El Cultural

Joaquín Achúcarro

8 enero, 2016 01:00

"Sudo sangre para sacar al pájaro de la jaula del pentagrama"
El pianista ofrece un recital en el Teatro Arriaga de Bilbao el domingo, con obras de Bach, Chopin, Brahms, Albéniz, Granados y Gershwin.
Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) pertenece a esa raza de pianistas octogenarios que siguen en plena forma. A sus 83 años, sigue recorriendo medio mundo dando conciertos, además de impartir clases a unos pocos privilegiados alumnos de la Universidad Metodista de Dallas. Le gusta enumerar los países que visitó el año pasado, intercalando breves pausas como si fuera la alineación de un equipo de fútbol: "Suiza, Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos, Japón, China, Taiwán, Perú, Andorra, España, México y, por primera vez, Malta, en un festival precioso". Ahora empieza 2016 en el mejor sitio posible: el Teatro Arriaga de Bilbao, su casa. Será el domingo 10. El recital lleva por título De Bach a Gershwin y entre ambos genios caben Chopin, Brahms, Albéniz y Granados. Promete ser un concierto de alto contenido emocional.

Pregunta.- ¿Siente algo especial cuando actúa en el Arriaga?

Respuesta.- Noto el calor del público amigo. Es muy difícil explicar mi relación con el Arriaga, que comenzó cuando era niño. Iba a ver zarzuelas, óperas y todo lo que programaba. Después mis primeros conciertos, con 15 años, fueron allí. De su público, algunos me vieron crecer y ya murieron, otros que me han visto ya de mayor están hoy jubilados y pensarán: "¿Pero este tío cómo es capaz de salir ahí y aguantar un concierto de dos horas?".

P.- Yo también me lo pregunto. ¿Cómo se mantiene en forma?

R.- Hay un proverbio zen que dice: cuando estés cansado, duerme; cuando tengas hambre, come. A mí me funciona. La gente dice que tocar el piano es un acto espiritual, pero conlleva un gasto de fuerza física considerable, hay que estar en forma para tocar el piano. También me ayuda montar en bicicleta.

P.- En el programa, dos extremos temporales y estilísticos. ¿Qué comparten Bach y Gershwin?

R.- De pronto, la escala temperada. De Gershwin tocaré sus tres preludios para piano, que son jazz puro. Con estas piezas uno se da cuenta de la importancia de esta música genuinamente americana que, en los tiempos en que se compusieron, Europa miraba por encima del hombro. Cuando era niño, recuerdo que algunos decían despectivamente que era música cabaretera.

P.- También están en el programa Chopin, Brahms, Albéniz, Chopin...

R.- Son unos cuantos chicos que sabían lo que estaban haciendo. Cuando se llega a ver las partituras como yo las veo, se produce un diálogo fantástico con el compositor. Todos estos escribieron con sumo cuidado cómo querían que se interpretasen sus obras, tanto Brahms como Chopin o Gershwin, y el intérprete tiene que extraer de la partitura lo que cree que era la intención emocional del compositor. Yo sudo sangre para sacar al pájaro de esa jaula de cinco barrotes que es el pentagrama.

P.- Hace poco la revista francesa Diapason incluyó un disco suyo con el Concerto Macabre de Bernard Herrmann entre los 100 discos de piano más bellos de la historia.

R.- Que me tocara el gordo no sé si sería tan emocionante como que un disco mío esté al lado de otros de Horowitz, de Rajmáninov, de Rubinstein. Es un regalo llovido del cielo.

P.- ¿Cómo recuerda la grabación de aquel disco?

R.- Fue hace unos años. Se grabó todo a una velocidad increíble, me aprendí el concierto en cuatro días.

P.- ¿De memoria?

R.- Sí.

P.- ¿Cómo es posible?

R.- El día tiene 24 horas... Estuve solo en una casa y seguí el proverbio zen que he mencionado antes.

P.- ¿Y cómo trabaja usted la memoria?

R.- Hay una primera memoria, la del acto automático, el llamado reflejo condicionado, que se adquiere cuando repites cien veces un pasaje (imagínate si lo repites mil). Y está otro tipo de memoria, la que registra la forma de la obra, ya sea una sonata de Brahms o un concierto de Beethoven. Esta opera a un nivel más profundo, teniendo en cuenta las dinamogenias, la expresión, la tensión, la poesía... Todo eso va surgiendo sobre esa primera base del reflejo condicionado.

P.- En 2012 le llovió del cielo otro regalo, éste en sentido casi literal: la Unión Astronómica Internacional le puso su nombre al planeta menor 22191.

R.- Es más bien un asteroide que un planeta. Por lo visto la astrónoma que lo descubrió me admiraba mucho y le puso mi nombre. Es un honor, por supuesto.

P.- Para un pianista de su talla, técnica y expresividad van de la mano, pero ¿cuál prefiere de estos dos conceptos?

R.- Lo que me importa en un concierto es transmitir algo que quizá el público no sabía que existía, con suerte una emoción nueva.

P.- ¿Cómo ve la enseñanza musical española?

R.- No estoy metido a fondo en la enseñanza en España, pero antes, si a los 10 años demostrabas que podías hacer las obras de sexto, te examinabas de una vez de los seis cursos. Ahora que te dejen hacerlo es poco menos que imposible. Esto puede beneficiar a la mayoría, pero a una elite de talentos especiales les cierra una puerta. Pongo como ejemplo el caso de mi mujer, Emma, que obtuvo un premio de solfeo con 8 años y terminó la carrera a los 13.

P.- Tengo entendido que ella era admiradora suya antes de conocerse.

R.- Ella era una niña prodigio y yo estaba empezando a ganar concursos y a dar conciertos. Luego acabamos siendo novios y hasta hoy...

P.- ¿Qué supuso para usted aquel concurso que ganó en Liverpool en 1959?

R.- Ese concurso fue el que me abrió la puerta a una gira con la orquesta de Liverpool por toda Inglaterra y un concierto en el Albert Hall. Fue el despegue de mi carrera internacional.

P.- Ha colaborado con otros instrumentistas y directores de orquesta de fama mundial, como Claudio Abbado y Zubin Mehta. ¿Con cuáles ha tenido especial sintonía?

R.- He tocado con más de 300 músicos, y de ahí saldrían 20 o 30 nombres, así que prefiero no decir ninguno...

P.- ¿Qué compromisos tiene en su agenda después del concierto del domingo en el Arriaga?

R.- Estoy estudiando con todas las ganas del mundo. Después de Bilbao tengo otros dos conciertos con la orquesta de Asturias y un recital en la Sociedad de Conciertos de Milán el día 20. De allí me iré a Estados Unidos para retomar mis clases en Dallas.

@FDQuijano