
El neuropsicólogo Nacho Roura. EL ESPAÑOL
Nacho Roura, neuropsicólogo: "Dos semanas de privación de redes bastan para aumentar la atención y el nivel de bienestar"
"La salud mental se ha vuelto un producto comercial: se le llama 'autocuidado' a comprar cosas"/ "Relacionarnos con los nuestros, con nuestro círculo social, es la mayor regulación emocional"/ "El simple hecho de que haya personas que no hayan sabido nunca lo que significa estar ilocalizable es un problema".
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'"¿Qué es El cerebro milenial?", dices mientras clavas tu pupila en mi perfil de Instagram', se preguntaba Nacho Roura (A Coruña, 1997) en la introducción a su primer libro. Psicólogo especializado en Neurociencia por las Universidades de Barcelona y de Maastricht, combina la redacción de su tesis y una estancia en el Departamento de Neurociencia del Hospital San Martino de Génova (Italia) con atender a sus más de 250.000 seguidores. "Para mí, es una responsabilidad", explica. "Doy los mensajes que creo que tengo que dar en base a lo que percibo en mi entorno, y en la medida en la que puedan ayudar".
Su sentido del humor y su capacidad comunicativa han convertido a Roura en un referente generacional en una época en la que la precariedad, la ansiedad y el debate identitario están a la orden del día. No se considera influencer, explica. "Yo entiendo que ese tipo de perfil es un escaparate para influenciar opiniones o promocionar marcas. Pero yo vivo de la investigación, no de mis redes. La divulgación que yo quiero hacer es la que nos enseñe a hacernos las preguntas, más que dar respuestas".
La divulgación neurocientífica está en pleno boom. ¿A qué atribuye este interés por el funcionamiento de nuestro cerebro?
No creo que el boom se haya gestado justo ahora, ya existía un interés en la investigación en neurociencia cuando yo empezaba la carrera. Me recuerda al que había a comienzos del 2000 por la genética. Todo el mundo buscaba las respuestas en un gen concreto. Y ahora, en cierto modo, resulta muy atractivo ponerle el adjetivo 'neuro' delante a las cosas. Pero como contrapartida, los discursos que sólo se limitan a eso resultan muy efectivos pese a ser reduccionistas. ¡Y generan mucha pasta!
¿Tiene algo que ver con la denominada 'sociedad del malestar'? ¿Qué lleva a España a que seamos líderes en consumo de ansiolíticos?
Esa es una pregunta muy compleja, y necesariamente voy a ser incompleto en mi respuesta. Hay varios factores: primero, una mayor sensibilización. Antes, cuestiones que causan mucho sufrimiento se quedaban en la esfera de lo privado. Hemos ganado en visibilización, en entender que todos somos vulnerables. Después, tenemos mayor acceso al lenguaje psicológico, hablamos de ello mucho más. En cuanto a datos, especialmente después de la pandemia y en una población de riesgo como es la de los adolescentes, se ha reportado un aumento de síntomas, incluyendo desde autolesiones a la ansiedad. Finalmente, se aprecia un desencanto en determinadas franjas de edad: tratar de recolocarte en una vida que no es lo que tú pensabas y que no te garantiza las condiciones materiales para tu tranquilidad.
¿Se ha subestimado el impacto de la precarización de la vida en la salud mental de las generaciones más jóvenes?
Hay que pensar que se han normalizado ciertas dinámicas. Antes, invertir en tu formación y dedicar muchas horas al trabajo te permitían tener un 'colchón' económico. Ahora no. Por otra parte, hablar más de salud mental no implica necesariamente hablar mejor ni con más rigor. Tú entras en una red social, ves 'tips de autocuidado' y casualmente consisten en comprar cosas. Apuntarme al gimnasio, hacerme el skincare... en mi opinión, se ha convertido la salud mental en un producto comercial. Si logro convencerte de que tu salud mental sólo depende de lo que tú haces, hay muchas cosas que te puedo vender por el camino.

El neuropsicólogo Nacho Roura. EL ESPAÑOL
Es decir, en buena lógica comercial, ¿se crean las necesidades para luego vendernos los remedios?
Efectivamente. Hay muchas estrategias de cuidado de la salud mental que los seres humanos hemos desarrollado tras miles de años de evolución. Tenemos incorporados mecanismos de regulación de nuestras emociones. Relacionarnos con los demás, con nuestro círculo social, es un poderoso instrumento regulador.
¿Cuáles son los mecanismos de regulación emocional imprescindibles para introducir en nuestra vida?
Yo destacaría el apoyo social, pero no en el sentido de 'voy a contar mis problemas a todo el mundo'. El apoyo significa que cuando yo esté mal, voy a buscar ayuda en el otro. Y voy a prestar mi ayuda cuando vea que otra persona está mal. Esto se ha visto al estudiar las redes sociales. La principal variable no es el tiempo de uso, sino las emociones desde las que las utilizamos: el aburrimiento, la tristeza... Está empezando a ser una estrategia de regulación emocional que sustituye al contacto social. Y ahí no hay apoyo, estás solo, ni vas a poder aportar nada al contenido de tus contactos, ni ese contenido te va ayudar a superar la emoción desde la que lo consumes.
¿Se relaciona este fenómeno con la llamada 'epidemia de la soledad'?
Yo trabajo con población envejecida y te das cuenta de que efectivamente hay gente mayor que está muy sola. Pero creo que hay también un componente cultural. Se nos ha vendido que hay que aspirar a la independencia máxima, a ser autónomos y a que nuestras emociones no dependan en absoluto de lo que pase a mi alrededor. Eso no es real. Las emociones son mecanismos evolutivos que nos empujan a movilizarnos, a acercarnos a las cosas que nos ayudan a sobrevivir y alejarnos de las que no. Yo apuesto por la interdependencia, porque no soy independiente ni de las condiciones materiales ni de las condiciones humanas a mi alrededor.

