Mikel-Ayestarán

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El Cultural

Mikel Ayestaran: "No debemos dudar de que el Estado Islámico volverá a resurgir"

El corresponsal de guerra y escritor publica 'Las cenizas del califato' (Península), una crónica temporal y espacial de la evolución y derrumbe del Estado Islámico y de las devastadoras huellas que ha dejado su paso por Oriente Medio

8 junio, 2018 02:00

Miedo y terror. Bajo estas palabras describen las víctimas, independientemente de su nacionalidad, bando político o facción religiosa, el sentimiento que inspira vivir bajo la égida del Estado Islámico. El periodista Mikel Ayestaran (Beasáin, 1975), corresponsal de guerra en Oriente Medio desde la invasión israelí de Líbano en 2006, elabora en Las cenizas del califato (Península) una crónica temporal y espacial sobre los años más duros del dominio del Estado Islámico en Siria e Irak.

Por muchos de los lugares recién liberados, cientos de pueblos y ciudades fantasma a las que los civiles no pueden regresar debido a la destrucción, la falta de servicios y la inseguridad, viaja Ayestaran dando voz a aquellos que luchan por recuperar la normalidad y sustraerse de las huellas de un terror que puede haber pasado a la sombra, pero que no ha desaparecido. Por eso, asegura, es el momento de publicar esta crónica, porque en "esta sociedad vertiginosa, quizá dentro de un año nadie recuerde nada, y sin embargo hoy tenemos todavía muy fresco en la cabeza lo que ha sido el califato, el nivel de destrucción que ha causado en Oriente Medio y el grado de amenaza que ha supuesto para Occidente".

Pregunta.- Además del eje temporal, el libro establece un recorrido geográfico por las ruinas del califato en Irak y Siria, ¿por qué elige esta forma de aproximación?
Respuesta.- Antes de ser periodista he sido viajero, y para mí es un honor tener un mapa en mi libro. Intento ser no sólo didáctico a la hora de hablar de grupos y siglas, sino plasmar lo que ocurre sobre el terreno, que la gente se imagine viajando por estos dos países que son tan mediáticos como desconocidos. Hemos comido desde 2003 con Irak en el telediario, y con Siria desde 2011, pero tengo la sensación de que para la inmensa mayoría de la gente son sólo un par de nombres, y por eso me parece clave ese recorrido geográfico.

P.- Es una constante hablar en los países árabes de la radicalización ocurrida en las últimas décadas, que contrasta con la libertad existente en los años 70 u 80. ¿La islamización radical de hoy ha sido algo paulatino que no hemos advertido?
R.- Sí, porque en estos países el sesgo ideológico normalmente depende de dónde llegue el dinero. En esta parte del mundo hubo una época donde el dinero procedía en su gran mayoría de la antigua URSS, entonces había grupos de izquierdas, frentes populares... Poco a poco, y de forma total desde el colapso soviético, los fondos fueron llegando desde otros puntos, como los países del Golfo, y lo que eran antes movimientos socialistas se convirtieron en movimientos islamistas. Simplemente hay que seguir el rastro del dinero para explicarse las ideologías, porque realmente países como Siria e Irak, no tienen para nada sociedades musulmanas radicales de por sí, sino todo lo contrario. De hecho hace unos años ellos vivían con un islam, no vamos a decir laico, pero sí muy poco público, muy disipado. Por eso es también una sorpresa que un califato se establezca en dos países así.

"El Estado Islámico es la última consecuencia de la decisión de Geroge Bush de invadir Irak en 2003"

