Image: Álvaro Tato

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El Cultural

Álvaro Tato

Mosqueteros, damas y aguador... viaje al Siglo de Oro

19 julio, 2016 02:00

Ilustración de un corral de comedias del siglo XVII

Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...

Este verano me quedo en Madrid pero viajo al Siglo de Oro para ver comedias en el corral del Príncipe. Está lleno: pueblo en las galerías, mosqueteros en el patio, damas en la cazuela (o paraíso), caballeros y clero en palcos tras celosías. Huele a sudor, perfumes, afeites, incienso. Pido al aguador un agua de lima y me zambullo en el griterío. Salen entre ovaciones y silbidos los comediantes al tablado precario con un puñado de telas, vestidos e instrumentos. Comedias, autos, entremeses, jácaras, mojigangas; en mi viaje cabe todo ese teatro hecho de voz y cuerpo bajo la luz del sol. Reímos con Juan Rana, temblamos cuando María la Calderona baila La Marizápalos. Vuelan versos, cantos y danzas entre carcajadas y llantos. Recorremos lugares que ya son sueños colectivos: la Fuente Ovejuna de Laurencia, la Nápoles de Diana, la Polonia de Segismundo, la Zalamea de Pedro Crespo, la Sevilla del Burlador... Como fin de fiesta partimos en procesión carnavalesca hacia Jauja (o Chacona), la tierra sin dolor, el sarao infinito, la edad de oro. Ya no somos público, sino gente junta. Al salir, mientras cae la noche, paso por los mentideros, donde Lope, Calderón y Tirso celebran sus estrenos, y vuelvo a casa por la calle del León, donde queda una sola ventana encendida; será Miguel, todavía despierto, escribiendo bajo las estrellas del gran teatro del mundo.

Álvaro Tato (Madrid, 1978) ha dedicado su vida a los versos y a las tablas. Su primer libro de poemas, Hexateuco fue galardonado con el Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, una hazaña que repitió años después con Cara máscara, al que se le otorgó el Premio de Poesía Hiperion. En lo relativo al escenario, ha adaptado recientemente El alcalde de Zalamea, el clásico de Calderón de la Barca dirigido por Helena Pimenta.