María Casanova-Acebes es Jefa de Grupo Junior en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid)

María Casanova-Acebes es Jefa de Grupo Junior en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid) Fundación BBVA

Salud

María Casanova, investigadora: "En personas con historial de cáncer familiar, ya podemos ver indicios a partir de los 20 años"

"Cuando estás al pie del cañón, omites cuidarte tú para beneficio de los demás" / "Necesitamos un sistema público muy robusto que dé acceso a nuevas terapias" / "El mismo fármaco puede funcionar de forma diferente en función de los hábitos del paciente" / "Estamos deseando aplicar la inteligencia artificial a la investigación".

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María Casanova-Acebes es Jefa de Grupo Junior en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid) y líder del Laboratorio de Inmunidad del Cáncer. Para completar su tesis en la Universidad Autónoma de Madrid sobre la influencia de los ritmos circadianos -el ciclo de sueño y vigilia- en el cáncer, tuvo que sacrificar los suyos propios: debían realizar guardias de 24 horas y trabajar con muestras cada cuatro.

Esta investigación la llevaría a completar su trabajo en la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mount Sinai de Nueva York y a publicar los resultados en la revista Nature. Risueña, resta importancia a los efectos que la privación de sueño haya podido tener en su propia salud. "No conocemos realmente las consecuencias a nivel epigenético. En cualquier caso, siempre he sido una persona que puede 'funcionar' durmiendo cinco horas. ¡Quizás algunos seamos resistentes a las exposiciones limitadas al sueño!".

Casanova-Acebes es una de las 59 receptoras de las Becas Leonardo que concede cada año la Fundación BBVA para proyectos innovadores de jóvenes investigadores. Se centrará en las mutaciones que sufren las células de la sangre, conocidas como CHIP, que facilitan la resistencia del tratamiento en el cáncer de ovario y cooperan en la metástasis. "Idealmente, encontraremos dianas terapéuticas para pacientes con un cáncer que, desgraciadamente, tiene hoy opciones muy limitadas".

¿La inmunoterapia está consiguiendo que el organismo tenga una respuesta más efectiva contra el cáncer, incluso en casos en los que no respondía en absoluto?

Así es. Mi laboratorio se centra en identificar dos dianas terapéuticas en una parte del sistema inmunitario que se asociaba con la respuesta patogénica, las 'células muertas'. Estamos descubriendo que también tienen capacidad antitumoral. Nos centramos en componentes de la inmunidad que son básicos y necesarios para la primera respuesta, para ver cómo los podemos modificar en conjunto con terapias dirigidas a las células T y generar una respuesta total y duradera.

Esas terapias son las CAR-T, que han supuesto una gran revolución contra los cánceres sin tumores sólidos. ¿Por qué otros tipos de cáncer se les resisten?

Una de las barreras que encuentran la células T es que la accesibilidad a las masas tumorales sólidas es muy limitada. Aquí tienen un papel fundamental las células mieloides, que normalmente son las que generan este ambiente opaco a la infiltración. Lo que trata nuestro laboratorio es de modificar esas células para permitir que las CAR-T alcancen al tumor.

¿Dar con estas dianas también beneficiaría a otras terapias de vanguardia, como las vacunas contra cánceres específicos o los tratamientos con anticuerpos monoclonales?

Absolutamente. Muchos de los problemas que encontramos con los tumores sólidos es que generan resistencia a los tratamientos a medida que avanzan, lo que hace necesarias las combinaciones de fármacos como bypass de estas resistencias.

¿Podrían también facilitar el acceso generalizado a estas terapias, que actualmente se encuentran limitadas habitualmente al ámbito experimental?

Bueno, para dar acceso a estos tratamientos necesitamos un sistema público muy robusto. En el caso de las terapias CAR-T, hace falta una capacidad de producción muy grande para que un único paciente se beneficie. Es algo difícil de mantener desde lo público con una necesidad asistencial tan grande. A menudo es necesario facilitar acuerdos con empresas farmacéuticas.

Carl H. June, el 'padre' de las CAR-T, las comparaba con los móviles: eran para los ricos al principio, pero ahora todos accedemos a ellos. ¿Comparte esta visión optimista?

Sí. El desarrollo tecnológico está progresando para abaratar los costes y para producir terapias con un número menor de células por cada paciente. Pero como siempre digo, también se requieren años de inversión básica fundamental y de desarrollo de plataformas que permitirán a los especialistas públicos ofrecer este tipo de terapias a la población.

¿Sería posible desarrollar opciones genéricas y de amplio abanico que no requieran modificar específicamente el sistema inmune de cada paciente particular?

Bueno, creo que ese abordaje es complicado. Lo que estamos viendo en los últimos años es que cada paciente tiene una serie de circunstancias, y no es tan sencillo tratar a la misma población con el mismo fármaco. Nos lo han estado enseñando los estudios sobre envejecimiento, sobre pacientes pediátricos... Funcionan de forma diferente incluso en pacientes que han tenido una dieta o hábitos de vida específicos.

Las causas ambientales del cáncer son precisamente una gran preocupación actual, cuando vemos casos cada vez más tempranos en población joven.

