La Unidad Militar de Emergencias (UME) se encuentran desplegada en el incendio del Barranco de las Cinco Villas (Ávila).

La Unidad Militar de Emergencias (UME) se encuentran desplegada en el incendio del Barranco de las Cinco Villas (Ávila). EFE UME

Meteorología

La contradicción de los incendios en zonas de España con anomalías de frío: "El viento es un detonante demoledor"

La presencia de las fuertes rachas hace que el fuego se vuelva incontrolable, teniendo que esperar a que finalice para continuar con las labores de extinción.

Más información: La paradoja de los incendios forestales en España: por qué su intensidad es mayor pero causan menos muertes

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España va a terminar el mes de julio con dos incendios forestales en zonas que no se caracterizan por sus altas temperaturas durante el verano, como son el Barranco de las Cinco Villas, en Ávila, y Meaño, en Pontevedra.

Ambas regiones apenas alcanzan los 20 ºC de temperatura media en esta época del año, lo cual demuestra que incluso en puntos con anomalías frías se pueden producir incendios con resultados devastadores.

Otro ejemplo de esta relación —que a priori parecería extraña— se encuentra en el conjunto del territorio nacional. Y es que pese a haber sido un mes con temperaturas por debajo de la media, el número de incendios no se ha reducido.

Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en julio (con datos hasta el pasado día 20) se han registrado hasta seis grandes incendios (aquellos que superan las 500 hectáreas.

En 2024, fueron 'sólo' tres aunque se dieron valores muy por encima de los habituales para esta época. También se duplica el total de la superficie forestal arrasada por el fuego en este mes si se comparan los dos años.

"Lo inhabilita todo"

Como explica a EL ESPAÑOL el ingeniero técnico forestal José Ramón González Pan, no son sólo las temperaturas lo que provoca que un incendio no sea tan fácil de controlar y se dispare su propagación.

Hay otros factores que también dificultan "en gran medida" la extinción.

Recientemente, un estudio con participación española analizó cuáles eran los mecanismos necesarios para que se dieran grandes incendios forestales.

Entre los ingredientes aparecía, además de la disponibilidad de combustible, las condiciones meteorológicas.

Y una de las que juega "un papel preponderante" en generar estos grandes incendios es el viento. Por ello "es importante" reducir las igniciones en las zonas donde está presente.

Hay otros trabajos en los que se le considera "el principal factor" que determina si una ignición se queda en un conato o genera un gran incendio.

En España, los vientos adiabáticos de ladera, que se caracterizan por ser muy cálidos y secos, están detrás de la propagación de muchos incendios que se inician en regiones con clima mediterráneo.

El incendio declarado este lunes al sur de la provincia de Ávila, donde el fuego podría haber arrasado ya con cerca de 600 hectáreas, se está complicando cada vez más precisamente por el viento.

Un helicóptero de los bomberos trata de controlar el fuego declarado este martes por Mombentrán (Ávila).

Un helicóptero de los bomberos trata de controlar el fuego declarado este martes por Mombentrán (Ávila). Raúl Sanchidrián EFE

Su presencia hace que se transporten con más facilidad las pavesas (pequeños fragmentos de vegetación ya ardiente), generando nuevos focos en la dirección de propagación del incendio.

La columna de humo es un buen indicativo para conocer cuál es la dirección concreta del fuego. Aunque en ocasiones el viento puede modificarla en cuestión de horas.

Esto hace que la estrategia que se haya tomado para contener el fuego no sirva para nada y se tenga que cambiar la ubicación de los efectivos desplazados hacia la zona.

Fue lo que le sucedió a González Pan hace unos años en Castrocontrigo (León), donde tenían el fuego "prácticamente controlado". Pero al cambiar la dirección del viento en hasta tres ocasiones, se convirtió en un gran incendio forestal que costó muchos días en apagar.

El viento no sólo es "un detonante demoledor" porque cambie la dirección, sino también porque puede hacer que los incendios sean más intensos.

El exjefe del Servicio de Prevención de Incendios Forestales del entonces Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente lo compara con poner un ventilador frente a una chimenea: "El fuego empieza a arder con mucha más intensidad".

La velocidad del viento también hace que a partir de los 30 kilómetros por hora los medios aéreos no puedan volar. "Lo inhabilita prácticamente todo".

El caso más ilustrativo de cómo las rachas fuertes de viento alimentan el fuego "de una manera espectacular" es el de la vaguada.

Son zonas de viento constante en las que el fuego puede generar una columna de aire caliente que tiende a subir y propicia un movimiento de aire en el propio incendio.

La vegetación prende más

Aunque el viento pueda cambiar la estructura, la dimensión y la forma de actuar contra un incendio, su papel devastador se combina con el estado actual de la vegetación.

Y es que entre finales de junio y principios de agosto es cuando se encuentra más seca. Esto hace que los combustibles finos, como los matorrales o las hierbas, prendan con mucha más facilidad.

Este "polvorín de fuego" complica aún más la extinción de los incendios durante estos días, incluso en aquellas regiones donde no se están registrando los valores más altos.

Los periodos de sequía también hacen que la sequía arda más. Este año, al contrario que los anteriores, no ha sido así, pero sí que se han producido heladas.

Con ellas, la vegetación pierde humedad en su interior y se convierte en un combustible altamente inflamable.