Ernesto Caballero con Blanca Portillo y Paco Déniz

Ernesto Caballero con Blanca Portillo y Paco Déniz

El Cultural

Ernesto Caballero: “Echo de menos discursos no previsibles en nuestro teatro”

Brechtiano de siempre, Caballero pone fin a sus ocho años al frente del CDN con Madre Coraje y sus hijos

25 septiembre, 2019 09:00

Se declara hijo de Brecht. También de Calderón. Pero a este no le puede dar cancha en el CDN porque no es su espacio. Así que para un momento tan especial como su despedida ha escogido la obra más popular (y acaso la mejor) del autor alemán: Madre Coraje y sus hijos. La parábola de la hojalatera que se lucra con una guerra (la de los Treinta Años) que devora a sus vástagos sigue incomodando conciencias. En su despacho del María Guerrero, reflexiona sobre el radical cambio de paradigma teatral que propició Brecht, repasa desvelos y satisfacciones de estos años al frente del buque insignia de la escena española y trasluce el proyecto, en forma de productora y con los clásicos por bandera, que pilotará en el futuro.

Pregunta. ¿Qué interrogantes abre a la sociedad de hoy esta obra escrita en 1939, tras la invasión nazi de Polonia?

Respuesta. Son muchos y van más allá del discurso antibelicista: cómo proceder en un mundo de contradicciones, quién está legitimado para juzgar las conductas del prójimo, si son necesarios los héroes y en qué consistiría el heroísmo en nuestro tiempo, si cualquier negocio esconde una guerra… A mí me gusta enfrentarme a Brecht de una manera crítica. Discrepo de algunos de sus planteamientos, como considerar la filantropía un lujo, lo que abunda en el discurso autoexculpatorio tan en boga hoy.

P. ¿Autoexculpatorio para quien no la practica? ¿Cómo si dijera que sólo se puede ser filántropo con dinero?

R. Sí, en La buena persona de Sezuan intenta demostrar que la bondad es imposible en el capitalismo. Tiene algo de razón, pero las condiciones objetivas materiales no determinan por completo la conducta. Ante una disyuntiva moral, el ser humano puede sobreponerse a sus circunstancias adversas como muestra Segismundo. Pero eso en Brecht no está ni se le espera. Toda su lucha se centra en cambiar esas condiciones para que pueda haber códigos éticos aceptables. También es verdad que Brecht, junto a Calderón, son los dos autores más optimistas que conozco. Brecht no es derrotista, no se autoflagela, está fuera de esa corriente de autodegradación tan presente en el teatro contemporáneo según la cual el ser humano no tiene nada que hacer con su vida. Él escapa de ese nihilismo.

P. Una de sus más célebres frases fue aquella de ‘El capitalismo es la continuación de la guerra por otros medios’. ¿Esta obra, donde negocio y guerra se retroalimentan, es un intento de demostrarlo?

R. Diría de entrada que va más directamente en ese sentido Santa Juana de los mataderos. Creo que aquí habla de otra cosa: de la alienación de una mujer que hace negocio con la guerra. Parece que ella nos está preguntando qué hubieras hecho tú en su piel.

“Calderón y Brecht son los dos autores más optimistas que conozco. Escapan del nihilismo que contamina el teatro contemporáneo”

P. En su montaje de Vida de Galileo equiparaba a Brecht con el astrónomo italiano porque los dos desmantelaron un marco de pensamiento imperante. Pero Brecht, a diferencia de Galileo, formó luego parte del sistema y tuvo mucho poder.

R. Sí, por eso es muy curioso que Brecht se acercara muchísimo a la coyuntura y contradicciones de su Madre Coraje diez años de después de escribir la obra. El Berliner Ensemble era el carro del Brecht coraje, que se plantea si merece la pena seguir manteniéndolo con las atrocidades stalinistas. Una vez asentado en la RDA con galones, su actitud tiene que ver mucho con aquella que denunció: la de no querer abrir los ojos a la realidad. Si lo hacía, se quedaba sin el carro: su teatro. Pensaría: es verdad que este tío está fusilando gente pero qué voy a ganar si lo denuncio y el público pierde mi propuesta movilizadora. Negocia así con la realidad, que es lo que hace Madre coraje.

P. Es doblemente curioso porque ya podía leerse como trasunto de Brecht desde su nacimiento: él también peregrinaba por una Europa en guerra con su carromato, que era su obra.

R. Sí, pero eso fue inconsciente. Su intención original era fustigar a esa mujer. Pero cuando escribes en caliente todo gran autor se proyecta en sus personajes. ¿Acaso no habla Lorca por boca de Doña Rosita? Esa es su grandeza: poner lo mejor y lo peor de sí mismos en esas criaturas. Y se nota que por momentos se alarma y se dice, uy, uy, me he pasado, esto puede ser perturbador y se acaba refugiando en el catecismo de la corrección. Brecht a veces recula para no faltar a su ideología. Y eso es un corsé que, como autor, te hace pagar una factura muy alta en cuanto al valor artístico de tu obra. Sólo Shakespeare y Valle dinamitaron todas las convenciones y códigos morales de su tiempo y les importó tres narices lo que dijeran.

