El Cultural

Delirio lírico a la salud de Shakespeare

Aracil y Encinar llevan la primera ópera a los Teatros del Canal

29 mayo, 2009 02:00

Sergio Enríquez

Los Teatros del Canal acogen desde hoy Dos delirios, metáfora operística sobre la "ceguera shakespeariana" con la que Alfredo Aracil y José Ramón Encinar recrean textos de Sanchis Sinisterra.

En los Teatros del Canal sigue oliendo a nuevo. Se desprende de la nobleza de los materiales, aún intactos pese a la frenética actividad que los gobierna, pero sobre todo de su programa, donde hoy se anuncia en la Sala A Dos delirios. Variaciones sobre Shakespeare, un dúo de óperas de cámara encargadas al compositor madrileño Alfredo Aracil por la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid que dirige José Ramón Encinar.

Dos delirios es un díptico de dos monodramas para actor (la primera parte, Próspero: Scena) y actriz (la segunda, Julieta en la cripta) que parten de las disquisiciones del dramaturgo José Sanchis Sinisterra sobre los personajes shakespearianos originales. La primera de las obras fue una propuesta al compositor de parte del Almeida Theatre de Londres en la primavera de 1994. "Tenía total libertad para el proyecto -cuenta Aracil a El Cultural-. Sin embargo, cuando compongo acostumbro a acercarme a los clásicos de la literatura europea: Dante, San Juan de la Cruz, Milton... Shakespeare resultaba especialmente idóneo para un estreno londinense, y casualmente cayó en mis manos una joya como es el Mísero Próspero de Sinisterra. Hablé con él, y estuvo de acuerdo en colaborar".

La historia, basada en La tempestad del clásico anglosajón, sirve de iniciación al mundo de la ceguera. En esta ocasión, Próspero (al que da vida el argentino Héctor Colomé) se relaciona con los personajes por medio del sonido y se vale de su voz para controlar el enigmático espacio que lo rodea. "La música, lejos de quedarse en un soporte escénico, en un mero ornamento, toma la forma de una auténtica tempestad y avanza, poco a poco, hacia un caos sonoro". Con esta idea, y en un alarde de economía de medios, acompañan al personaje un trío de madrigalistas (soprano, contratenor y tenor) y un reducido conjunto instrumental. "Los tres niveles interfieren como en un crucigrama, de modo que lo que dice el actor encuentra su respuesta en la música. Al mismo tiempo, hay ciertas sorpresas musicales que cambian el rumbo del melólogo". Subgénero éste que parece fascinar a Aracil y cuyo esplendor se remonta a las postrimerías del siglo XVIII, de la mano de autores como Jean-Jacques Rousseau o Tomás de Iriarte, y que invocarán escénicamente Natalia Menéndez y Alberto Corazón.

La segunda de las composiciones es un estreno en toda regla. El argumento en este caso comienza donde acaba la tragedia de Romeo y Julieta: en la ermita donde ambos se juran fidelidad eterna, en la oscuridad que embriaga a una ya encanecida Capuleto (que encarna la actriz turolense Clara Sanchis) y treinta años después de un suicidio que se entiende malogrado. "La manera de vivir de esta Julieta de 44 años es la escucha y el recuerdo, dos elementos sustanciales de la música. En tres décadas de soledad, Julieta ha ido creando un mapa sonoro, separando los sonidos de la cripta de los de su cabeza. Un universo de bisbiseos y respiraciones que he creado a partir de las estructuras armónicas y tímbricas del acordeón". Juegos sonoros y sutilezas interpretativas que no inquietan a una formación familiarizada con los retos. "De Händel a Aracil -puntualiza Encinar-. Somos la orquesta de España más ocupada, y la peor retribuida". ¿Miedo a la crisis? "Para nada. Nos hemos curtido en este clima de escasez. Parafraseando a Marx, a Groucho naturalmente, creo que hemos pasado de la nada a la más absoluta miseria", sentencia.