El Cultural

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Miguel Pardeza: "Soy un lector veterano, pero un escritor joven"

El ex-futbolista enhebra en 'Angelópolis' su paso, ya maduro, por el crisol mexicano

23 abril, 2020 18:04

Miguel Pardeza, después de lo futbolístico y lo académico, ha decidido desnudarse en lo autobiográfico. Tras relatar en Torneo el viaje iniciático de un joven 'huelvano' a los oropeles del fútbol, el miembro más cultivado de aquella "quinta del Buitre" enhebra en Angelópolis (Ed. Renacimiento) su paso, ya maduro, por el crisol mexicano. México le dio a Pardeza un exotismo que al escritor desempeñado como deportista se le abría entre volcanes, lo tópico y lo indómito. México es un país que no decepcionó sus lecturas previas de Vasconcelos o Fuentes, pero también de José Alfredo o Sor Juana Inés.

Pardeza ya ni siquiera se plantea el famoso desdén del intelectual por el fútbol, ni qué o quiénes son novela según los cánones. En esto es lapidario: "ha habido unos cuantos escritores e intelectuales que se llevaban mal con los fenómenos de masas". Puebla y Zaragoza, las nieves del Popocatepetl, pero también el tiempo y la ocupación sobre la Filología trufan las más de 500 páginas de esa necesidad de Miguel Pardeza de ir por encima de los géneros y las modas. En pleno confinamiento, con la promoción del libro frenada por la pandemia, el autor dice que prosigue con su proyecto autobiográfico que es, en suma, "terapia y expiación". 

Pregunta. La primera pregunta es obligada. ¿Qué hace un escritor autobiográfico en tiempos de confinamiento?

Respuesta. Continuar con la autobiografía. Todo al fin y al cabo es autobiografía. Ya que, por decirlo con palabras de González Ruano, "todo lo que no es autobiografía es plagio". Y el plagio está mal visto, aunque no penado, como hemos visto en los últimos tiempos. 

P. En el libro reconoce que, buscando el género, vino a brillar la autobiografía.

R. Angelópolis es un ejercicio de libertad. Modestamente, trata de no sujetarse a ningún género en concreto, sino que procura conciliarlos a todos dentro de una mínima estructura argumental o temática, que no sé con qué acierto quiere responder a una pregunta: ¿Qué pasa si un día despiertas y descubres que no eres nada de lo que has sido en los últimos años? Quiero creer que hay un cierto eco del tormento existencial kafkiano. Soy inocente, pero todos los hechos apuntan a mi culpabilidad.   

P. ¿Qué no es autobiografía?

R. Según mi punto de vista, como decía anteriormente, nada, pero aceptemos las sentencias jurídicas, los prospectos medicinales y las pegatinas informativas de los alimentos.   

P. Angelópolis, insiste, tiene independencia de Torneo.

R. Claro, es un libro independiente, pero no voy a negar que Torneo y Angelópolis forman parte de un mismo ciclo creativo. El mismo personaje en distintas etapas de su vida. Si 'Torneo' se centraba en el origen, Angelópolis se centra en el final. El primero era una reflexión acerca de cómo los sueños pueden envenenarse y acabar con la salud del soñador; mientras que el segundo intenta comprender y asimilar que, conseguido el triunfo, una vez que este acaba sólo quedan el vacío, la soledad y el destierro. ¿Hasta qué punto el personaje que hemos creado y nos han ayudado a crear se convierte en un carcelero que no te deja recuperar la libertad? En definitiva, ambos libros lanzan un grito desesperado a favor de una identidad que no sea deudora de lo social. 

P. ¿Qué le han aportado una y otra?

R. Terapia y expiación. Los dos eran libros psicológicamente necesarios. 

P. ¿Cuánto de necesarios?

R. Desde el punto de vista de la redención personal me han ayudado a dejar atrás una etapa de mi vida, quizá la más crucial que vaya a tener nunca, en la cual radican mis enseñanzas, mis temores, quizá lo que uno es a pesar suyo. No sé, más allá de eso, me han valido para enfrentarme en serio con la literatura, una pasión en la que empecé joven y en la que levanto la voz ya con cierta edad. Desde este punto de vista, puedo decir que soy un lector veterano, pero un escritor joven. 

P. Una es el descubrimiento del héroe; la otra, el declive. El fútbol no es tan capital...

R. Exacto. En la vida, bien mirado, hay pocas cosas importantes: hogar, comida, educación y libertad. Hay derechos inalienables que se pueden resumir en llevar una existencia digna. No conozco mayor heroicidad que el que hace la gente a diario para conseguir esa dignidad. Insisto: qué comer, dónde vivir, cierta cultura... algo que nos evite caer en manos de demagogos, de esos falsos "libertadores o profetas" de todos los tiempos que con un dedo te marcan el camino que ellos no siguen. Las artes, los juegos, toda suerte de evasión valen como consuelo, pero nunca pueden sustituir a las prioridades del ser humano.

P. Si Torneo es más canónica, Angelópolis es una fiesta de la digresión. Narraciones paralelas y hasta critica literaria. 

