Image: Alberto Ruy Sánchez

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El Cultural

Alberto Ruy Sánchez

“Vivimos la ceguera del negocio editorial ante lo que sucede en el mundo”

5 junio, 2014 02:00

Alberto Ruy Sánchez

Alfaguara compila las cinco obras de Alberto Ruy Sánchez sobre el deseo en Quinteto de Mogador.

Mogador es una ciudad portuaria de Marruecos fundada en el siglo XVI y conocida hoy como Essaouira. Pero existe otra Mogador que no es exactamente de este mundo aunque tampoco deja de serlo, parecida pero no igual a la auténtica, transformada por el escritor Alberto Ruy Sánchez (México, 1951) en la ciudad del deseo. Allí transcurren cinco de sus novelas, tratados del erotismo y del conocimiento de la materia. Alfaguara las compila ahora en un gruesa y cuidada edición bajo el nombre de Quinteto de Mogador. Incluye Nueve veces el asombro (2005), Los nombres del aire (1987), En los labios del agua (1996), Los jardines secretos de Mogador (2001) y La mano del fuego (2007), obras de gran calado emocional que desgranan la esencia del deseo desde distintas perspectivas. Alberto Ruy Sánchez, además de narrador, poeta y ensayista, dirige desde 1988 la revista Artes de México, que en su primera década obtuvo más de cincuenta premios nacionales e internacionales al arte editorial.

Pregunta.- Alfaguara ha reunido en un grueso tomo sus cinco libros ambientados en Mogador. ¿Está contento con esta edición?
Respuesta.-Sí, muy contento. Se han esmerado en la edición. Es muy artesanal con detalles muy cuidados como la inclusión de las caligrafías, realizadas por el magnífico calígrafo árabe Hassam Massoudy y también por Caterina Camastra. El de Caterina es un caso muy especial para mí porque era una lectora común de mi libro que decidió ser iniciada en el arte de la caligrafía y ahora, pasado un tiempo, lo ilustra. Es parte de la esencia de esta obra, poner atención a los deseos de los que la leen. Nunca piensas que vas a escribir un libro para que alguien se convierta en calígrafo. Por otro lado, a raíz de la publicación del primer libro, también empecé a recibir cartas de mujeres que se tatuaban estas caligrafías por todo el cuerpo. Tengo en total 158 relatos de mujeres tatuadas.

P.- ¿Por qué convirtió Mogador en escenario de su literatura?
R.- Al principio fue un hallazgo personal intenso. Pero pronto ocupó un espacio en el que era posible hablar del deseo sin la distracción de lo que puede resultar ultra conocido. Mogador es un espacio que viví como clave de erotización de todas las cosas de la ciudad. Un emblema e imagen del deseo y, a la vez, metáfora de una mujer deseante. También me atraía la exploración de la relación del mundo mudejar, de las reminiscencias árabes, en la cultura mexicana. Por ejemplo, por herencia árabe, nosotros los mexicanos no nadamos en piscinas, lo hacemos en albercas.

P.- Sin embargo, su Mogador funciona como una ciudad mítica más que como reflejo de la auténtica Mogador. ¿Cuáles han sido sus referencias a la hora de crear este peculiar lugar?
R.- Más que referencias literarias creo que he tomado cosas de otros lugares. Por ejemplo, el hammam que aparece en la obra es un baño real que conocí en Fez. Otras ciudades como Myanmar o Hanoi han tenido también una gran influencia. Una escena del primer libro en el que describo como toca el agua las piedras del puerto lo escribí en Idra, la isla griega. Mogador al final es un collage de ciudades vividas. Lo mismo ocurre con los personajes, uno integra muchas experiencias propias. También hay influencias que proceden de la artesanía, de la música o de la pintura.

P.- ¿Qué le llevó a hacer esta profunda indagación en el deseo?
R.- Lo primero fue experimentar mis propias limitaciones como hombre deseante. Piense que empecé a escribir hace ya mucho tiempo pero me di cuenta de mis limitaciones mucho antes, cuando conviví con una mujer por primera vez. En ese momento fue cuando me pregunté qué era eso de ser un macho mexicano.

P.- Cada obra representa una aproximación diferente al deseo... ¿Es la esencia del deseo múltiple?
R.- Hay exploraciones del deseo desde diferentes puntos de vista, como también las hay del amor. La vertiente mas interesante para mí aparece en El collar de la paloma de Ibn Hazm. Este hombre, a diferencia de otros escritores de tratados de amor, en lugar de preocuparse por como satisfacerse a sí mismo, escribía capítulos sobre los signos del amor que se hacen con los ojos. Yo trato de situarme en una visión poética pero también reflexiva dentro de esa tradición.

P.- ¿Cuál es la salud del erotismo hoy en día? Por ejemplo, Vargas Llosa opina que está en claro declive...
R.- Yo no lo creo. Lo que pasa es que las novelas eróticas de Vargas Llosa son como muy sesenteras, esos caballeros con lanza embistiendo a una muralla... Ese erotismo está en declive desde siempre. Ahora el límite al erotismo está enmarcado por el mundo del comercio y los estereotipos. Pero, ¿cuál es el verdadero erotismo? Para mí consiste en descubrir y contar la dimensión poética y delirante del acto erótico. La relación entre la imagen externa y el delirio en su dimensión poética. El erotismo no está realmente en declive, lo está una determinada concepción del erotismo.

P.- Ha dedicado buena parte de su vida a la edición ¿Cómo ve la actualidad de esta profesión?
R.- Es un mundo en transformación. Por un lado sabemos que hay que integrar unos nuevos formatos y comercializarlos. Pero también estamos viviendo la sordera y la ceguera del negocio editorial a lo que sucede en el mundo. Lo nuevo ocurre en editoriales marginales. Hay 80 editoriales independientes en México porque los grandes no quieren ser sensibles a lo que sucede. Se exigen índices de ganancia obsoletos. Sin embargo, la gran mayoría de la pequeñas editoriales desaparecerán.

P.- Usted fue un colaborador cercano de Octavio Paz, del que este año se cumple su centenario. ¿Cómo lo recuerda?
R.- Además de colaboradores, fuimos amigos mucho más tiempo. Ha sido una presencia fundamental en mi vida. Cuando trabajé con él, yo ya había colaborado con gente como Roland Barthes pero aprendí a admirar a Octavio Paz por razones distintas, comprendiendo la dificultad y el calado de su proyecto vital y artístico. Trabajar con él era un trabajo de iniciación.

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