Julia y el equipo (en el que está su padre) con el que coronó el Mulhacén.

Julia y el equipo (en el que está su padre) con el que coronó el Mulhacén. Cedida

Salud

Julia, la primera niña con un 76% de discapacidad en subir 4 picos de más de 3.000 metros: "Hemos hecho una barbaridad"

Su padre entiende que al subir al monte se encuentre con dificultades, pero no comprende que también existan si deciden dar un simple paseo por la ciudad.

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"¿Y ahora qué hacemos que sea comparable?", se preguntó Joaquín Susmozas tras haber coronado el Mulhacén junto con su hija Julia, la primera niña con un 76% de discapacidad que sube al pico más alto de la Península Ibérica.

Justo un año después, han dado con la respuesta a aquella pregunta. La nueva hazaña no sólo se puede comparar con la anterior, sino que ha sido "infinitamente más complicado que coronar el Mulhacén".

Y es que por qué uno cuando se pueden coronar hasta tres picos de más de 3.000 metros en la misma ruta, como han hecho Joaquín y Julia, acompañados de un equipo de siete personas, el pasado sábado.

Ahora, Julia, diagnosticada con el síndrome de Beckwith-Wiedemann, también se ha convertido en la primera niña con un 76% de discapacidad en subir tres picos de más de 3.000 metros en un solo día.

Siete enanitos y Blancanieves

Los retos, como cuenta Joaquín a EL ESPAÑOL, surgen "para dar un puñetazo en la mesa" con el que decir "somos capaces de ascender al monte, tengamos o no discapacidad, si cada uno ponemos de nuestra parte".

Como padre de una niña con discapacidad desde hace más de 10 años, sabe bien que estas familias tienen que lidiar con la soledad, el aislamiento y enfrentarse a dificultades que les dan temor.

"No pretendo ahora que todas suban picos de más de 3.000 metros", bromea. Pero sí que le gustaría al menos que se pusieran a prueba y lograsen salir de su zona de confort.

Ellos lo hicieron subiendo al Mulhacén. Porque aunque ya habían pisado la montaña, nunca antes se habían enfrentado a un pico tan alto.

Por ello uno de los miedos que tenían era al mal de altura que podían experimentar a partir de los 2.500 metros.

El otro, sobre todo por Julia, era el viaje hasta Sierra Nevada, ya que "no lleva muy bien el estar en un coche". Y el recorrido, que hicieron en furgoneta, fue de casi cuatro horas.

En él también trasladaron la silla con la que se iba a hacer la subida. A diferencia de la que utilizan para correr, la que usaron sólo tiene una rueda y varias personas tienen que tirar de ella para darle estabilidad.

Joaquín asegura que su hija se lo pasó en grande en la subida al Mulhacén.

Joaquín asegura que su hija se lo pasó "en grande" en la subida al Mulhacén. Cedida

El ascenso no fue del todo complicado, pues lo realizaron por la Loma del Mulhacén. La bajada, en cambio, sí que fue "complicadilla", aunque "Julia se lo pasó en grande".

Y es que conforme más veía derrapar al equipo en los zigzag que debían hacer por cómo estaba el terreno, más se reía ella.

A ellos también les pareció gracioso coronar el Mulhacén homenajeando a un clásico de Disney. Por una cuestión numérica, el más sencillo era Blancanieves y los siete enanitos. El resultado acabó siendo "unos Pitufos con tutú".

Menos altura, misma dificultad

Esta tradición también la mantuvieron para coronar los tres picos de más de 3.000 metros (Picón de Jérez, Puntal Juntillas y Cerro Pelado) a los que han subido en la ruta de este pasado sábado. En esta ocasión, decidieron "ir de indios con unas diademas de plumas".

Julia y el equipo en una de las cimas de los tres picos que coronaron el pasado sábado.

Julia y el equipo en una de las cimas de los tres picos que coronaron el pasado sábado. Cedida

Sí que incluyeron una novedad con respecto a la del Mulhacén: realizaron la ruta un mes antes sin Julia para poder ver cuáles iban a ser las dificultades y las condiciones con las que se iban a encontrar.

Aun así, ha sido "la ruta más difícil" a la que se han enfrentado desde que comenzaron a salir a correr, hace más de cinco años.

Por suerte, eso sí, tenían una casa rural en un pueblo cercano a la zona, por lo que Julia "se lo pasó pipa" de nuevo, además de que esta vez no tuvo mal de altura.

Sí que hubo que cambiarle el pañal, ya que no controla su esfínter, en el primero de los tres picos.

Joaquín entendió perfectamente que para ello tuviera que poner a su hija en el suelo sobre la colchoneta que llevaba en la silla, mientras el equipo hacía un círculo para dar cierta intimidad a la escena.

"El monte es duro para todos", dice, "pero la ciudad sólo lo es para unos pocos".

Y es que de haber tenido que cambiarle el pañal en la ciudad, es probable que hubiera tenido las mismas dificultades que a más de 3.000 metros de altura por la falta de cambiadores.

"Es para pensárselo que subir un monte les plantee las mismas dificultades que dar un paseo por cualquier zona de la ciudad", lamenta.

Confía en que la ciudad sí que cambie en este sentido, pero no así el monte, que seguirán visitando.

De hecho, ya están pensando en cuál puede ser el próximo reto: "Quizás hagamos uno más largo o que implique más constancia".

Lo que sí parece claro es que, aunque no vayan a poder desplazarse "muy lejos", la emoción seguirá siendo la misma: "Cuando lo analizas fríamente, te das cuenta de que hemos hecho una barbaridad y me siento orgulloso de mi hija, del equipo y de mí por haber compartido algo tan especial".