Image: Marc Levy

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El Cultural

Marc Levy

"Tenía muchas ganas de escribir un thriller a la americana"

Jacinta Cremades
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Marc Levy

El escritor presenta Si pudiera volver atrás (Planeta), donde mezcla la dictadura argentina con el rapto de niños en China

Afincado en Nueva York, de donde son la mayoría de sus personajes, Marc Levy (Boulogne-Billancourt, 1961) no había venido a España desde hacía cinco años. Es el autor más leído en Francia desde que, en 2000 publicó su primera novela Y si fuera verdad, best seller mundial que se traducía, ese mismo año, a más de treinta idiomas. A razón de un libro por año, Levy precisa que "no es que escribamos más rápido, es que ahora con el ordenador los escritores lo tenemos mucho más fácil que antes". Ahora presenta Si pudiera volver atrás (Planeta), cuyo personaje principal es Andrew Stilman, un gran periodista del New York Times que acaba de casarse. El 9 de julio del 2012, mientras corre por Hudson River en Nueva York, alguien le mata por la espalda, con una especie de cuchillo. Al instante Stilman despierta en el suelo, pero dos meses antes. Reconocemos de inmediato el sello inconfundible de este autor: conseguir que un hecho para todos imposible, se vuelva en sus novelas, plausible. Stilman tendrá sesenta días para encontrar a su agresor.

Pregunta.- Si pudiera volver atrás empieza con la trama de un thriller. Usted que suele cambiar de registro en cada una de sus obras, ¿le apetecía escribir una novela negra?
Respuesta.- Bastante. Tenía muchas ganas de escribir un thriller y además, a la americana. Mezclar la escritura de una novela negra y la historia de unos personajes. No sé si me explico. Es decir que fueran los personajes que tirasen de la historia y no la historia que tirase de los personajes.

P.- Siga el registro que siga, usted consigue conectar con los lectores del mundo entero. ¿Cómo explica el éxito de sus novelas?
R.- No me lo explico para nada. Ni siquiera trato de explicarlo. Pienso que sería una falta de humildad terrible. No me siento merecedor de este éxito la verdad. Por eso creo que me arriesgo, en cada uno de mis libros, al cambiar de registro. Lo hago también por respeto a los lectores, para no defraudarlos ni cultivar siempre la misma escritura.

P.- Usted que publica con regularidad, un libro cada año, ¿cómo y cuándo trabaja?
R.- Escribo en invierno y sobre todo de noche. Cada año, más o menos, dedico cuatro meses a la investigación. Luego me centro otros cuatro meses en la escritura, trabajo de 15 a 16 horas al día, todos los días de la semana. ¡Es un periodo muy intenso este de la escritura! Un mes o mes y medio de correcciones y el resto del tiempo ¡duermo!

P.- Lleva casi desde los 18 años en Estados Unidos. ¿Qué es lo que le gusta de la cultura norteamericana?
R.- Yo no tengo la impresión de vivir en Estados Unidos sino en Nueva York. Siempre me ha gustado vivir en el extranjero y 'como extranjero'. Para mí, es la mejor escuela de humildad cotidiana. Siempre me ha fascinado el ir al encuentro de la cultura del otro. Cambiar de país. De horizonte. Descubrir otros modos de pensar. Para mí no hay nada que me dé mayor libertad que la de descubrir que las certezas no existen. Tengo ese apetito de vida, de descubrimiento, de conocimiento y Nueva York es una ciudad muy especial en eso porque, detrás de los clichés, es una isla en la que conviven 163 comunidades diferentes. Cada una de estas poblaciones, por un lado, protege su comunidad y, por otro, tiene esa voluntad de construir una identidad común que es la identidad neoyorkina. Para mí, eso es mágico.

P.- En esta novela, sus personajes son norteamericanos, viajan por su trabajo a Argentina, escriben sobre China. ¿Podría hablarnos del trabajo de investigación que debe realizar para cada novela? ¿Viaja usted a los lugares o prefiere los documentos?
R.- Las dos cosas. Leo documentación y voy hacia el contacto con la gente. Los testimonios son muy importantes. Me voy solo, como un periodista de investigación. Mis libros no se preparan en bloque, durante un solo viaje sino que puedo estar sobre el tema a lo largo de varios años. Es complicado de hacer investigaciones. A veces se descubren las cosas de forma espontánea. Un encuentro con alguien que te habla de su historia, te confía sus secretos. Y ese testimonio vale mucho más que lo que uno puede encontrar en los libros. No siempre todas estas investigaciones se pueden hacer de una sola vez.

