La terapia con fagos logra la erradicación de las bacterias en el 67% de los casos.

La terapia con fagos logra la erradicación de las bacterias en el 67% de los casos. iStock

Salud

Virus contra bacterias: los fagos se convierten en la nueva esperanza contra la resistencia a los antibióticos

Esta terapia, relegada tras el descubrimiento de la penicilina, ha resurgido en los últimos años ante la pérdida de eficacia de los antibióticos.

Más información: Bruno González-Zorn, experto en superbacterias: "Hay que controlar los antibióticos como se hace con los psicotrópicos"

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Las claves

Los fagos, virus que atacan bacterias específicas, emergen como alternativa prometedora frente a la resistencia a los antibióticos.

En España, la resistencia bacteriana causa más de 24.000 muertes anuales, y la terapia con fagos ya se aplica en casos de infecciones crónicas bajo uso compasivo.

Los fagos destacan por su baja toxicidad y especificidad, además de poder reactivar la eficacia de ciertos antibióticos al combinarlos.

La terapia requiere fagos líticos y alta especialización, y se espera una regulación nacional para ampliar su acceso en el futuro.

La guerra contra la resistencia a los antibióticos sigue avanzando y la ciencia ha encontrado un arma que puede darle la vuelta: los virus. La amenaza no es baladí, la OMS lleva años alertando sobre ella y espera que cause 39 millones de muertes entre 2025 y 2050.

En España, este problema causa más de 24.000 muertes anuales en España, veinte veces más que los accidentes de tráfico, según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). La incorporación de los virus a las opciones terapéuticas es una esperanza para revertir esta batalla.

Estos microorganismos se llaman fagos (una abreviatura de bacteriófagos) y su misión es adherirse a las bacterias, inyectar su material genético para colonizarlas y acabar matándolas.

Se trata de una terapia especializada porque cada uno de ellos ataca a una bacteria concreta, aunque es posible que en los próximos años se logre ampliar su espectro de actuación, como describió María del Mar Tomás, portavoz de la SEIMC y coordinadora del proyecto de medicina personalizada frente a la resistencia antimicrobiana, en un encuentro con los medios organizado por la sociedad científica esta semana.

La capacidad de los fagos para luchar contra las bacterias no es algo nuevo. La descubrió en 1917 el científico Félix d'Herelle. Por desgracia, su hallazgo quedó eclipsado menos de una década después, cuando Alexander Fleming empezó a hablar de la penicilina.

Ahora que su mal uso ha hecho que los antibióticos pierdan efectividad contra las infecciones, estos virus saltan de nuevo a la palestra. Tomás lleva investigándolos desde hace casi una década, pero reconoce que ha sido en los últimos cinco o diez años cuando han experimentado un crecimiento "exponencial".

Fue entonces cuando empezaron a aparecer muchas convocatorias de gran financiación a nivel europeo para este tipo de terapia. "Se están invirtiendo millones [de euros]".

Países como Alemania, Italia o Francia ya cuentan con redes para tratar a pacientes con fagos y España cuenta con un proyecto a nivel nacional, creado hace tres años. "Lo que hace unos años parecía irreal, cada vez está más cerca", dijo la microbióloga.

Sin embargo, de momento solo se emplea como uso compasivo, una modalidad que permite su aplicación antes de que esté autorizada su financiación.

Los pacientes en los que se ha visto la mayor eficacia es en aquellos que tienen infecciones crónicas, como las osteoarticulares (las que afectan a los huesos y las articulaciones) y los que tienen fibrosis quística y son colonizados por una bacteria, explica Tomás en conversación con EL ESPAÑOL.

En el primer grupo de pacientes se ha visto que los fagos tienen una eficacia clínica 77% y logran erradicación del 67% de los casos, ilustra Tomás. 

Reactivando los antibióticos

Uno de los beneficios clave de la terapia con fagos es su baja toxicidad. La mayoría de péptidos y moléculas sintéticas que se investigan para desarrollar medicamentos acaban provocando una alta toxicidad cuando se prueban en tejidos, por lo que no suelen llegar a los pacientes.

Con estos virus no ocurre, por lo que es más fácil que lleguen como tratamiento a quienes necesitan una solución a su infección. Otro de sus puntos fuertes es su especificidad. Actúan únicamente contra la bacteria contra la que están programados y así  el microbioma del paciente no sufre, algo que sí ocurre con los antibióticos, desgrana la portavoz de SEIMC.

El tercero que destaca Tomás es que puede reactivar el efecto de antibióticos que ya no funcionan contra las bacterias porque estas han logrado desarrollar resistencia. Este proceso se llama resensibilización y es posible porque algunos fagos tienen receptores comunes con este tipo de medicamentos.

Esto permite que ambas terapias puedan aplicarse conjuntamente en el paciente. El virus potencia la acción del antibiótico y el fármaco, que puede haber caído en desuso, vuelve a ser eficaz contra la infección, cuenta Tomás.

Este efecto sinérgico ocurre sobre todo con los fármacos, que incluyen algunos tan famosos como las penicilinas y las cefalosporinas. Sin embargo, no pasa con todos, advierte la microbióloga. "Con otros, pueden tener un efecto incluso antagonista".

No sirve cualquiera

Tampoco sirve cualquier virus para la batalla contra las superbacterias. Tomás expone que solo pueden emplearse los fagos líticos (los que pueden utilizar la propia maquinaria celular de la bacteria para replicarse rápidamente). 

Este tipo de virus son los únicos capaces de reconocer a estos microorganismos y acabar con ellos. La experta de la SEIMC señala también que estos fagos pueden encontrarse "en cualquier parte", incluso en el cuerpo humano.

Están presentes en todo tipo de ambientes, ya que son los organismos más abundantes del planeta. Es muy común encontrarlos en el agua (de mar, dulce o residual), pero también pueden obtenerse de animales infectados o, incluso, de un volcán. De hecho, a los científicos que se dedican a buscarlos y recolectarlos se les llama cazadores de fagos.

La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) publicó recientemente una guía con las indicaciones de uso de estas terapias, enfocadas, sobre todo, a su producción a gran escala.

El siguiente paso para que lleguen a todos los pacientes que necesiten los fagos es tener una regulación a nivel nacional. Lo más probable, cree Tomás, es que se establezca su uso a través de "unidades especializadas constituidas por equipos multidisciplinares".

Estas terapias requieren una alta cualificación para poder aplicarlas, lo que puede parecer una limitación para que llegue a los pacientes de manera democrática. No obstante, la microbióloga, asegura que España está más que preparada y cuenta con suficientes profesionales.