Se nota que a Caballero le preocupan especialmente los efectos jibarizantes en la libertad de expresión. En su discurso de presentación de la temporada, que también lo fue de despedida del CDN, encendió las alarmas: “Un fantasma recorre el arte: el del puritanismo revestido de corrección política”. Fue un gesto muy significativo. “Se vive un momento de retroceso impuesto desde fuera pero fundamentalmente desde dentro. A veces tengo sensación de que nuestro sector está excesivamente uniformado ideológicamente. Resulta sospechoso y empobrecedor porque el teatro debe ser el tábano de Atenas y hacer preguntas incómodas. En cambio, estamos a dos telediarios de empezar a proscribir temáticas, puntos de vista, obras del pasado… Vamos hacia la autocensura”.

Contra los discursos previsibles

Caballero tiene claro los culpables de esta regresión. Por un lado, los políticos que sólo entienden la cultura como propaganda o adorno. Y por otro, una sociedad que se ha ido esquematizando y concibe el teatro como una misa laica. “Como en la época de Benavente, cuando las señoras iban a reconfortarse en sus postulados”, compara. Del vértigo de los autores ha sido testigo directo a lo largo de estos años. “Aquí he tratado con muchos y, sí, he percibido ese corsé autoimpuesto cuando de pronto la obra empezaba a respirar y se acordaban del catecismo de turno. Echo en falta discursos no previsibles o consabidos y me sobra el teatro para convencidos. Los grandes desafíos de la humanidad hoy, la ingeniería genética, la inteligencia artificial…, deben tener un desarrollo que no sea el de un tebeo, un tuit o una consigna”.

“A veces tengo la impresión de que nuestro sector está excesivamente uniformado ideológicamente. Resulta sospechoso y empobrecedor”

P. Le tomo la palabra y hago un poco de tábano de Atenas, expresándole una opinión defendida por no poca gente: que las cuotas femeninas, como la que usted ha asumido en el CDN, son una imposición de esa corrección política que denuncia.

R. Me alegra que me plantee esa cuestión. A ver, en el CDN tenemos que mantener el repertorio universal del siglo XX. Y en Europa, desde fines del siglo XIX hasta bien entrados los años 40, hay una literatura misógina que machaca a mujeres como Pardo Bazán, Halma Angélico… Era una cosa cerval, injusta, contra estas pocas autoras. También he de decir que yo me detecté un resabio machista. Me lo hicieron ver desde Clásicas y Modernas. Aunque yo he escrito muchas obras de inspiración femenina, supongo que porque en mis compañías siempre ha habido más actrices que actores y porque tengo cuatro hermanas, me di cuenta de que cuando decía, por ejemplo, vamos hacer una versión de El viaje a ninguna parte, necesitamos un dramaturgo que la escriba, no pensaba, lo confieso, en mujeres. Lo he intentado corregir. Además, me gusta ser escrupuloso con la ley porque creo en su alto valor moral, como mostraba en Viejo amigo Cicerón, y porque soy un servidor público. Y en España tenemos una que se llama Ley de Igualdad.

P. También habló en catalán. En estos ocho años, se ha preocupado particularmente de que la cultura, mientras la política movilizaba las calles, ofreciera un relato alternativo y más fundamentado que el de la soflamas partidistas, nacionalistas…

R. Las grandes naciones tienen un gran teatro. España, que es una gran nación, lo ha tenido y debe seguir teniéndolo. Sus gentes, diversas, plurales, heterogéneas, han conseguido convivir bajo un pacto de una admirable actitud civilizadora porque se reconocen en un relato común, que arraiga en una historia común. Ese relato es el que he querido evidenciar en el escenario. Aunque la verdad es que este empeño a veces conduce a la melancolía cuando te das cuenta de que en las escuelas rigen 17 planes de estudio.

Servir a la patria

P. Es llamativo que usted haya dicho que lo que le movía era servir a la patria, una expresión que casi nadie dice desde el lugar que usted lo hace. O sea: al margen del fervor nacionalista.

R. Es que no me da la gana que el franquismo me quite esa referencia. Defiendo y trabajo por una colectividad que no ha nacido cuando yo he nacido ni morirá cuando yo muera, y que es un proyecto que merece la pena, con todo lo revisable que tiene: rémoras de incultura, sustrato sociológico franquista, machismo latino… Todo eso está y precisamente por eso hay que ponerse las pilas para mejorarlo. Gente como Rivas Cheriff, que estuvo en el penal del Dueso, o Bergamín, que se tuvo que exiliar, hablaban de la patria sin ningún problema. La añoraron y la defendieron siempre. Así que digo eso deliberadamente porque, si me pongo la pinza en la boca, la siguiente la pondré en mi obra, y a eso no estoy dispuesto.

P. Para terminar: ¿Qué forma va adoptar el carromato de Ernesto Caballero cuando salga de aquí? Dicen que de productora.

R. Estoy perfilándolo, ya lo concretaré… Antes de entrar en el CDN, mi pasión era escribir y montar obras mías y de autores que creía que no se representaban lo suficiente: Mayorga, Dulce Chacón, Paloma Pedrero… Muchos. Y por otro lado, los clásicos. En estos años aquí he desarrollado un mono por ellos. Así que volveré a hacer todo eso, ahora con más experiencia y con muchas más complicidades. No será una productora al uso que monta espectáculos sueltos sino un proyecto cultural privado pero que colabore con las instituciones públicas y guiado por un relato a medio y largo plazo.

P. ¿Y va a ser Calderón lo primero que haga? Parece que su “mono” es particularmente intenso por este autor.

R. Más que un montaje concreto de Calderón, voy a trabajar en un espacio. Pero no me quiero adelantar. Tendréis noticias pronto…

@albertoojeda77