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El Cultural

Patrick Pound, que corra el aire

El artista y profesor muestra en PHotoEspaña su colección de fotos anónimas que capturan involuntariamente la descomunal masa gaseosa que nos envuelve

29 julio, 2019 09:23

Patrick Pound. Fotografía y aire.
Museo Lázaro Galdiano Serrano, 122. Madrid. Comisaria: Susan Bright. Hasta el 25 de agosto

No podemos ver el aire: es transparente como el cristal y deja pasar la luz. Sin embargo, es esa transparencia lo que nos permite ver las cosas. Lo sentimos de continuo en nuestra piel y nos penetra a través de las vías respiratorias, haciéndonos vivir. La fotografía tampoco es capaz de captar el aire pero puede evocar su presencia a través de diferentes fenómenos naturales o artificiales. Patrick Pound (Auckland, Nueva Zelanda, 1962), uno de los creadores enrolados para la sección 'Déjà Vu' por Susan Bright, comisaria invitada en esta edición de PHotoEspaña, ha dedicado, en su voluminoso archivo fotográfico de curiosidades, una categoría a las fotografías que inintencionadamente representan la dinámica y descomunal masa gaseosa en la que existimos. Y esos aires insuflan nueva vida no solo en las imágenes casi siempre anecdóticas y anónimas que lleva coleccionando durante años sino también en los museos en los que se han colado.

Hace unas semanas comentaba aquí la exposición Almacén en el Museo Nacional de Escultura, que saca partido a la acumulación museal de obras y fragmentos a través de una ordenación y un montaje heterodoxos; algo similar hace este artista y profesor (Deakin University) al buscar sentido en la inabarcable profusión de imágenes resultante de décadas de práctica fotográfica sin voluntad artística –familiar, documental, utilitaria-, reivindicando en su caso la artisticidad del coleccionismo y del comisariado en el contexto de los museos. Pound se basa en el método iconológico del Atlas de Aby Warburg, que aplica a las cerca de 30.000 fotografías que ha comprado en mercadillos y, sobre todo, en Internet, a través de Ebay, pero también a recortes de prensa y objetos. Ha definido categorías con las que pretende leer el mundo como índex, como una "serie infinita de listas que se superponen". Son caprichosas, incluso absurdas: coches, mascotas, gente con coches y con mascotas, caídas, errores, puentes, carteles de pájaros extraviados, cosas marrones, postales de una calle, gente haciendo fotos, sombras de fotógrafos, gente que sostiene algo, gente que parece muerta, gente escuchando música… Pound es consciente de la futilidad de su empeño de sistematizar la realidad: tampoco creo que lo haya pretendido nunca seriamente y él mismo ha definido en alguna ocasión su trabajo como "un chiste malo que finge ser arte conceptual". No obstante, al entrar en la sala en la que ha instalado una selección de su "museo del aire", intercalando 19 obras de la colección del Lázaro Galdiano, se siente una brisa lírica que celebra las pequeñas sensaciones, que arremolina las imágenes con orden antojadizo y que hace resonar un pasado que nos parece muy nuestro.

Al entrar en la sala se siente una brisa lírica que arremolina las imágenes de un pasado muy nuestro

Cuando Pound interviene en museos incorpora piezas de sus colecciones en sus montajes, renunciando a la jerarquía de la valía artística. Le sirven para apoyar en la historia del arte esas categorías que investiga por acumulación y para desafiar los criterios del espectador. La intención es claramente lúdica pero nos hace también apreciar desde otro punto de vista obras del museo que en la mayoría de los casos son también, como sus fotografías, anecdóticas, algo que no se contradice con el carácter del grueso de la colección de Lázaro Galdiano. Ha elegido sobre todo obras sobre papel de los siglos XVIII y XIX: acuarelas inglesas y francesas, miniaturas (delicioso el grupo de globos aerostáticos de los Van Blarenberghe), grabados de Goya, algún pequeño óleo y, mi favorito, el fabuloso dibujo de Eugenio Lucas Velázquez de un Lago entre montañas (con borrasca) que forma parte del conjunto de libérrimos y modernísimos dibujos del artista que posee el museo.

Hay detalles divertidos, como la colocación de la primera fotografía que encontramos, de un aparato de aire acondicionado, junto a los controles de climatización de la sala, o la incorporación de una anónima Vista de la Albufera que es un compendio de cuestiones aéreas. Lo demás: un revuelo de aves, mariposas, helicópteros y aviones, globos, gente fumando, gente y cosas azotadas por el viento, humo de incendios, barcos de vela y de vapor, banderas ondeando, paracaídas… Además, en cajas, combinaciones (simplonas) de objetos coleccionados por Pound e imágenes de variado origen y, en las vitrinas de la zona de acceso, más fotografías, en carpetas de archivo (que aluden al sistema que rige este acopio) y un aparentemente casual amontonamiento de remanentes que se cierra con un fotograma de uno de los momentos culminantes de Lo que el viento se llevó: el beso de Rhett Butler que deja sin aire a la volátil Escarlata O’Hara.

@ElenaVozmediano