Sí, otra línea de investigación de nuestro laboratorio estudia cómo los ritmos circadianos de cada persona puede determinar la sensibilidad al cáncer. La exposición a contaminantes, la dieta, el ritmo de vida acelerado, el estrés, las horas de sueño, la exposición a la luz solar y no a la del móvil o la televisión... Estamos intentando entender cómo afectan a la concatenación de eventos mutagénicos. Antes, en los 80, todo era la cancer cell, la oncología molecular. En los 2000 se empezó a cambiar el foco al sistema inmune, desde 2010 pasó al microambiente tumoral, y ahora tratamos de entender la complejidad de los factores ambientales.

¿Deberíamos adelantar las edades de cribado en la población para detectar estos cánceres tempranos?

Bueno, lo que sabemos a día de hoy es que la incidencia del cáncer aumenta a partir de los 60 años. Dicho esto, cuando hay antecedentes de cánceres familiares de mama, de próstata, de estómago o de colon, se pueden hacer cribados a partir de los 30 o 35 años. Idealmente, si el sistema lo permitiese y con un historial familiar de cáncer, a partir de los 20-30 años ya habría una serie de variables que se podrían analizar.

¿Hay factores específicos a los que se pueda atribuir esta 'juvenalización' del cáncer?

Se están viendo muchos cánceres de colon a partir de los 30-35 años, y esto puede obedecer a cambios en los hábitos. Ahora consumimos mucha comida ultraprocesada, que puede tener un componente inflamatorio y predispone el tejido a un evento mutagénico. Todavía no tenemos datos muy consolidados, pero creo que de aquí a diez años nos daremos cuenta de que tenemos que empezar a cribar mucho antes.

María Casanova-Acebes es Jefa de Grupo Junior en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid)

María Casanova-Acebes es Jefa de Grupo Junior en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid)

¿Cuáles serían sus recomendaciones de prevención frente al cáncer, en especial entre la población joven?

Yo no soy médico, soy investigadora básica, pero la evidencia científica y clínica está ahí. Hay que intentar en la medida de lo posible alimentarnos con una dieta rica en vegetales, dormir al menos ocho horas y llevar una vida más o menos tranquila y ordenada.

¿Usted lo consigue?

¡No! [ríe] Muchas veces los que estamos al pie del cañón omitimos esto por el beneficio de otros. Y desgraciadamente no, yo no lo llevo al dedillo. Pero siempre habrá tiempo. Como he dicho, no sabemos lo que está impreso en nuestro genoma. Hay gente joven, deportista y con una dieta equilibrada que desarrolla cáncer, y otra que va en contra de todo lo saludable y fallece no por enfermedad, sino porque la atropella un coche.

Es la clásica falacia: todos conocemos a alguien que fumaba un cigarrillo tras otro y sin embargo vivió 97 años.

Bueno, pues seguramente, sería alguien con un sistema inmune privilegiado, con unas células epiteliales que de alguna forma suprimían los oncogenes relacionados con el cáncer de pulmón. Dicho esto, los cánceres de pulmón que estamos viendo ahora son los pacientes de entre 60 y 80 años, que cogieron el hábito cuando el tabaquismo se puso de moda y fumar era lo más guay.

El suyo es un caso de éxito investigador: de la estancia en el Mount Sinai de Nueva York al regreso al CNIO. ¿Qué apoyos ha encontrado en su carrera?

Yo tuve la suerte infinita de dar con un mentor para mi tesis, Andrés Hidalgo, que me enseñó la ciencia básica. Es uno de los mejores científicos que he conocido. Posteriormente me fui con Miriam Merad, una investigadora que estaba haciendo un viraje transformador y fascinante de la biología celular del sistema inmunitario. Y volver al CNIO, con un apoyo a la investigación básica fundamental, fue volver al centro en el que siempre había querido estar.

Y la cara opuesta: ¿Cuáles fueron las principales dificultades a las que tuvo que hacer frente como joven investigadora retornada?

Coincidió con mi segunda maternidad. Hacerme cargo de un laboratorio cuando estás arrancando tus líneas de investigación, tienes que solicitar mucha financiación y a la vez ser madre fue un momento complejo y disruptivo. Sin embargo, mis compañeros dentro del CNIO y fuera, incluidos mis antiguos mentores, me decían: "¡Venga, María, sigue, tú puedes!". Ha sido una suerte contar con esos apoyos.

¿Entiendo que sin esos grandes apoyos personales, quizás no habría podido seguir adelante al frente del laboratorio en las mismas circunstancias?

Así es. Pero he tenido grandes referentes, como precisamente Merad, que pasó por una situación muy parecida. Es una investigadora superinteligente con una visión de la medicina y de la investigación básica como yo no he visto nunca, y me decía: "Si yo pude, tú puedes, sin ninguna duda". Y por supuesto, sin el apoyo en casa hubiera sido imposible.

El CNIO abre una nueva etapa tras su era más convulsa. ¿Qué esperan los investigadores de esta nuevo periodo?

Estamos muy emocionados con la llegada de Raúl Rabadán. Llega en un momento crítico al centro, y todos estamos deseosos de incorporar la inteligencia artificial a nuestras investigaciones. Queremos ver cómo podemos usar estos datos para maximizar el beneficio de las terapias y generar nuevos tratamientos para los pacientes.