esa difusa región que se sitúa entre las metafísicas del absoluto del siglo pasado y los tópicos de la liquidez que impregnan la modernidad?

R. Hemos quedado en que la verdad absoluta y dogmática no existe, cierto, pero tampoco estoy ciegamente a favor de esas verdades múltiples y provisionales, líquidas. La verdad se construye en el diálogo social y en la comprensión mutua, es decir, en el lenguaje común: “el hombre ha nombrado muchos dioses desde que somos diálogo”, escribió Hölderlin. Está claro que necesitamos pensar en una sociedad de diálogo y no de autoridad. Una especie de comunismo del espíritu, donde todos somos sujetos de igualdad de derechos. No estoy hablando de un proyecto político específico, pero ciertamente sí de un criterio para evaluar los sistemas políticos existentes. Y no creo que ninguno supere la prueba.

El diálogo, “un diálogo abierto y en constante evolución”, es una de las señas del Vattimo ensayista, que escribe con el tono de aquellos que quieren convencer conversando y no imponiendo. Aunque como un delincuente que vuelve al lugar del crimen, las reflexiones filosóficas de Vattimo siempre convergen en varios nexos comunes. La política, como exparlamentario europeo y confeso comunista, es uno de ellos. La religión y Heidegger son otros. “Esta idea de que la verdad es una palabra dirigida al hombre la tomo de Heidegger y él, a su vez, del cristianismo. Lo que me importa no es negar la verdad, sino negar que tenga el carácter de evidencia objetiva dada de manera neutral y accesible. La verdad existe porque los humanos así lo acordamos. En resumen, no hay relativismo, sino un vínculo inseparable entre la aparición de la verdad y la presencia humana”.

"En la visión de nuestras sociedades que pueden ofrecer los excluidos, los invisibles, se puede leer los grandes fallos de nuestro sistema"

P. Por primera vez orienta su idea del pensamiento débil contra el relativismo, al que se le suele asociar erróneamente, reivindicando el punto de vista de los excluidos y los invisibles, ¿qué visión nos ofrecen de la realidad estas visiones periféricas?

R. A pesar de ser comunista, no creo en ese relativismo victimista que condena al individuo. Hay muchos puntos de vista, por ello la verdad no está en uno u otro, sino en el acuerdo entre todos. No obstante, creo que en la visión de nuestras sociedades que pueden ofrecer los excluidos, los invisibles, se puede leer los grandes fallos de nuestro sistema. El pensamiento débil es el pensamiento de los débiles, el de aquellos que se identifican con los proletarios de Marx y no tienen nada que perder excepto sus cadenas. ¿Cómo llego a esta conclusión? Podríamos llamarlos una observación empírica. ¿Quién es el que inmediatamente escandaliza el pensamiento débil? ¿Quién es el que no puede soportar la idea de que no hay una base fundamental a la que referirse? Los débiles no se escandalizan por el pensamiento débil, los que sí lo hacen son, por encima de todo, aquellos a los que les está yendo bien en el mundo tal como es. Como explica Walter Benjamin en su ensayo Sobre el concepto de historia, quienes están bien en el mundo tienden a querer mantener el orden actual y necesitan certezas. Mi batalla habitual es demostrar que las afirmaciones de verdad son, siempre y por encima de todo, afirmaciones de poder.

P. En esta orientación suya juega un papel muy importante otro aspecto al que se dedica con profusión en sus ensayos, el ámbito de lo religioso ¿Qué influencia juega su condición de cattocomunista en su pensamiento?

R. El cristianismo es fundamental en mi discurso, porque si no fuera cristiano no tendría la tentación de ser comunista. La única razón por la que me siento tentado hacia una política socialista es el amor por el prójimo que aprendí en el Evangelio. Por otro lado, con los años mi teoría filosófica del debilitamiento del poder en la historia, núcleo del pensamiento débil, se parece más a la traducción de la idea cristiana de la encarnación de Dios: cada vez menos peso de lo “dado” y cada vez más peso de la relación intersubjetiva. Una espiritualización progresiva del mundo; que, además, está en marcha, incluso con la digitalización del conocimiento y los intercambios. Para convertir en espíritu lo que la tecnología totalitaria nos arroja, se necesita una humanidad religiosa. Esto no es una disculpa por la globalización capitalista, porque precisamente el capitalismo constituye el límite que impide la espiritualización plena, la plena igualdad de los sujetos. Podemos verlo con bastante facilidad, el mundo está lejos de ser un paraíso de amor y comprensión mutua. Sin embargo, ¿si no qué? ¿Qué ideal de sentido de la historia puede tener uno si no es el de un comunismo de este tipo?

"Si no fuera cristiano no tendría la tentación de ser comunista. Lo que me lleva a la política socialista es el amor por el prójimo que aprendí en el Evangelio"

P. En este sentido, ¿qué papel juega la filosofía a la hora de construir ese nuevo ideal histórico?

R. Siempre he creído en la filosofía de praxis, con un compromiso activo, político en el sentido más ético del término, de interrogar, comprender y participar en el presente. El mundo actual escapa cada vez más a nuestro control y comprensión, por lo que se impone una nueva hermenéutica capaz de decirnos qué estructuras complejas rigen su arquitectura y estratificación. En cuanto al contenido, creo que frente al nihilismo moderno y a esa objetividad del poder que se identifica cada vez más con el capitalismo financiero debemos elegir el comunismo, el único ideal político que todavía puede convocar a las masas. ¿Por qué ir a votar? ¿Por el libre mercado o los intereses oligárquicos que defienden los populistas? Sin embargo, el comunismo es la única alternativa igualitaria y democrática posible.

P. Parece que comenzamos a salir de la pesadilla que han sido estas semanas, ¿cree que esta pandemia del coronavirus obliga a repensar el mundo tal y como lo conocíamos o, más allá de su gran dramatismo, será una molestia pasajera para el orden social habitual?

R. Obviamente, frente al coronavirus, el pensamiento débil no tiene una solución filosófica que ofrecer. Mira con esperanza a la ciencia y la investigación, sin ningún escepticismo sobre el valor de la “verdad” de sus resultados. Somos, por así decirlo, pragmáticos cristianos: lo que se necesita vale, no para el capital, sino para las personas y las relaciones de amor, caridad y comprensión entre los hombres. Por supuesto, desde el poder se dirá, no es todo culpa del capitalismo si hay un virus... ¡por supuesto! Pero un mundo menos dominado por la idea de lograr ganancias a toda costa quizás también estaría en mejores condiciones para prepararse mejor de cara a pandemias y otras amenazas más o menos “naturales”. El futuro, como digo, es el comunismo de interpretación, lo que yo llamo comunismo hermenéutico. Y espero que la situación tan dramática que vendrá nos ayude a alcanzarlo paulatinamente.