P.- ¿Por qué acabó mezclando dos tramas tan fuertes como la Dictadura Argentina y el rapto de niños en China? ¿Podría hablarnos de la relación que existe entre las dos en su obra?
R.- La relación ha sido coyuntural. Hay un tema central en todas mis novelas que es el problema de la identidad y la relación que uno mantiene con sus propias raíces. Es algo que me fascina. En realidad, la historia de los niños chinos raptados y entregados en adopción, en unos circuitos que luego son legales, es una historia que fue desvelada por el New York Times. Leí esta historia dos años antes de empezar la novela. Cuando lo leí, mi hijo tenía dos años. Yo era consciente de la dependencia que un ser humano puede desarrollar con respecto a un niño, después de dos años de vida. No nos damos cuenta. Una persona que no ha tenido niños no puede concebirlo. Una persona que ha vivido 40 años y que tiene un hijo, cinco días después del nacimiento del niño, si lo pierde, su vida se ha acabado. La pregunta es cómo cinco días de la vida de otro ser humano puede cambiar tu vida para siempre. Esa es la magia de la filiación. Ocurre lo mismo con los niños adoptados. ¡Si te quitan a este niño, te arrancan a la mitad de tu ser! Cuando leí este artículo, pensé en las mil familias americanas que iban a descubrir que los niños que adoptaron hacía cinco años, con la mayor sinceridad, habían sido arrancados de las manos de sus padres. Es un problema de identidad que no tiene solución y eso me despertó las ganas de querer escribir sobre él. Y, al mismo tiempo, hablar sobre el responsable de haber descubierto esta terrible verdad.

P.- Uno de los personajes de su novela es justamente uno de los padres americanos afectados. ¿Fue a hablar con alguna de las familias?
R.- En el artículo estaban las reacciones de algunos de los miembros de las familias afectadas. La mayoría de los testimonios decían que no querían saber, que no soportaban la idea de que les quitaran a su hijo. Pero cómo iban a poder vivir después de saber que, en la otra punta del mundo, vivían los verdaderos padres que nunca se han repuesto. Y qué pasará cuando la niña sepa la verdad. Me pareció entonces que debía escribir sobre un personaje en esta situación.

P.- Además de estas dos tramas, la historia que hila la novela es la del periodista Andrew Stilman que se despierta dos meses antes de su asesinato. ¿Piensa usted que uno de los factores de su éxito puede venir de este paralelismo que usted utiliza en entre la realidad racional y uno cercano al inconsciente, a los sueños, al mas allá?
R.- No, porque sin querer desvelar lo que ocurre al final del libro, no hay nada que tenga que ver con lo oculto. En las demás novelas ocurre lo mismo. Son imágenes metafóricas que utilizo. Quizá en la primera novela, Y si fuera verdad, puede haber una parte de sobrenatural aunque, para mí, sigue siendo metafórico. Lauren es invisible a los ojos de los demás porque, al trabajar tanto, ha perdido su identidad como mujer. Vuelve a ser visible en el momento en el que alguien la quiere. Y no es visible más que a los ojos de esa persona. Para mí, el utilizar elementos 'fuera de la norma' es una manera que tengo de autorizarme a mí mismo a tratar temas serios sin tomarme demasiado en serio. En Si pudiera volver atrás, usted lo ha dicho, hay muchas tramas. Si solo hubiera escrito sobre el problema de la identidad, el lector hubiera pensado '¡qué serio se ha vuelto este escritor!'. Es una manera de compartir preguntas, sin imponer respuestas.

P.- Sus personajes aparecen todos perfectamente retratados desde un punto de vista psicológico. ¿Cuál es su relación con ellos?
R.- Es verdad, jamás he descrito a ninguno físicamente. Los quiero y forman parte de mi familia. Hay una especie de locura en los escritores, ¡no soy el único! que hace que los personajes de ficción dejen de serlo al final de la novela. Al personaje de Andrew Stilman lo conozco perfectamente, es parte de mi vida, podría cruzármelo por la calle, en un restaurante. Hace poco me paseaba con un amigo por Nueva York y, de repente, le dije "mira, ahí vive Julia", que era la heroína de Las cosas que no nos dijimos.

P.- ¿Y para cuando su novela sobre España o por lo menos, con un personaje español?
R.- ¡Pero si en esta novela tenemos a Argentina!

P.- No es lo mismo.
R.- No, pero se acerca. Hay lazos. Francia no es Rumanía pero cuando estuve allí, la cantidad de rumanos que hablaban francés me hizo sentirme en casa. Cuando voy a Quebec, me pasa lo mismo. Los seres humanos tenemos un lazo con el idioma. Si le colocan un pañuelo sobre los ojos y se lo quitan en Buenos Aires, seguro que en muchos momentos sentirá que está en España. La arquitectura, el modo de vida, el idioma. No diría lo mismo de Dusseldorf, por ejemplo. Y quien sabe, ¿una novela sobre España? ¿Por qué no? ¡He conseguido hacer una sobre Estambul!

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