Image: Susanne Bier

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El Cultural

Susanne Bier

"Las películas europeas suelen ser oscuras, desoladas y deprimentes"

26 febrero, 2011 01:00

Susanne Bier con el Globo de Oro que mereció por In a better world.

Con 'In a better world' la directora danesa se impone en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa, a 'Biutiful', 'Canino', 'Outside the law' e 'Incendies'

Con su flamante Globo de Oro a la mejor película extranjera, la danesa In a better world ha logrado también el Oscar en una categoría por la que su directora, Sussane Bier, ya estuvo nominada en 2007 (Después de la boda). Cuando se realizó esta entrevista, en el marco del Festival de Cine Europeo de Sevilla, con cuyo premio se alzó, la cineasta veía muy lejos la posibilidad de conseguir la estatuilla, a pesar de que partía favorita por haber trabajado en Estados Unidos con películas como Cosas que perdimos en el fuego. Las quinielas no se equivocaron al dar por ganador a este drama familiar que transcurre entre un idílico pueblo danés y un campo de refugiados africano. El perdón y la venganza están a cada lado de la balanza en una película que, protagonizada por dos niños, profundiza en temas como el bullying y la fragilidad de la idílica sociedad europea.

PREGUNTA.- Dinamarca, esa sociedad avanzada, queda en un lugar muy pobre tras ver In a better world.
RESPUESTA.- Trabajé mucho sobre esa idea con Anders Thomas Jensen, el guionista. Discutimos sobre la fragilidad que encierra esa idea de sociedad idílica, preguntándonos quién era y dónde estaba el mayor enemigo de esa sociedad, y lo situamos en un niño, que simboliza la inocencia pura. Ese es el punto de partida.

P.- ¿Es la violencia en la infancia un problema importante en su país?
R.- No creo que Dinamarca sea una sociedad especialmente marcada por este problema, que es común a muchos países. Pero tampoco creo que este sea el gran tema de la película, que en realidad trata sobre la venganza. Pero el moving es uno de los factores que hace que alguien que no es realmente violento o malo se convierta en peligroso por culpa del dolor, porque se siente solo, fuera de juego... y por ello permite que ocurran cosas que en otra situación jamás habría consentido.

P.- ¿Ha querido trazar una parábola sobre la presencia de la violencia en la sociedad europea en general?
R.- No exactamente, pero en la película la violencia no es sólo un problema que afecta a los niños, también aparece entre los adultos, simplemente su apariencia es un poco distinta. En cierto modo, habla sobre cómo puedes convertirte en un terrorista, sobre cómo un niño pequeño puede pasar a ser eso. Y es interesante, porque siempre les damos a lo niños normas de lo que puede ser peligroso o malvado sin ser conscientes de lo cerca que está el mal de nosotros.

P.- ¿Tenía claro que para hablar de la venganza como sentimiento humano era importante mostrarla en dos sociedades opuestas como la africana y la europea?
R.- Sí, era importante tomar dos sociedades distintas. Una es la privilegiada y confortable y la otra es pobre y desolada. La película muestra que nuestros problemas son bastante semejantes, sólo tienen diferentes formas, pero en esencia son los mismos.

P.- ¿Cree que el moving es hoy una especie de nuevo subgénero cinematográfico?
R.- Lo cierto es que es un tema que ha estado ahí en numerosas ocasiones, en literatura y en cine. No sé, pienso en El señor de las moscas, de William Golding, por ejemplo. Pero hoy en día alcanza una dimensión mayor porque es más difícil proteger a nuestros niños. Los adultos sabemos hoy menos sobre ellos de lo que solíamos saber. Los niños tienen hoy acceso a cosas que nosotros desconocemos. Es complicado protegerlos y proteger la cercanía en las relaciones.

