Image: Antonio Gómez Rufo
Dirk Bogarde como Gustav von Aschenbach y Björn Andrésen como Tadzio en Muerte en Venecia (Luchino Visconti, 1971)
Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...
Soy hombre de playa, sol y sosiego, y así me gustaría que fueran mis vacaciones literarias soñadas. Y por eso no dudaría en pasar mis días de reposo en el hotel-balneario veneciano y su playa contigua en el que Gustav von Aschenbach (Dick Bogarde) termina adorando a Tadzio (BjörnAndresen) en Muerte en Venecia, la pequeña-gran novela de Thomas Mann escrita en 1912 y adaptada al cine por Luchino Visconti. Eso sí, cambiaría algunas cosas para mayor disfrute y gozosa vacación: ni querría como escenario de fondo aquella Venecia acosada por la peste, como símbolo del deterioro de Europa, ni pondría mis anhelos en el muchacho adolescente, sino que preferiría ser una especie de Humbert Humbert y perseguir inútil y serenamente a Lolita, como describe Vladimir Nabokov en su novela de 1955. Un viaje a Venecia, en cualquier momento del año, es deseable; pero en verano, en aquel hotel y ante ese mar calmado y azul como sólo conoce el Mediterráneo, el deleite parece asegurado. Y ante Lolita…, ay. Quién tuviera algunas décadas de menos y algunas virtudes de más.