Image: Albert Serra
La Scala de Milán, la ciudad donde se econtraron Stendhal y Lord Byron en el siglo XIX
Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...
Quizás el sitio que me ha perseguido mentalmente con más fuerza en los últimos años es Milán. No es un sitio al que me gustaría viajar, es un sitio en el que me gustaría vivir (y morir). Sólo he estado allí un par de veces muy breves, una sola noche cada vez, y siempre en agosto, lo que no es nada recomendable porque la ciudad está completamente vacía y el calor es insoportable.Lamentablemente, no pude vivir allí nada de aquello con lo que soñaba y cuyo origen es bastante simple: la biografía de Stendhal. Él me inculcó el amor por esta ciudad y por sus gentes porque allí vivió sus días más felices, allí conoció a Lord Byron y allí suceden algunas escenas memorables de La Cartuja de Parma (1839). Estas sugestiones lejanas se mezclan hoy con otras, en especial la riqueza, la educación y el buen gusto de sus clases privilegiadas, gentes acaso igual de espontáneas, candorosas y apasionadas como las que conoció Stendhal; y, cómo no, con la belleza actual de sus mujeres, cuya "nobleza tierna" aún procede de Leonardo da Vinci.