Image: De charla con Mozart

Image: De charla con Mozart

El Cultural

De charla con Mozart

19 abril, 2010 02:00

Estatua de Mozart en Sevilla



El pequeño Mozart no es tan pequeño en Sevilla pues, como dice el dicho, tiene silla donde elevar su estatura. Me acerco hasta allí para charlar con él.

-Ten cuidado amigo -le aviso- pues en esa postura que tienes puede venir Salieri a darse gusto.
-¿Cómo? -pregunta él con la voz aflautada de magia- ¿Cómo?
-Pues pegándote una patada en el trasero -respondo yo.
-No creo que se le ocurra, aquí en público -me asegura Mozart-. Date cuenta que Salieri era un cobarde y todo lo hacía a escondidas.
-Ya, no me cuentes -le salto- conozco a alguno hoy en día que suele actuar así. En el mundo artístico ya se sabe, todo Mozart tiene su Salieri.
-¿Y el tuyo quién es? -me pregunta con cierta curiosidad.
-Aquí las preguntas las formulo yo -salto con rapidez.
-Vamos, confíame su nombre y apellidos -me propone.
-Se dice el pecado pero no el pecador, amigo -le apunto-. Además, soy un egoísta y a mi enemigo no lo comparto con nadie. Dejaría de ser enemigo íntimo para convertirse en enemigo público.
-Bien, entonces puedes seguir con el interrogatorio -me suelta Mozart sin cambiar de postura.
-¿Moriste envenenado por Salieri? -Pregunto yo.
-Qué va, la culpa la tuvo Haydn, el músico.

Me sorprende la respuesta, alzo una ceja y me lo quedo mirando.
-Por envidia, claro -aseguro yo.
-No, por una apuesta -afirma Mozart.
-¿Me lo puedes explicar? -le provoco para que me cuente.

Entonces va y me dice que, en cierta ocasión, se apostó con Haydn una caja de champán a que no era capaz de tocar a la primera una pieza que Mozart había compuesto esa misma tarde. Parece ser que Haydn no arrugó y empezó a ejecutar los primeros compases. Pero llegado el momento, se quedo estancado en un compás de silencio que no estaba escrito. La cosa fue que Haydn no pudo continuar porque tenía las dos manos ocupadas a ambas puntas del teclado y, según la partitura, había que hacer sonar una nota en el centro. Así Haydn perdió la apuesta.

-Claro -le digo- eso es trampa.
Es entonces cuando Mozart me salta muy redicho:
-¿Trampa? Pero qué dices. Si cuando me tocó a mí interpretar me senté al piano y fue llegar a la nota de marras y solucionarlo tocándola con la punta de la nariz.
-Ah ¿Por eso fue entonces que te mató? -Le pregunto.
-Claro -me suelta Mozart- me bebí yo solito la caja de champán y eso, quieras que no, perjudica y mata hasta al más vivo.