Jaume-Vallcorba

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El Cultural

Jaume Vallcorba: "Sin proyectar a autores nuevos, el papel del editor no se ve cumplido"

15 enero, 2013 01:00

A Jaume Vallcorba (Tarragona, 1949) todavía se le nota esa vena de profesor que marcó su trayectoria antes de fundar su editorial, Acantilado. La docencia en literatura a lo largo de 30 años asentó una pasión por el mundo trovadoresco que se cataliza ahora en dos vías: una sesión doble de conferencias en la Fundación Juan March, y un libro, De la primavera al Paraíso: de los trovadores a Dante, que verá la luz el 28 de febrero. Con una alegría que se ensombrece ante la perspectiva de la enseñanza en España, Vallcorba no se arrepiente de haber reciclado su alma para dedicarse a una profesión que en realidad "tiene mucho que ver" con la educación.

Pregunta.- Además de la conferencia, tiene en el horno el libro De la primavera al Paraíso: de los trovadores a Dante. ¿De dónde surge este interés?
Respuesta.- Durante 30 años enseñé literatura en la universidad, así que estuve mucho tiempo hablando de trovadores. El entusiasmo me lo contagió mi maestro, Martín de Riquer, en mis tiempos de estudiante. Soy un gran fan de los trovadores, porque tienen un fondo de verdad desnuda y representan un momento capital de la poesía europea.

P.- ¿Tiene posibilidad el libro de transcender el ámbito más académico y llegar a un público menos especializado?
R.- Yo creo que sí. Está pensado para el lector común, no tiene ni notas a pie de página, y todos los poemas que se citan están traducidos. Con la poesía trovadoresca se inventa un modo de entender el amor, que contrasta con la experiencia común que tienen la mayoría de las personas. Pero el amor influye en la poesía amorosa, hasta nuestros días. En el libro intento dar una explicación de por qué esa concepción del amor deja una huella tan profunda en la estética occidental. Creo que, a cualquiera que le interese la poesía, le va a interesar también el libro.

P.- ¿Se ha arrepentido alguna vez de dejar la docencia y meterse a empresario?
R.- La verdad es que lo pasé muy bien enseñando. Es incluso algo que se recuerda por parte de mis alumnos. Es una profesión extraordinaria, pero han cambiado mucho las cosas, hay que reflexionar muy en serio sobre la enseñanza en España. Ahora lo echo menos en falta porque me invitan a conferencias de vez en cuando, y vuelvo a entrar en contacto con gente joven.

P.- Pablo Martín Sánchez y su libro El anarquista que se llamaba como yo, editado en Acantilado, están cogiendo un gran impulso.
R.- Sí, y estoy muy orgulloso. Siempre he creído que el papel del editor es ser una palanca de proyección, una pantalla para los nuevos autores que dé visibilidad y les ponga en diálogo con otros. Un autor novel puede darte una nueva interpretación de un autor “clásico”, y las influencias van en dos direcciones. En esto tiene mucho que ver con la enseñanza. Sin nombres nuevos, el papel del editor no se ve cumplido.

P.- ¿Cómo afronta la editorial el nuevo curso?
R.- Aunque 2013 no parece que vaya a ser un año para tirar cohetes, lo afrontamos con mucho, mucho optimismo. Tenemos muy buenos títulos preparados, como la Lección de anatomía de Danilo Kis, un texto brillantísimo sobre qué significa la literatura, que escribió en un contexto en el que le acusaban de plagio. Además, en bolsillo sacaremos De la libertad, de John Stuart Mill, que es ya casi un manifiesto, y en febrero el primer libro de Mauricio Wiesenthal en Acantilado, que se llama Siguiendo mi camino.

P.- ¿Cuál es el criterio para sobrevivir en el mundo editorial?
R.- La clave está, como dice Wiesenthal, en ir siguiendo el camino. Hay que ser coherentes con el catálogo y fidelizar a los lectores, algo que se consigue de una forma: no engañándoles nunca.

P.- Cuénteme qué es eso del papel con ph neutro e hilo vegetal en el que se imprimen los libros de Acantilado.
R.- Para que duren 500 años. Algo que no van a durar los ebooks. En Acantilado hacemos libros en digital, pero la apuesta gorda es el papel. El libro tiene olor, tacto... Establece una relación mucho más física con el lector, y a mí me gustan las relaciones físicas, no las virtuales.

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