P.- Asegura que la Primavera Árabe también afectó a Irak. Este movimiento generó una gran expectación incluso en Occidente, pero finalmente se extinguió país a país. ¿Malinterpretamos en Europa éstas revoluciones que islamizaron la sociedad al derrocar a dictadores laicos y aupar a otros más religiosos?
R.- Es cierto que fue un fenómeno sorpresa para todos. Si coges la hemeroteca, una semana antes de que se fuera Ben Ali en Túnez ni se te pasaba por la cabeza. O Mubarak. Yo aterricé en Egipto y Mubarak era el presidente y a las dos semanas era el dictador. Sí que nos sorprendió el proceso de las Primaveras Árabes, pero también es necesario ponerlo en su contexto. Fue un proceso bastante limitado que afectó a cinco países muy concretos. Por un lado nos sorprendió, pero por otro creo que fuimos muy naíf, como queda claro en el caso de Egipto. En Tahrir quienes acaparaban la atención mediática eran los activistas que hablaban en inglés y eran muy cercanos a nosotros, gente educada en Occidente que había vuelto a Egipto... Pero en una protesta de 10.000 personas necesitas músculo, necesitas seguridad, comida, limpieza... Y eso lo hicieron los Hermanos Musulmanes, que llevaban décadas organizados. Lo que nosotros soñábamos era que esa élite educada y occidentalizada se hiciera con las riendas del país y de la noche a la mañana llegara la democracia, pero no era tan fácil.

P.-¿Cómo nació el Estado Islámico? ¿Qué cúmulo de circunstancias motivó su aparición?
R.- El Estado Islámico es la última consecuencia que hemos visto de la invasión de Irak. Ahí nace, en la decisión de George W. Bush de invadir Irak en 2003, de acabar con el ejército iraquí y de desmembrar el país. A partir de entonces, el monstruo ha ido mutando, ha tenido diferentes nombres y diferentes prioridades en su agenda. Primero Estados Unidos, después los chiíes de Irak... Y la última cara que hemos visto es esta, unas siglas que son EI, ISIS O Dáesh, con un sueño que es la ampliación de sus fronteras, establecer un califato. Es su última máscara, pero no es la última palabra de esta gente, porque todavía siguen activos.

P.- En ese sentido de crear un Estado, jugaron un papel importante las fronteras artificiales de Irak y Siria, que facilitaron el trabajo, ¿es momento de rehacer las divisiones territoriales?
R.- En cierto sentido es lo que le gustaría al Estado Islámico, reformular las fronteras y establecer unas nuevas respecto a lo que ellos consideran este pseudocalifato. Las zonas de descolonización son así, en África todavía hay multitud de guerras civiles por este motivo, y en Oriente Medio pasa lo mismo, Europa hizo los países cachitos y se los repartió, separando a tribus en sociedades que son básicamente tribales. Sin embargo en países como Irak o Siria se había avanzado mucho. Dentro de la artificialidad de sus fronteras, con los antiguos regímenes se habían conseguido logros como una serie de derechos para las mujeres, derechos sociales, educación, sanidad... Pero en Irak lo que impera ahora mismo es la ley tribal otra vez. Han vuelto, no a la época de Saddam, sino más atrás todavía. Vuelve a imperar la ley tribal y las venganzas. En Siria de momento, guerra mediante, el gobierno tiene algo de control, pero el problema es ese, que los países han retrocedido no sabría decir cuántas décadas.

"Ahora mismo en la Guerra de Siria más que trabajo militar, se necesita ingeniería diplomática"

P.- Al principio del libro Amos Oz, entre otros, le advierte de la importancia clave de Siria, ¿cuál es la situación del país ahora mismo?
R.- La guerra ha cambiado, ha entrado en una nueva fase que se inicia en cuanto entra Rusia en acción. El régimen de al-Ásad, que estaba de capa caída, comienza a recuperar terreno de un día para otro y además obtiene victorias importantes, como en Palmira o Alepo, ciudades simbólicas. Además, se empiezan a desmoronar lo que han sido los grupos armados de la oposición hasta llegar a la situación de ahora, que han conseguido recuperar el control de Damasco. Ahora mismo quedan tres focos importantes, al sur, al norte y al noreste. La nueva fase más que militar es política, porque en el sur todo va a depender de Israel y de Jordania, en el norte, de Turquía, y en el noreste están los norteamericanos. Ahí ya no puede intervenir el ejército sirio. Tienen que tener mucho cuidado de no cabrear a Israel o a Erdogan. Por eso ahora, más que trabajo militar, se necesita un trabajo de ingeniería diplomática importante.

