Un adolescente en la aplicación de Instagram de su móvil.

Un adolescente en la aplicación de Instagram de su móvil.

Salud

Pediatras y psicólogos contra Instagram y sus nuevas cuentas para adolescentes: "Dan una falsa sensación de seguridad"

Los especialistas consideran que no abordan el problema de la adicción que generan ni su efecto sobre la salud mental.

Más información: Los adolescentes 'adictos' a internet sufren alteraciones en el cerebro: "El uso abusivo deja mella"

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Casi al mismo tiempo que Marck Zuckerberg anunciaba la eliminación de la moderación de contenidos en las redes sociales de Meta, una de ellas, Instagram, activaba las cuentas seguras para adolescentes, basadas en limitar su acceso a ciertos contenidos y la interacción con perfil desconocidos.

"Esta nueva experiencia está diseñada para ofrecer más asistencia a lo padres y brindarles la tranquilidad de saber que sus hijos(as) estarán seguros con las medidas de protección adecuadas", explican en su blog.

Esto no convence ni a los pediatras ni a los psicólogos, para los que la compañía (sin mencionarla) está mirando al dedo y no a la luna.

Según un informe de Unicef, el 98,5% de los adolescentes españoles está registrado en una red social, y un 83,5% lo está en más de tres. El 20,5% de la población entre 14 y 18 años presenta un uso problemático de internet, apunta un estudio del Ministerio de Sanidad.

Esta cifra ha crecido cuatro puntos porcentuales desde hace diez años y es mayor en ellas (25,9%) que en ellos (15,3%).

Algunas redes sociales, como TikTok, tienen ajustes de privacidad en función de la edad, permitiendo al usuario adolescente que vean sus vídeos solo las personas que apruebe. Instagram da el poder a los padres para cambiar esa configuración y, además, limita cierto contenido (violento o de promoción de cirugías estéticas) y palabras ofensivas, y notifica al usuario cuando lleve más de 60 minutos al día consumiendo sus contenidos.

Esto "da una falsa sensación de seguridad", explica María Angustias Salmerón, pediatra del Hospital Ruber Internacional y miembro del grupo de trabajo de Salud Digital de la Asociación Española de Pediatría.

"Es muy loable que una empresa quiera apoyar los mensajes de salud pero tiene que hacerlo de la mano de expertos y sin conflicto de intereses", apunta. "Los padres pueden interpretar que Instagram adolescente es más seguro que el adulto pero, en lo que tiene que ver con patrones adictivos, no hay ninguna diferencia".

Ahí está el quid de la cuestión. Salmerón señala que las redes sociales hablan mucho de privacidad y seguridad del contenido pero poco de "todo lo que ocasiona que la red social sea adictiva: la información nueva todo el rato, el scroll infinito, los 'me gusta', etc."

La pediatra se pregunta por qué las personas no nos volemos adictas al contacto social pero sí a este tipo de redes, y afirma que "no hay ninguna red segura para adolescentes". Por eso recomienda que no tengan acceso a ninguna.

Antonio Rial, profesor del área de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Santiago de Compostela, lo explica así: si no son seguras, en términos de efectos sobre la salud mental, en los adultos, ¿cómo van a hacerlo en aquellos que están desarrollando su "andamiaje emocional" y son especialmente vulnerables a la exposición?

"No hay ningún estudio que diga que las redes ya no suponen un problema a partir de cierta edad", apunta. Rial fue uno de los autores del informe para el desarrollo de un entorno digital seguro en la juventud y la infancia que promovió el Gobierno y que se publicó a finales del año pasado.

"Las redes sociales no son inocuas y menos en un periodo vital crítico como la adolescencia, cuando hay una necesidad de contacto social y la persona está construyendo sus vínculos a nivel emocional. Generan una mayor dependencia emocional y, en el caso de las mujeres, con un estereotipo marcado por la imagen y perverso, causa una enorme vulnerabilidad".

El psicólogo apunta que las tasas de depresión son entre tres y cuatro veces mayores en los adolescentes enganchados a las redes sociales; la ideación suicida es hasta tres veces mayor, "el bienestar emocional es significativamente inferior y la satisfacción con la vida también".

Para Rial, las redes sociales son "como el flautista de Hamelin, perfectamente pensadas para que estés haciendo scroll, viendo reels uno detrás de otro y perpetuando una conducta que genera dinero para otros. Es la economía de los datos".

Publicidad segmentada

El tema económico es central para Francisco José Eiroa, profesor de Psicología de la Universidad de Barcelona experto en adicciones. "Estas empresas usan estas cuentas 'específicas' para segmentar la publicidad, con lo que les estás facilitando que le bombardeen con necesidades inventadas o casi más bien impuestas".

Por eso, está de acuerdo con retrasar la edad de acceso a redes sociales "cuanto más tarde, mejor", si bien se muestra realista: negar a un adolescente el acceso cuando "el 90% de la clase está" no es deseable.

Más matizada es la valoración de Ladislao Salmerón, catedrático de Psicología de la Educación de la Universidad de Valencia. "El gran problema del estudio de cómo las redes sociales afectan al bienestar emocional es que resulta muy complicado establecer qué viene primero, es decir, qué es la causa y qué la consecuencia".

Esto es, si los adolescentes tienen baja autoestima porque utilizan las redes sociales o si utilizan las redes sociales porque tienen baja autoestima.

Salmerón cita un estudio de Amy Orben, investigadora de la Universidad de Cambridge y una de las referencias mundiales en el campo, donde concluye que hay una "ventana" en el desarrollo de niños y niñas en que las redes sociales suponen una mayor vulnerabilidad "y están asociadas con menor bienestar futuro".

"Se trata de etapas evolutivas en las que la construcción de la identidad propia se centra mucho en la comparación social. Y cuando nos comparamos con los perfiles tan magníficos de las redes sociales siempre salimos perdiendo". Estas ventanas irían de los 11 a los 13 años en niñas, y de los 14 a los 15 años en los niños.

Apunta también que la disminución en el bienestar de un año a otro se asocia con incrementos futuros en el uso de redes sociales. "Por tanto, parece que los adolescentes buscan en las redes una salida a sus problemas emocionales", es decir, que "existe una relación bidireccional entre uso de redes sociales y bienestar".

¿Puede existir una red social segura para los adolescentes? La pediatra María Salmerón duda de ello. "Tal y como están construidas ahora mismo, no. Mientras su objetivo sea el número de usuarios por unidad de tiempo, van a perjudicar la salud de los niños y las niñas".

Antonio Rial tiene "serias dudas de que las cuentas de adolescentes sean una solución plausible". Tendría que haber un "rediseño, un sistema con unos indicadores y auditorías para evaluar cada aplicación, el potencial adictivo y dañino. Pensar en cuentas inocuas, de entrada, no me lo creo".

Por eso aplaude el posicionamiento de los pediatras, que están a pie de calle y atienden a los menores y escuchan a sus padres. "Es un acto de responsabilidad y valentía".