Carlos Alcaraz besa el trofeo que le acredita como campeón de Queen's.

Carlos Alcaraz besa el trofeo que le acredita como campeón de Queen's. REUTERS

Tenis

Carlos Alcaraz está listo para Wimbledon: la versión más seria que asusta en el circuito y que desafía a Jannik Sinner

El tenista murciano firmó un torneo de Queen's prácticamente perfecto en su única prueba antes del Grand Slam sobre hierba.

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Carlos Alcaraz está sobradamente preparado para Wimbledon. Esa es la principal conclusión que se puede sacar del balance del tenista murciano en el ATP 500 de Queen's que se embolsó este pasado fin de semana por segunda vez en su carrera.

Suena sencillo, pero detrás de esta fantástica actuación de la última semana se esconde una cantidad ingente de trabajo que ha dado sus frutos. Cambiar de superficie siempre supone un momento de incertidumbre para cualquiera, pero Alcaraz ha llevado esta transición con una facilidad pasmosa.

En Queen's ha demostrado tener una capacidad de adaptación camaleónica. Nada de quedarse enganchado pensando en la fabulosa victoria de Roland Garros. Borrón, cuenta nueva y objetivos renovados para cambiar el marrón de la arcilla francesa por el verde del césped londinense.

Aunque parece que lo ha ganado ya prácticamente todo, lo cierto es que a sus 22 años Carlos Alcaraz todavía sigue teniendo margen de mejora. Aún está en tiempo de seguir aprendiendo cosas, y por lo visto en estos últimos días va por el buen camino para convertirse en una máquina perfecta de ganar.

Ahora sueña con llegar a Wimbledon y revalidar su título de campeón una vez más. Una tercera victoria consecutiva allí le elevaría a otro plano totalmente distinto en esta superficie y agrandaría una historia a la que, sin duda, le quedan todavía muchas páginas por escribir en los próximos años.

Un camino casi perfecto

Alcaraz se plantó en Queen's con las dudas propias que genera un cambio de superficie tan repentino. El murciano venía de proclamarse campeón de Roland Garros apenas unos días atrás, y a tenor de lo visto las merecidas vacaciones que disfrutó en Ibiza fueron terapéuticas.

La incertidumbre se agrandó todavía más en el inicio del torneo porque Alejandro Davidovich, quien debía ser su rival en la primera ronda, se borró del cuadro a última hora y Walton entró como contrincante sorpresa. Sin tiempo para estudiarle, sin margen para cambiar el plan.

Aquello no fue problema para ver un estreno esperanzador de Alcaraz en la hierba. No pasó por encima del australiano, ni mucho menos. El partido estuvo muy igualado y de hecho se jugó un tiebreak en la segunda manga, pero eso son cosas del césped.

Carlos Alcaraz durante el partido ante Roberto Bautista.

Carlos Alcaraz durante el partido ante Roberto Bautista. Reuters

Una buena prueba la vivió Carlos en el partido de segunda ronda ante su compatriota Jaume Munar. Aunque se llevó la primera manga, el mallorquín se hizo con las riendas en el tiebreak y forzó el tercer set. 

En medio de un esfuerzo casi agónico, rozando las tres horas y media de juego, Alcaraz supo gestionar una situación muy delicada y terminó imponiéndose a Munar para avanzar a los cuartos de final.

Cuartos y semifinales por la vía rápida. En dos sets se quedaron en la cuneta primero Rinderknech y después Roberto Bautista, resucitado para este torneo. En la final, Lehecka fue un hueso duro de roer que forzó el tercer set, pero no aguantó el momento decisivo del torneo.

Alcaraz cerró Queen's habiendo cedido su servicio en tan sólo dos ocasiones, y además las dos fueron en el mismo partido. Solo Jaume Munar fue capaz de encontrarle las cosquillas a su servicio, algo que no consiguieron los otros cuatro contrincantes.

Una moral inquebrantable

El tenista de El Palmar alimenta las esperanzas para Wimbledon por lo visto en la hierba de Queen's. Su juego ha sido consistente. Quizás no especialmente brillante, pero eso no era lo que requería este primer torneo sobre césped.

En plena adaptación, Alcaraz ha sabido dar con la tecla y encontrar un camino recto que nadie ha conseguido torcer. 

Se ha sentido muy a gusto con su saque, prácticamente irrompible, y ese es siempre el primer paso para ganar en esta superficie. Además, cuando ha necesitado subir el nivel y dejar algún lujo para poner de pie a la grada, lo ha hecho. 

Derechas ganadoras a cuentagotas y en el momento preciso, subidas a la red sin dudas, y algún que otro globo de maestro para defenderse de la mejor forma posible. Un juego casi indestructible.

Pero al margen de eso, seguramente el mayor éxito del número 2 del mundo en este torneo tiene que ver con el aspecto moral. Su cabeza ha funcionado con la precisión de un reloj suizo y siempre ha estado en sintonía.

Carlos Alcaraz celebra uno de los puntos en la final del ATP 500 de Queen's.

Carlos Alcaraz celebra uno de los puntos en la final del ATP 500 de Queen's. REUTERS

Quizás ha habido menos sonrisas que habitualmente en la boca de Alcaraz, pero su rictus serio le ha convertido en un robot de ganar. Ni rastro de esas desconexiones que tantas veces se le ha visto en otros torneos y que tan caro le han costado.

Y por si fuera poco, cuando ha tenido que gestionar momentos delicados -que los ha tenido-, los ha solventado con éxito. No se vino abajo en los terceros sets que jugó y sacó adelante situaciones complicadas siendo el gran favorito. Una solidez mental inquebrantable.

Unos números de miedo

Alcaraz alcanzó y superó su récord personal de victorias consecutivas. Cerró el ATP 500 de Queen's con 18 triunfos seguidos, unos guarismos que nunca antes había experimentado el murciano en sus propias carnes.

La de Queen's supone además su quinta final consecutiva. Mónaco, Barcelona, Roma, Roland Garros y ahora Queen's. Centrado en arrasar a todo lo que se le pone por delante, se llame Lehecka o se llame Sinner.

Ahora mira con esperanza a Wimbledon. Allí reina desde 2023, cuando se estrenó en la hierba del All England Club a lo grande. Si consigue su tercer entorchado consecutivo conseguiría entrar en un selecto club en el que hay nombres como Novak Djokovic, Roger Federer o Pete Sampras. Sin presión, pero con la historia esperando por él.