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El Cultural

Nicole Krauss: "La literatura nos enseña a convivir con enigmas sin convertirlos en certezas"

Tras siete años de espera, Nicole Krauss regresa a las librerías españolas con En una selva oscura (Salamandra), una historia coral donde explora algunos de sus temas clásicos, como la identidad y su construcción, la ambición literaria, el judaísmo o los límites entre realidad y ficción, entre ser y apariencia.

22 mayo, 2019 09:23

Después de su fulgurante y unánimemente aclamada aparición en el mundo literario estadounidense, primero con Llega un hombre y dice (2003) y especialmente con La historia del amor (2005), Nicole Krauss (Nueva York, 1974) ha ido madurando una voz narrativa estética y exigente, un tipo de novela donde lo obvio resulta complejo y lo más complejo logra resolverse de la forma más lógica y natural. Éste es el caso de En una selva oscura (Salamandra), una historia donde la escritora explora algunos de sus temas clásicos, como la identidad y su construcción, la ambición literaria, el judaísmo o los límites entre realidad y ficción, entre ser y apariencia.

Copada una vez más por un polifónico despliegue de voces, tres en este caso, la novela se construye como juego de espejos que protagonizan dos judíos neoyorquinos acomodados cuyas respectivas crisis vitales acercan por diferentes motivos a Tel Aviv: el casi canónico Jules Epstein y Nicole, una novelista estadounidense que parece ser otra versión de la autora en uno de esos multiverso que tanto le fascinan. En este laberinto de caminos que nunca llegan a tocarse aparece un personaje inesperado, un Franz Kafka que en lugar de morir en Viena logró llegar a Israel y vivir, como decía Elías Canetti, la libertad de equivocarse y fracasar.

"Quienes se sienten atraídos por el arte saben que un poema, una pintura, una danza o una canción pueden conducirnos a lo desconocido"

Pregunta. La novela incide mucho en nuestra relación con lo maravilloso y lo espiritual. ¿Están la razón y la racionalidad demasiado presentes en nuestras vidas?
Respuesta. Vivimos en una época que ha elevado el poder de la información y la certeza hasta límites insospechados, creando una especie de religión de lo racional. En contraste, la espiritualidad, esa forma de apertura a lo desconocido o incognoscible, a la maravilla, parece tener cada vez menos lugar en nuestro mundo. Sin embargo, todos vivimos en una escala mutable de apertura o cerrazón ante el asombro. De niños, estamos muy abiertos a él, y poco a poco la convención nos enseña a pensar lo contrario. Pero nunca lo perdemos del todo. Quienes se sienten atraídos por el arte saben que un poema, una pintura, una danza o una canción pueden abrirse repentinamente y convertirse en un atajo hacia un estado de sentimiento cercano a lo desconocido y a las fuentes de la vida.

Ese camino hacia el asombro, es el germen principal de En una selva oscura, que nació como un modo de responder a ciertas preguntas. "¿A qué nos rendimos cuando damos la espalda a lo desconocido, en nuestra ansiosa carrera hacia el confort y la estabilidad de la certeza? ¿Por qué vemos el no saber y la falta de forma como una estación temporal, menos útil en el camino hacia lo conocido, en lugar de un estado de ser auténtico e incluso valioso?", se preguntaba una Krauss que denuncia esta obsesión con el conocimiento objetivo y racional que "disminuye nuestra capacidad de hacernos preguntas". Ahí es dónde engarza la escritora la importancia del judaísmo, pues "más que ninguna otra religión, ésta plantea preguntas a sus practicantes, hace que duden. La tradición judía se basa en la argumentación".

P. Los dos protagonistas de su historia se embarcan en una búsqueda identitaria y espiritual que les lleva a Tel Aviv, ¿es Israel el hogar espiritual de cualquier judío?
R. Al abordar el deseo que la mayoría de nosotros tenemos de vivir otras vidas, el libro describe la extraña sensación de estar en dos lugares a la vez, tanto aquí como allá. Israel siempre ha sido ese "allá" para la mayoría de los judíos de "aquí", de Estados Unidos. Representa la otra vida que podríamos haber vivido. Por esta razón, y porque es un país tocado en todos los sentidos por lo surrealista, tenía sentido enviar allí a mis personajes en su búsqueda.

"El corazón de este libro es cuestionar nuestra priorización de la certeza sobre la incertidumbre, de la forma sobre lo informe"

P. La cita de Dante que da título al libro alude a una pérdida de sentido y de horizonte vital que determina todas las historias del libro... ¿a qué responde?
R. El título está tomado de la traducción de Longfellow de las primeras líneas del Infierno de Dante"A mitad del camino de la vida, / me hallé perdido en una selva oscura / porque me extravié del buen camino"La frase evoca lo que siento que está en el corazón del libro: cuestionar nuestra priorización del conocimiento racional y fáctico sobre el asombro ante lo desconocido, de la certeza sobre la incertidumbre, de la forma sobre lo informe, de conocer nuestro camino en lugar de perderlo. No es un accidente que Dante se pierda en un bosque. Durante siglos han sido la ubicación imaginada del misterio, la maravilla, la magia y también la anarquía y el peligro. El bosque se opone a la ciudad racional, ordenada, construida por el hombre, y dependiendo de la clase de persona que uno sea, o bien es temido y evitado, o nos atrae.