P.- ¿Cuándo el proyecto social del Estado Islámico, la idea de crear un país propio, se convirtió en una huida hacia delante?
R.- El momento clave es cuando cruzan a Siria y deciden desobedecer a Al Qaeda. Eran su franquicia en Irak, y decidieron combatir a la franquicia de Al Qaeda en Siria. Ellos ofrecen un califato con una bandera unas leyes, unas escuelas, un sistema... Estamos hablando de países acostumbrados a gobiernos centrales muy férreos y que estaban entonces en un momento de tremendo caos. En cada país utilizaron diferentes estrategias, pero impusieron el orden. Su orden, claro. A los tres días la gente se dio cuenta de lo que había. La palabra que más me han repetido los entrevistados a un lado y otro de la frontera es terror. Si vas todavía a los pueblos, verás que siguen ahí en las plazas las jaulas donde torturaban a la gente. El establecimiento del califato fue una oferta de la gente para gobernar. Pero cuando comenzaron a ejercer su dictadura, la gente se les echó encima porque, como he dicho antes, estas sociedades no eran así de radicales.

"Muchos sirios e iraquíes simplemente se unieron a la facción más fuerte o que les pagaba más"

P.- Sin embargo, han ejercido una gran labor de adoctrinamiento, que plantea que puede ser el problema del futuro. Advierte muy convenientemente que estas cenizas todavía están calientes, ¿cree que el Estado Islámico resurgirá de alguna forma?
R.- Toda esta gente, la inmensa mayoría, digamos el músculo del Estado Islámico, luchaba por un plato de comida más que por una ideología. Los realmente ideologizados y radicalizados eran los que venían del Reino Unido, de España, de Francia... esos eran los que llegaban a la yihad. Pero muchos sirios e iraquíes simplemente estaban allí y tuvieron que elegir entre varias facciones, así que se unieron al que les parecía más fuerte o les pagaba más. Así ha sido. ¿Cómo combates a esto? En primer lugar, la vía militar no es exclusiva. Es importante derrotarles militarmente, sí, pero se podría invertir, al menos una mínima parte de lo gastado en armamento en intentar reconstruir y mejorar las condiciones de vida de esta gente para que aquello no vuelva a ser un caldo de cultivo en el que cualquiera de estos grupos llegue ofreciendo comida por coger un kalashnikov y la gente acepte.

P.- En ese escenario que plantea de batalla ideológica y educativa, ¿en qué punto está Occidente, hemos olvidando que siguen ahí?
R.- Hay dos aspectos. Por un lado se está trabajando estupendamente desde el punto de vista antiterrorista, controlando a los retornados y abortando intentos de ideologización. Pero por otro lado, solo nos entra el canguelo cuando alguno se inmola aquí o atropella con su coche a mucha gente. Porque el gran éxito de este grupo, por encima del establecimiento del califato ha sido exportar la idea de la yihad casera, del háztelo tú mismo. No tienes que irte a Afganistán a preparar explosivos o coger un lanzacohetes... coge el coche de tu padre, vete al paseo del pueblo, y ya eres un guerrero santo. Si convences a alguien de eso, como han hecho, ¿cómo detienes eso? Pues necesitas sobre todo inteligencia, invertir en educación, no hay otra. Tanto aquí como allí, porque aquello está mucho más cerca de lo que pensamos.

P.- ¿Cuál es el futuro inmediato de la zona, cómo se esparcirían para siempre las cenizas del Estado Islámico?
R.- Soy un futurólogo horrible, pero también soy muy realista, y con los datos que tenemos ahora mismo y lo que estamos viendo no puedo ser optimista. Me encantaría, pero la situación en todas estas zonas es muy dura para la población civil. En Irak por ejemplo, están a la orden del día las venganzas tribales. Si tu padre ha sido combatiente del Dáesh olvídate de tu vida, tú, tu hijo, tu hermana, tu mujer... En Mosul, por ejemplo, siguen igual un año después de conquistar la ciudad. Solo retiran cuerpos los voluntarios, todavía hay muchísimos cadáveres entre los escombros. ¿Cómo vas a empezar a vivir en un sitio todavía plagados de muertos? Si invirtieran en rehabilitar estas zonas, estaríamos ganándole años a esta gente, porque ellos siguen trabajando. No podemos dudar nunca que el monstruo sigue ahí. Va a emerger con cara diferente, no sabemos cuál, pero de qué va a emerger no tengo ninguna duda.