Varias personas realizan yoga en las instalaciones de un gimnasio.

Varias personas realizan yoga en las instalaciones de un gimnasio. Rober Solsona Europa Press

Salud Covid

España inicia una nueva era sin mascarillas tras 103.000 muertos y 11,5 millones de casos Covid

Nuestro país inaugura esta nueva etapa a punto de pasar al riesgo de medio por el aumento de hospitalizaciones.

20 abril, 2022 04:21

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Si la eliminación de los tests y los aislamientos generalizados eran el paso a una nueva etapa, la eliminación de las mascarillas en interiores supone el cierre de la anterior. Tras dos años de pandemia, más de 11 millones de personas contagiadas y de 103.000 muertes oficiales, la mascarilla era el símbolo que nos recordaba a diario que vivíamos en tiempos de excepción.

Su uso obligatorio en espacios públicos cerrados ha sido la medida más estable desde que fue implantada tras el fin de la primera ola. Cierres perimetrales, toques de queda, limitaciones de aforo… han ido y venido en este tiempo, pero la mascarilla se mantenía impertérrita. Después de todo y a pesar de las polémicas, ha sido uno de los instrumentos de gestión de la pandemia más eficaces.

Los datos con que se inaugura esta nueva etapa, en cambio, dejan luces y sombras. Tras una semana sin que se actualizaran por parte del Ministerio de Sanidad (se comunican martes y viernes, pero el último día era festivo), las cifras reportadas este martes dan cuenta de un notable aumento de la incidencia entre los mayores de 60 años.

Esta cifra, indicativa de la evolución de los contagios, ha pasado de estar en 435 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en las últimas dos semanas, a 505,86 en el último informe. Según el último semáforo de valoración del riesgo, entrado en vigor con la nueva estrategia, la transmisión de la Covid entraría en nivel de riesgo medio.

Sin embargo, esta última actualización estableció que el nivel de riesgo depende, oficialmente, de los indicadores asistenciales. Y estos se muestran en circulación controlada exceptuando uno, el de la ocupación de camas hospitalarias por casos de Covid-19.

En lo que va de mes, el número de casos hospitalizados (no se ha aclarado la cuestión de si ingresan 'con Covid' o 'por Covid') ha crecido en casi 1.500 personas. En la última semana han ingresado 856 y el porcentaje de camas ocupadas es del 4,59%.

Según la última estrategia, el nivel de riesgo lo establece el indicador de servicios asistenciales que esté más alto. La ocupación hospitalaria está en nivel bajo y, de superar el 5% –cosa que probablemente ocurra en unos días– pasaría a nivel medio.

Más hospitalizados, menos UCI

Este aumento de la población hospitalizada contrasta con la disminución de los ingresados en UCI, que actualmente son 345, la cifra más baja desde el fin de la primera ola. "Nosotros tenemos 21 personas y son todas 'con' Covid", afirma Salvador Peiró, especialista en Salud Pública de la Comunidad Valenciana.

El médico no cree que el fin de la mascarilla obligatoria suponga un gran impacto en la evolución de la pandemia porque "la pérdida de adherencia a este tipo de medidas ya era muy alta". Es decir, que el efecto protector del cubrebocas habría decaído al haber menos gente que lo utilice adecuadamente, pese a que era obligatoria hasta este miércoles.

"La perspectiva es que los casos graves se mantengan así", sostiene Peiró, que no le teme al impacto de las vacaciones de Semana Santa en los indicadores asistenciales. "La incidencia ya aumentó aquí con las Fallas, pero no se notó en los hospitales".

Por eso le parece sensato el fin de las mascarillas generalizadas en interiores y reservarlas para entornos vulnerables como hospitales, centros de salud y transporte público, algo que cree que acabará por quedarse, según opina.

No obstante, la Covid seguirá dando coletazos, no se ha marchado. Más allá del aumento de hospitalizaciones, hay otro indicador que sigue creciendo, el de las muertes. En la última semana se han reportado 187, mientras que ya son 1.180 en lo que va de abril (muchas de ellas con fecha de defunción de marzo, debido a que todavía hay un retraso en la notificación de los fallecimientos).

En las residencias, entornos donde seguirán siendo obligatorios los cubrebocas (para personal y visitantes), los contagios fluctúan entre los 3.000 y 4.500 desde hace unas semanas, pero las muertes parecen haber alcanzado su suelo alrededor del medio centenar. Parece que los momentos entre distintas olas en que los fallecimientos se podían contar con los dedos de las manos quedan lejos.

Ángela Domínguez, portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología, recuerda que el fin de las mascarillas "tiene ventajas e inconvenientes" pero, sobre todo, no tiene por qué ser definitivo. "Si algo hemos aprendido en la pandemia es que hay que seguir los datos y, en función de ellos, tomar medidas. En Filadelfia [Estados Unidos] han vuelto a exigir la mascarilla en interiores; aunque es un caso aislado nos recuerda que esta situación no es irreversible".

Por ello comprende que el nuevo semáforo Covid no establezca unas medidas según el nivel de riesgo y defiende cierta flexibilidad para hacerlo, analizando la situación como un todo. Es decir, las hospitalizaciones aumentan y sigue habiendo más muertes por Covid que al final de la quinta ola, pero el marco de decisión es más amplio.

Sin comunicación de las recomendaciones

Pese a lo razonable de la medida, los especialistas consultados por EL ESPAÑOL ven áreas de mejora en la gestión del nuevo paso dado por la Administración. Por ejemplo, la nula pedagogía en torno a las mascarillas.

"Ni ministerio ni comunidades han hecho la más mínima campaña de comunicación en salud pública para que las recomendaciones sobre el uso de mascarillas tengan peso", lamenta Peiró, que advierte que esto da una sensación de que la pandemia ha acabado.

Aunque seguirá siendo obligatoria en entornos de especial vulnerabilidad, hay otros que se beneficiarían de una mayor concienciación sobre su uso, como en el mundo laboral.

A este respecto, el director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria, Adrián Aguinagalde, manifestaba al Science Media Centre (oficina de información científica que depende de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) que este sería probablemente el entorno más complicado de valorar, "con una transmisibilidad elevada (tasa de ataque secundario superior al 15%), situaciones muy distintas y personas en edades con mayor vulnerabilidad".

Otra cuenta pendiente es la de la regulación de la calidad del aire en espacios públicos cerrados. Organismos reticentes como la Organización Mundial de la Salud han acabado aceptando la transmisión del virus mediante aerosoles, gotas exhaladas tan microscópicas que se pueden mantener flotando en el ambiente durante horas. Sin embargo, en España no se ha movido ficha para fijar unas condiciones de salubridad en interiores –más allá de los centros sanitarios– que minimicen la posibilidad de contagio.

Peiró cree que "debe haber un planteamiento claro con exigencias más duras respecto a la calidad del aire en espacios públicos cerrados, con y sin Covid". Confía en que, tal y como pasó con los brotes de Legionella, acaben imponiéndose una regulación, primero para edificio de obra nueva y más tarde para cualquier entorno, ayudado mediante subvenciones.

Por su parte, Ángela Domínguez entiende que todas las medidas que puedan implantarse son complementarias. "Regular la calidad del aire [con aparatos] no se contradice con seguir ventilando las estancias y mantener la distancia social. No quiere decir que las medidas que hemos aprendido no sirvan para nada".

Y recuerda la analogía de las lonchas de queso: superpuestas, los agujeros en una quedan tapados por la siguiente, de forma que, aunque ninguna medida es 100% eficaz, la suma de ellas se acerca bastante. Eso sí, "la principal medida seguirá siendo la vacunación".