El neuropsicólogo Nacho Roura durante la conversación. EL ESPAÑOL
¿Tenemos ya evidencias de cómo han afectado las pantallas a la regulación emocional y las capacidades cognitivas de las nuevas generaciones?
Los primeros estudios longitudinales, que son los que permiten ver los cambios en el tiempo, han empezado a publicarse ahora. Nos dicen que la mera presencia del móvil reduce tu concentración y tu productividad, y lo hace en función de la distancia física. Tener el móvil encima de la mesa cuando escribo me provoca una mayor alteración de la atención que tenerlo en la mochila. En otra intervención, se 'caparon' las conexiones a Internet del móvil durante dos semanas. Bastaron dos semanas de privación de redes para aumentar el rendimiento en tareas, la capacidad de atención, y se reportaban niveles de bienestar mucho más altos.
¿Van en el sentido correcto las medidas que abogan por reintroducir el libro y la hoja escrita en la escuela, en detrimento de la pantalla?
No soy especialista en neuroeducación, pero los estudios demuestran que la retención de información, el aprendizaje y la memorización traen un rendimiento muy superior al adquirirse con el papel y la escritura. Esto es a nivel de capacidades lógicas. Pero también hay aspectos visoespaciales que pueden haber desarrollado estas nuevas generaciones. Yo intuyo que esta exposición no va a afectar a todos los aspectos de la inteligencia de la misma manera. Yo personalmente soy del libro al 100%, de escribir y subrayar. Pero no creo que la pantalla en sí sea el problema. No pienso que cualquier tiempo pasado fuera mejor. Antes también estaba lo de "la letra con sangre entra".
Usted ha llegado a conocer la época en la que si querías Internet, tenías que conectarte a un ordenador de mesa. ¿Estábamos mejor entonces?
No creo que fuera mejor en términos de acceder a la información, pero sí en cuanto a información social. El simple hecho de que haya personas que no hayan sabido nunca lo que significa estar ilocalizable es un problema. Que sientas que todo lo que haces tiene que ser compartido, o que en cualquier momento tienes que estar disponible.
¿La idea de que podemos 'hackear' nuestro cerebro y fomentar procesos metabólicos y hormonales como la dopamina también es reduccionista?
Es un biologismo malentendido, porque lo biológico ocurre en un contexto y en base a los estímulos del entorno. Es bueno que entendamos las nociones básicas: me siento mejor al hacer ejercicio por las endorfinas, y eso es saludable. Pero lo que hace el reduccionismo biologicista es plantearte que tus conductas, tus emociones y tus pensamientos son causa exclusiva de tu funcionamiento biológico. Y si tu biología no funciona, las intervenciones son farmacológicas; si tus creencias son las que fallan, la intervención es la terapia. Es peligroso porque no acepta matices ni entiende de contextos. Si tu problema es no llegar a fin de mes, no lo solucionan tus endorfinas por mucho que salgas 15 minutos a correr.

El neuropsicólogo Nacho Roura. EL ESPAÑOL
Esto nos lleva al fenómeno del 'etiquetado': al autodiagnóstico de presuntos síndromes o condiciones en base a lo que muestran las redes.
Exacto. Hay que asumir que existe una variabilidad de rasgos en cada personalidad, algunos más extremos y otros más frecuentes. Eso no implica necesariamente que tú te encuadres dentro de una etiqueta esencialista. Decirte que tú eres esencialmente diferente a todos los demás es de nuevo una estrategia útil para venderte cosas. Y tiene riesgos, como que te dejes condicionar por esa etiqueta o justifiques conductas tuyas que a lo mejor no son justificables.
El CIS nos dice que cada año crece el porcentaje de personas que se declara bisexual. ¿Cuánto influye lo biológico y cuánto el ambiente en esta evolución?
Voy a hacer de abogado del diablo: hay que superar la dialéctica Nurture versus Nature, biología frente a ambiente. La propia investigación ha cambiado. Antes se preguntaba por la conducta: "¿Ha tenido relaciones homosexuales?". La respuesta puede ser cero, pero eso no significa que no la hubiera deseado. Ahora se entiende que para investigar las orientaciones sexuales, la manera más correcta y ética pasa por preguntar por la autoidentificación. Hay que decir que hay una brecha de género: las mujeres tienen a declararse bisexuales más a menudo que los hombres, y la diferencia se ensancha. ¿Pero podemos decir que hay más gays, por ejemplo, que antes? No, porque la manera de enfocarlo y el contexto han cambiado.
Y sin embargo, existen movimientos de reacción que abogan por recuperar los roles masculinos y femeninos tradicionales de forma intransigente.
Por definición, la masculinidad se asienta y se construye sobre la opresión de lo que no es masculino. Desde el momento en que surgen identidades, conductas, y maneras de estar en el mundo inaccesibles para esa concepción del mundo, lo puede ver como una amenaza. No me sorprende que se exacerben estos modelos tradicionales porque cada vez se diverge más de ello. Estos discursos sobre "la mujer que vale la pena, la que no ha estado con tantos hombres...". Es algo muy peligroso, porque acceden a una parte importante de una población muy joven. Tenemos la responsabilidad de movilizarnos, ir a los institutos y tener estas conversaciones con los adolescentes de 14 y 15 años, porque las fuerzas extremistas que legitiman estos discursos están en auge. Y para esto no hay neurociencia que valga.