El apagón pilló a mucha gente en estaciones y transporte público.

El apagón pilló a mucha gente en estaciones y transporte público.

Salud

España tuvo un exceso de 147 muertes tras el apagón del 28 de abril, según un estudio del Instituto de Salud Carlos III

Las más afectadas fueron las mujeres y las personas entre 65 y 84 años. 

Más información: Hojas de calco, gasóil y bombonas de oxígeno: así superaron el histórico apagón los médicos en los hospitales

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Un estudio realizado por investigadores del Instituto de Salud Carlos III y publicado en la revista Eurosurveillance estima que el gran apagón del pasado 28 de abril pudo generar un exceso de 147 muertes, aunque no es posible establecer una causalidad.

El cálculo tiene en cuenta tanto las defunciones del mismo día como las ocurridas dos días después "para capturar los potenciales efectos retardados del apagón en la mortalidad".

A las 12:33 del lunes 28 de abril hubo un corte generalizado del suministro eléctrico en la España peninsular, Portugal, Andorra y partes del sur de Francia. Afectó a más de 50 millones de personas.

El suministro se iría restableciendo bien entrada la tarde hasta la madrugada del 29 de abril, pero no fue uniforme y algunos territorios lo recuperaron antes que otros. A las 6:49 horas de ese martes, Red Eléctrica afirmada haber restaurado el 99,16% del suministro.

El sistema sanitario dio un ejemplo de resiliencia. Mientras los centros de salud no tenían luz y, por tanto, vieron interrumpido su funcionamiento, los hospitales contaban con grupos electrógenos que les permitieron funcionar hasta que se recuperó el suministro.

No estuvieron exentos de complicaciones. "Tenemos muchos pacientes con oxígeno domiciliario", explicaba a EL ESPAÑOL Ernesto Pérez, jefe de Urgencias del Hospital Comarcal del Noroeste, en Murcia.

Las máquinas que les proporcionaban oxígeno eran alimentadas por la corriente eléctrica, así que en seguida comenzaron a llegar pacientes que buscaban una solución, e "hicimos acopio de todos los balones [de oxígeno] y los dejamos en el hall para que se los llevara la gente".

Los balones solo duraban un par de horas y la luz no se restablecía, así que finalmente tuvieron que llevar a los pacientes a "una habitación que usábamos para la observación de personas con Covid, que tenía diez tomas dobles de oxígeno".

Maniobras como la de Pérez salvaron muchas vidas. Con todo, hubo casos de personas que murieron durante el apagón y estaban con oxigenoterapia domiciliaria, aunque en algunos de ellos se trató de individuos que murieron por otras complicaciones.

Hubo otros casos, como un matrimonio mayor y su hijo de Orense que murieron por inhalar monóxido de carbono procedente de un generador eléctrico utilizado, precisamente, para hacer funcionar el respirador del padre.

En Madrid, una mujer de 52 años murió por un incendio provocado por una vela que utilizó para iluminar su vivienda debido a la falta de electricidad.

Vigilancia en tiempo real

Para establecer si el apagón generalizado tuvo algún impacto en la mortalidad, los autores acudieron al sistema de monitorización de mortalidad diaria o MoMo.

Este sistema usa información de 4.128 registros civiles informatizados (que cubren el 94% de la población) para monitorizar, casi en tiempo real, el número diario de defunciones y compararlo con un periodo de referencia.

De esta forma, se puede tener una idea del impacto de ciertas situaciones, desde las olas de calor y frío hasta la pandemia de Covid-19.

Así, los autores tomaron datos del MoMo —con el apagón hubo un retraso en las notificaciones de defunción, pero se restableció en los días posteriores— de un periodo de dos semanas antes y después del apagón y los comparó con los de los cinco años anteriores.

Eso sí, para evitar el efecto distorsionador de la pandemia, obviaron el periodo entre 2020 y 2022, así que se quedaron con los años 2017-2019 y 2023-2024.

Curiosamente, el mismo día del apagón no se registró una mayor mortalidad: se observaron 20 muertes menos de las esperadas, una caída del 1,7% respecto a los años de referencia.

Aunque los autores no ofrecen ninguna razón para ello, puede deberse a que el corte de suministro interrumpió actividades que podrían generar cierta mortalidad, como accidentes de tráfico o laborales.

Sin embargo, los dos días siguientes registraron un exceso de 84 y 83 muertes, respectivamente, en comparación con el periodo de referencia, un incremento del 7,2%.

En el mismo periodo de tiempo —entre el 28 y el 30 de abril— en los años anteriores, el MoMo muestra un déficit de muertes y solo un año, 2019, con un leve exceso (17 fallecimientos).

"Para capturar los potenciales efectos retardados del apagón en la mortalidad, calculamos un exceso acumulativo de tres días en las muertes esperadas por los modelos en cualquier día y los dos subsiguientes incluidos en el periodo de referencia", apuntan los autores.

Es decir, que en lugar de comparar solamente con los mismos días exactos, lo hicieron con todos los periodos de tres días incluidos dentro del rango de cuatro semanas del estudio.

Así, los investigadores concluyen que se produjo un exceso de 147 muertes el día del apagón y los dos siguientes, un 4,2% más de lo esperado.

"La coincidencia temporal del exceso de mortalidad con el corte eléctrico podría reflejar un plausible impacto a corto plazo en la salud relacionado con la interrupción de la atención, la sobrecarga del sistema o una resiliencia reducida en poblaciones vulnerables", subrayan.

El MoMo no permite ir más allá y esclarecer causas potenciales, así que los autores llaman a tomar los resultados con cautela. De hecho, advierten de que el aumento del 4,2% en las muertes no es estadísticamente significativo.

Es decir, que no se pueden descartar fluctuaciones aleatorias en el número de muertes que no tengan que ver con una causa concreta.

Sin embargo, el exceso de muertes ofrece datos interesantes, como que afectó más a las mujeres que a los hombres: el incremento fue del 7,3% en ellas frente al 1,2% en ellos.

También se observó que el efecto fue mayor en las personas de entre 65 y 84 años, cuya cifra de mortalidad aumentó un 6,9% respecto a lo esperado. Con todo, no se detectó un exceso de mortalidad en personas de 85 años y más.

Los investigadores han analizado la distribución espacial del exceso de mortalidad, y han observado una gran heterogeneidad a nivel provincial, con Lérida y Almería como provincias con mayor exceso, mientras que Teruel y Zamora registran un déficit.

Por tanto, no es posible observar ningún patrón territorial y las diferencias pueden deberse a las fluctuaciones naturales de la mortalidad.

Pese a las limitaciones de sus datos, los autores destacan cómo el seguimiento casi en tiempo real de los excesos de mortalidad permite constatar el impacto de eventos y subrayan "la importancia de la preparación y la resiliencia en los sistemas de vigilancia a gran escala".