R. Cierto, pero por una razón y es que soy un firme convencido de que la novela, la narrativa, en sus casi infinitas formas, tendría que ser un reflejo de la vida, que es cualquier cosa menos un guión al modo decimonónico, con estructura fija o más o menos fija. La novela, como la vida, es la historia objetiva, son los hechos, pero también lo que no somos, lo que hemos querido ser, lo que leemos y nos hubiera gustado leer y no leímos, son lo que sentimos y soñamos, en resumen, es todo aquello que nos define, lo cual no puede caber en un género coartado por la preceptiva. Al menos es como lo veo. Dicho lo cual, acepto de la discrepancia.

P. ¿En qué momento decide romper los cánones?

R. No fue una decisión, sino una pulsión que responde a mi forma de ser. Lo decía antes, uno no solo cuenta historias, también se emociona con un poema, salta de alegría con una canción, reflexiona al hilo de un aforismo, piensa con tino o sin él cuando lee a un pensador lúcido que de pronto te ilumina lo que intuyes y no sabes cómo expresarlo. Por esto mismo, la novela, la narrativa, no pueden desaparecer, por el doble motivo de que es parte de nuestra forma de estar en el mundo, y porque si algo ha demostrado es que tiene capacidad de adaptarse darwiniamente a los tiempos, de modo que es capaz de absorber las variaciones que importa cada época. La estrechez normativa, ajustada a un tiempo y a una sociedad en concreto, se llevó por delante el poema épico o los autos sacramentales. En cambio, la novela, que nace con El Lazarillo y El Quijote, sigue con la misma vitalidad que al principio, y eso gracias a que ha sido capaz de reciclarse lo mismo en su formato canónico que asimilando aspectos y enfoques del momento, que lejos de debilitarla la han remozado.

P. Hay un momento en el que parece dar por finiquitada la dialéctica entre los intelectuales y el fútbol, citando a Borges.

R. Bueno, ese es un resbaladizo debate cuya resonancia ha sido grande para el problema real que había de fondo. Después de leer y analizar algo esa supuesta disidencia, descubro que lo que en verdad ha habido son unos cuantos escritores e intelectuales que se llevaban mal con los fenómenos de masas. Es algo comprensible, que no merece demasiada atención. Por otro lado, ha habido y hay escritores, intelectuales que amaron y aman el fútbol o los toros o el deporte en general sin sentir vergüenza por ello. Creo que es un pleito sobreseído. Dicho esto, nadie tiene tampoco la obligación de gustar de los fenómenos de masas, ni mucho menos de comulgar con ellos. Sin embargo, de ahí a negar el derecho de los demás a hacer con su tiempo libre lo que le dé la gana hay un trecho.  

P. Puebla, México, parece un paraíso perdido...

R. No es un paraíso perdido, pero es cierto que México es uno de los países más exóticos, fascinantes, contradictorios y ricos histórica y culturalmente del mundo. Ahora bien, el México que recreo en mi libro, por ahí aparecen, Puebla, Veracruz y Tenacatita, una de las maravillas de Jalisco, es un México más subjetivo que otra cosa. Claro que tiene asiento en la realidad que yo vi, pero no debería negar que está pasado por el tamiz de la literatura, una literatura hecha a mi propia conveniencia. Angelópolis, con todo su autobiografismo explícito no deja de ser un libro de creación, cuyo único propósito es literario y su mayor aspiración, entretener.

P. Cómo estima la recepción del libro en México.

R. Ni idea. Lo cierto es que no lo he escrito con la vista puesta en ningún lector ni en un público en particular. Simplemente lo he escrito con la exigencia de hacerlo lo mejor que he podido. Además, México es un escenario, digamos que el central del libro, pero en la última parte, el personaje continua sus zozobras ya en España, en Zaragoza, en donde le toca ver la realidad de todo lo que ha sospechado y temido en México.

P. ¿Qué le aportó México como deportista, como hombre, como literato?

R. Como deportista, el descubrimiento definitivo de mi prescindencia. Como hombre, que estaba hecho con el mismo material que todo el mundo, dudas, miedos, inseguridades, debilidades, terquedades. Y como literato, bueno, como literato que aún tenía que seguir esperando hasta poder escribir algo que no me diera demasiada vergüenza. 

P. Eso de la gran novela latinoamericana, ¿le pesó?

R. No sé lo que es la gran novela latinoamericana, pero si por con ello te refieres a los libros de Cortázar, Onetti, Vargas Llosa, García Márquez o Borges, me gustaría creer que algo de todos ellos hay en Angelópolis, porque a todos los he leído con profusión, a todos los admiro y supongo que no hay nada que pase por nuestros ojos de ávidos lectores que de una u otra manera no deje alguna huella, algún poso, por grande o pequeño que sea.  

P. Volvamos al presente. La situación le ha obligado a un nuevo modo de enfrentarse a los lectores. Este año, la Feria del Libro en el limbo...

R. Cierto, de momento, estamos todos confinados, sin fecha prevista de salida. Pero algún día saldremos y cuando lo hagamos, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, 'Angelópolis' estará ahí, acompañado eso sí de otros muchos cronopios y famas que han tenido, como buenos ciudadanos, como objetos culturales responsables, que guardar la cuarentena.