TAC pulmonar.

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Salud

Neumonía e infarto: así es la combinación de enfermedades comunes que más mata en España

Las enfermedades cardíacas agravadas por problemas respiratorios superan al cáncer como principal causa de muerte global.

10 enero, 2024 16:12

César Alierta (Zaragoza, 1945) ha fallecido a los 78 años de edad tras agravarse su estado de salud a causa de una neumonía. El expresidente de Telefónica se encontraba ingresado desde hace días en un hospital del Grupo Quirón en su ciudad natal, y sufría graves antecedentes de salud. Alierta había sobrevivido en 2020 a una serie de accidentes cardiovasculares que habían obligado incluso a los médicos a inducirle un coma para ayudar a su recuperación. La combinación de problemas de corazón y respiratorios no es en absoluto inusual: ambas suponen la primera causa de muerte en España y en el mundo, superando incluso al cáncer.

Con más de 29.000 muertes anuales, las enfermedades isquémicas del corazón (infarto, angina de pecho…) son la primera causa de mortalidad en nuestro país según el INE. Las muertes por neumonía, además, aumentaron un 36,5% en 2023. No son hechos ajenos: los contaminantes aéreos dañan los vasos sanguíneos y promueven tanto la rigidez como la acumulación de placas en las arterias que facilitan el infarto. Esto es lo que ocurre con las micropartículas procedentes de la polución que se depositan en los pulmones provocando un efecto inflamatorio, aunque el principal enemigo que señalan los cardiólogos es el tabaco.

La neumonía consiste en la inflamación de los pulmones que puede tener múltiples causas. El aumento de los últimos años se relaciona con el Covid-19 y las epidemias de gripe, pero también por las bacterias resistentetes a los antibióticos. Esta neumonía puede ser bilateral -de ambos pulmones- e impide el flujo normal de los gases, deteriorando la capacidad respiratoria. Los problemas de corazón están detrás de un tercio de los ingresos por infecciones respiratorias, que multiplican por nueve la probabilidad de sufrir un nuevo infarto.

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El haber sufrido un antecedente cardiovascular severo, con lesiones en el tejido cardíaco, es un claro desencadenante de la muerte ante una infección pulmonar. Un trabajo de la Universidad de Sídney (Australia) y publicado en la revista Internal Medicine Journal indicaba que las personas que sufren una infección respiratoria tienen un riesgo 17 veces mayor de sufrir un infarto durante los siete días siguientes. Según indicaban los autores, la infección respiratoria puede "favorecer una mayor tendencia a la coagulación de la sangre, a la inflamación, a la liberación de toxinas que dañan los vasos sanguíneos y los cambios en el flujo sanguíneo".

Infarto, el mayor asesino

Los factores que conducen al infarto de miocardio, lo que se conoce popularmente como un 'ataque al corazón', son múltiples y acumulativos. Los hábitos de vida, incluyendo la alimentación, la actividad física e incluso las horas de sueño, se suman a condiciones previas como pueden ser la hipertensión, hipercolesterolemia y predisposiciones genéticas. Alierta, en este sentido, tuvo un 'primer aviso' en 2019, cuando sufrió una angina de pecho durante un viaje a Chile. Se manifiesta como un dolor pectoral a causa de la disminución del riego sanguíneo hacia el corazón.

La angina fue sintomática de la existencia de un problema arterial, pero no limitó en aquel momento la actividad del empresario. El primer infarto de miocardio que sufrió ocurrió un año después. Este accidente supone la obstrucción brusca del paso de la sangre en alguna de las arterias que nutren el corazón, y provoca que la parte que estaba siendo regada por la vía ahora bloqueada comience a necrosarse. Alierta se recuperó pero con un gran riesgo de recaída, lo que ocurrió un mes después. El segundo infarto requirió su ingreso en Cuidados Intensivos y la inducción del coma. 

Este coma inducido, también denominado 'coma farmacológico', consiste en una sedación profunda provocado por medicamentos sedantes con el fin de ayudar a la recuperación del organismo de una persona en estado crítico. Se emplea en crisis cardiovasculares pero también pulmonares, neurológicas e incluso cuando el dolor que sufre el paciente no alcanza a ser paliado con anestésicos locales. En este estado de inconsciencia, el cuerpo puede recuperar con más facilidad las funciones respiratorias y circulatorias. La duración del coma, de días a semanas, y la posibilidad de secuelas neurológicas dependerá de las condiciones del paciente.