Imagen de Neisseria gonorrhoeae vista desde un microscopio.

Imagen de Neisseria gonorrhoeae vista desde un microscopio.

Salud

Así se ha convertido la gonorrea en una enfermedad casi imposible de tratar con los antibióticos tradicionales

Desde mediados del siglo XX, Neisseria gonorrhoeae, ha aprendido a anular casi todos los fármacos que se han utilizado para combatirla.

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Hay dos temas que se han vuelto muy recurrentes en los últimos años entre las advertencias de los expertos: la resistencia a los antibióticos y las infecciones de transmisión sexual. Dos preocupaciones que se unen en el caso de la gonorrea: "En muchos países, más del 50% de las cepas anulan, al menos, un antibiótico", expone Bruno González-Zorn, catedrático y asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de ello, esta semana ha llegado una buena noticia: la aparición de un nuevo antibiótico para luchar contra la enfermedad. 

Desde mediados del siglo XX, Neisseria gonorrhoeae, la bacteria que causa esta patología ha desarrollado resistencia a casi todos los antibióticos que se han utilizado para tratarla, cuenta el experto, que también es director de la unidad de resistencia a antibióticos de la Universidad de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). 

Primero ocurrió con las sulfonamidas, luego con la penicilina y tetraciclinas y más tarde a las fluoroquinolonaslas. Este último principio activo es el que peor parado sale. En Europa, casi el 66% de las cepas evitan sus efectos, según datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC). En el caso de la azitromicina (perteneciente a las tetraciclinas) son algo más del 25%.

Un antibiótico deja de ser la primera opción como tratamiento a partir del 10% de resistencia, cuenta Ángel Rivero, director médico de Barcelona checkpoint, un centro comunitario de detección del VIH y otras infecciones de transmisión sexual dirigido a hombres que tienen sexo con hombres y mujeres transexuales.

Ahora la Neisseria gonorrhoeae está empezando a anular el efecto de las cefalosporinas de tercera generación, como la ceftriaxona, que es el tratamiento actual de elección, desgrana González-Zorn. Algunos estudios muestran que ya hay un 20% de las cepas en zonas de Asia y América Latina que son resistentes a este último fármaco, explica. En Europa también hay algunos países que están empezando a ver este problema, como Austria o Bélgica, aunque ninguno alcanza el 2%. "Es de esperar que ocurra en España próximamente", señala el catedrático.

De hecho, esto es algo que ya está ocurriendo con los caos de supergonorrea, señala Rivero. Los facultativos se han visto empujados a aumentar las dosis de ceftriaxona para combatirla. Aunque se sigue pudiendo hacer frente a la bacteria, no deja de ser una forma de resistencia, porque hace falta más cantidad de fármaco para poder acabar con ella.

Una de las razones tras esta resistencia no es, ni más ni menos, que la naturaleza. Las bacterias tienen la capacidad de crear "cualquier mecanismo para desactivar los antibióticos", dice Gema Fernández, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). A medida que se usan, se va desarrollando resistencia. "Es un fenómeno natural con el que debemos contar siempre", añade González-Zorn.

A esta capacidad natural hay que añadir que Neisseria gonorrhoeae tiene una gran capacidad para adquirir y compartir genes de resistencia, subraya el catedrático de la UCM. "Es una superbacteria muy adaptable". Ese desarrollo puede ocurrir por mutaciones del propio microorganismo o por la adquisición de estos mecanismos a través de otras bacterias, ya que se comunican entre sí. 

Ante esto, no se puede obviar la presión antibiótica: "Los microorganismos se van a ir adaptando a lo que vas utilizando", cuenta Fernández. La microbióloga indica que es importante detectar cuándo una bacteria es sensible a un antibiótico para dejar de usarlo. Lo aconsejable es cambiar a un fármaco que sea menos potente, pero igualmente efectivo. Al cubrir un espectro menor de bacterias, las que hay que combatir tendrán menos posibilidades de crear mecanismos de resistencia, añade. 

Un aumento imparable

En la resistencia a estos medicamentos influye también de forma directa cuánto se recetan los antibióticos, por lo que la escalada de casos de gonorrea no es, precisamente, de ayuda. Esta patología registra más de 80 millones de casos anuales en el mundo, según datos de la OMS. 

En España no ha parado de crecer desde 2005, según un informe del Ministerio de Sanidad. Solo entre 2021 y 2023, el último año del que hay datos, aumentó más de un 42%. Cuanto más casos se detectan, más se recetan antibióticos para combatir esta bacteria y más posibilidades tiene de hacerse resistente. 

La portavoz de la SEIMC cuenta que parte de la explicación de este crecimiento se encuentra en las terapias de preexposición contra el VIH, la famosa PrEP. Este método, que emplean sobre todo los hombres que mantienen sexo con otros hombres, "ha disminuido un poco el uso del preservativo", lo que ha podido abrir la puerta a la gonorrea y otras ITS para expandirse más, teoriza. 

Una luz al final del túnel

A pesar de lo preocupante de la situación, esta semana ha llegado una buena noticia. Por primera vez en 30 años, hay un nuevo antibiótico y es efectivo contra la gonorrea en el 93% de los casos. El fármaco se descubrió el año pasado y estaba aprobado por la FDA (la agencia del medicamento estadounidense) para utilizarlo contra las infecciones de tracto urinario de las vías bajas, explica Fernández.

Este nuevo principio activo se llama gepotidacina y con seis pastillas en 24 horas (primero tres y luego otras tres a las 12 horas), es suficiente para combatir la gonorrea. Así lo manifiesta el estudio publicado esta semana que ha medido su eficacia contra la Neisseria gonorrhoeae. Hasta ahora, la forma más común de combatir la enfermedad era a través de una inyección de un antibiótico de la familia de las cefalosporinas, cuenta Rivero, que participó en la investigación.

Este avance ofrece esperanza, dice Gonzalez-Zorn. La gepotidacina actúa de forma diferente a los antibióticos actuales, lo que puede superar los mecanismos de resistencia existentes, detalla el asesor de la OMS. Además, puede ampliar la gama de tratamientos disponibles y dar tiempo para desarrollar "estrategias de control de la enfermedad más sostenibles".

Aun así, los expertos advierten de que no se puede cantar victoria. Al final, las bacterias siguen teniendo la capacidad de volverse resistentes. Lo que tarde en ocurrir dependerá de cómo se use. "Si se reserva para casos muy específicos, lo podemos preservar durante muchos años", señala Rivero.