P.- In a better world es una película muy cruda a la que en cambio decidió darle un final feliz. ¿Por qué lo hizo?
R.- No es necesariamente un final feliz, pero sí uno esperanzador, hay una diferencia. Para la mayoría de los personajes de lo que se trata es de aprender a perdonar, de ver más allá. A mí no me gusta salir de la sala de cine con ganas de suicidarme, pero sí me gustan las historias que me hacen pensar. Parece que hubiera una tradición en Europa según la cual las películas tienen que ser a la fuerza oscuras, desoladas y deprimentes, es un misterio. Si tienes un tema importante que quieres mostrar al público no hay necesidad de hacerlo de esa forma, así sólo consigues asustar a los espectadores. Creo que el truco o, mejor, el desafío es ir contra esos tópicos, buscar una especie de mensaje o de sentido con el que el público pueda salir de la sala.

P.- Y en esta película, ¿cuál fue su mayor desafío como directora?
R.- Sin duda tener a dos niños como protagonistas. Pero también fue difícil conectar África y Dinamarca, y no simplemente Dinamarca, sino un pequeño y precioso pueblo. Se trataba de mostrar una localidad tipo que pudiera estar en cualquier parte del norte Europa frente un genérico campo de refugiados en África. Y reflejarlos el uno en el otro de una forma sutil, que no fuera obvia.

P.- El papel de Mikael Persbrandt ha sido muy aplaudido. He leído que usted ha confesado su querencia por retratar hombres con un lado femenino desarrollado.
R.- ¿Dije eso? No sé, puede que lo pensara hace un tiempo. Durante toda mi infancia tuve amigos varones, así que tengo una comprensión natural del mundo masculino. Y el guionista es también un hombre... nunca ha sido difícil para mí tratar con ellos. La cosa es que también suele identificarse el trabajo de las cineastas con historias relacionadas con mujeres y no es mi caso, para mí es natural dirigirlos a ellos y a ellas.

P.- La película está en las antípodas de sus comienzos como cineasta, cuando su trabajo se vinculaba al movimiento Dogma.
R.- Todas mis películas son diferentes. Hay dos tipos de artistas, los que quieren probarlo todo y los que se obsesionan con algo y sólo quieren profundizar en ello. Y yo siempre he sido de los primeros. No obstante, me interesan ciertas cosas, como la familia, que es un tema recurrente en mis películas. No quiero repetirme, cada vez que hago una película necesito sentir algo, dudar sobre si podré llevarla a cabo. In a better world es, de todas mis películas, la más interesada en la naturaleza y en el paisaje, porque consideré que era correcto para la historia. La belleza del paisaje contenía ese sentido idílico y frágil.

P.- ¿Sigue interesada en trabajar en Estados Unidos?
R.- Sí, mucho. Pero no porque sea cine americano, sino porque simplemente me interesa hacer películas y porque me siento muy feliz pudiéndolas dirigir. Allí me divertí mucho y me encantaría repetir.

P.- Entonces, sus ganas de trabajar en América, no tienen nada que ver con esa crítica a la oscuridad del cine europeo que comentaba antes.
R.- No, pero es verdad que el cine europeo parece querer llevar al público siempre hacia lo oscuro y lo triste. Me parece que ese tipo de cine es arrogante con el público, hay mucha soberbia cuando un director sólo se preocupa por su creación y no por sus espectadores. Yo creo en el cine como un verdadero mass media, de forma que si tienes una gran historia que contar el desafío está en llevarla a la mayor gente posible. No digo con esto que todas las películas tengan que estar dirigidas al gran público, pero tienes que afrontar ese desafío. La tendencia opuesta es arrogante y está demodé.

P.- ¿Qué director le parece que lucha bien contra esa tendencia a la soberbia?
R.- Steven Soderbergh, que desde Estados Unidos hace películas más europeas que las de las europeas y que al mismo tiempo sabe ser muy extremo y experimental sin dejar de pensar en el aspecto comercial de lo que hace, y a la vez se desafía a sí mismo. Ese es el tipo de cine que me interesa.