Una atracción que el personaje de Nicole, esa especie de alter ego en buena medida ficticio, rubrica en un momento de la novela cuando escribe sobre cómo, desde Descartes, el conocimiento se ha potenciado en un grado casi inimaginable. "Y, sin embargo, no llevó al dominio y posesión de la naturaleza que él imaginó, solo a la ilusión de su dominio y posesión", defiende Krauss. "Al final, nos hemos enfermado con el conocimiento", escribe el personaje. "Francamente odio a Descartes, y nunca he entendido por qué se debe confiar en su axioma como una base inquebrantable para cualquier cosa. Cuanto más habla de seguir una línea recta fuera del bosque, más atractivo me resulta perderme en ese bosque". "Y eso, en un sentido metafórico, es lo que ambos personajes del libro terminan haciendo", asegura la autora.

"Un novelista es alguien experto en la transformación de la experiencia y la percepción en algo coherente"

P. A pesar de que sabemos que no hay autoficción, puede ser tentador confundir el personaje de Nicole con usted en ciertos momentos, ¿hasta dónde se estira la correspondencia entre realidad y ficción?
R. Tanto Epstein como Nicole son igualmente el producto de la invención. Creo que lo que llamamos el "yo" es un producto de una invención rotundamente feroz. Un novelista es alguien particularmente experto en la transformación de la experiencia y la percepción en algo coherente. Uno puede encarnar varias ramas de la experiencia o el sentimiento y someterlas a distorsiones, convirtiéndolas en semillas de personajes que luego adquieren una vida propia. Nicole no es menos un personaje, a este respecto, que Epstein, aunque los detalles de su vida y su tono se acercan más a mí.

P. Casi subrepticiamente, Kafka se coinvierte en un personaje más de la novela, ¿por qué decidió incluirlo en la trama con esta historia real sobre sus papeles?
R. En algún momento, al principio de la escritura, entró en el libro, como una especie de deslizamiento, sin saber por qué. O, más bien, sus archivos entraron, almacenados en un edificio de apartamentos en la planta baja en la calle Spinoza en Tel Aviv. De vez en cuando me paraba frente a ella, preguntándome qué había dentro. Meses después estuve en el desierto de Judea. Estaba durmiendo la noche en una tienda de campaña de estilo beduino tratando de averiguar qué pasó con el personaje de Epstein. Y, de repente, me di cuenta de que, por supuesto, Kafka había venido aquí. Aquí al desierto, a lo que entonces era Palestina. Toda la evidencia apareció después, en los meses de revisar sus cartas y diarios. Con lo que quiero decir, la evidencia de que Palestina fue su única esperanza y medio de escape y transformación, y que tal vez, solo tal vez, la tomó.

Krauss, que confiesa haber leído a Kafka de adolescente y que siempre tuvo la sensación de que era de alguna manera familia -"simplemente lo amo, del modo en que uno ama a un tío que abrió una puerta a ciertos mundos"-, asegura que "la recreación de su vida por parte de Max Brod y los que lo siguieron nos muestra un Kafka imbuido de patetismo, una figura diminuta, frágil y en última instancia trágica que nunca escapó de todo lo que lo estaba aplastando. Pero, por supuesto, se escapó", exclama la autora, que alude a la huida literaria. "Nadie sabe lo que Hermann Kafka pensó o sintió, pero lo que su hijo pensó y sintió sobre él, y mucho más, sigue siendo leído cada año por miles de personas. Escapó en su escritura mientras estaba vivo, y escapó a la finalidad que generalmente viene con la muerte. Su vida después de la muerte sigue y sigue, y todavía no podemos averiguar exactamente qué hacer con él. Él sigue esquivándonos, mientras que al mismo tiempo abre nuestra vista un poco más hacia el infinito".

"El mejor tipo de novelas nos enseña cómo vivir con enigmas sin tener que aplastarlos y convertirlos en certezas"

P. Reflexiona en la novela sobre el proceso de creación literaria y el papel de la narrativa en nuestras vidas, ¿cómo es para usted escribir, qué significa la literatura?
R. La literatura, y con ella la escritura, es mi modo de entrar en contacto con la incertidumbre, de buscar una transformación. Mis novelas plantean preguntas, y en ésta se cuestiona mucho nuestra idea de qué es la "realidad". ¿De dónde derivamos nuestra certeza sobre qué es "real" y qué no? ¿Y qué hay del yo? Tales preguntas se aplican realmente a algo que es enteramente una construcción de principio a fin, como es la literatura. Obviamente, no soy la única que se preocupa por esto: parece ser la pregunta más urgente que se plantea la literatura en una era en la que el yo se suele equiparar con una "obra de arte personal" proyectada las 24 horas desde múltiples plataformas en internet.

P. Hablaba antes de la importancia de hacernos preguntas y es algo que traslada a esta novela, donde apenas se ofrecen respuestas, ¿es ése el papel de la literatura, el cuestionarnos las cosas?
R. Sinceramente, sí. Creo que siempre hay un enigma, y generalmente unos pocos, en el corazón de cada novela. El papel de las novelas no es hacer afirmaciones, sino lanzar interrogantes, y por eso escribir es un proceso tan delicado. Manejar el misterio demasiado bruscamente, presionarlo demasiado o intentar exponerlo muy claramente conduce a un libro plano o pedante. El mejor tipo de novelas nos enseña cómo vivir con enigmas sin tener que aplastarlos y convertirlos en certezas.