El catedrático de Ciencias Marinas, Carlos Duarte.

El catedrático de Ciencias Marinas, Carlos Duarte. Fundación BBVA

Medio ambiente Premios Fronteras del Conocimiento

Duarte, el gran experto español del océano: "Dejar de comer pescado y carne por el clima es un error"

"No nos vamos a convertir en una sociedad en situación de estupidez por una dieta que nos impida el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales" // "El mayor problema del océano es la desesperanza, hemos logrado muchas victorias de conservación".

2 octubre, 2021 03:15

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Desentrañar los secretos de los ecosistemas marinos y encontrar soluciones para protegerlos frente al calentamiento global son los impulsos que han guiado la carrera investigadora de Carlos Duarte. Tras pasar por el Instituto de Ciencias Marinas de Barcelona, el Centro de Estudios Avanzados de Blanes y el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados en Mallorca (CSIC), es actualmente titular de la Cátedra Tarek Ahmed Juffali en Ecología del Mar Rojo en la Universidad Rey Abdalá en Arabia Saudí. Dirigió la primera expedición española al Océano Ártico, así como la Expedición Malaspina que circunnavegó el planeta estudiando el cambio climático.

Ambos factores se entrelazan: los "bosques ocultos de la biosfera" -praderas marinas, manglares, marismas- absorben una enorme cantidad de CO2 atmosférico, y lo entierran en los sedimentos del fondo marino. Duarte lo bautizó como 'carbono azul' (blue carbon), un concepto galardonado con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación. El investigador recoge el galardón con el convencimiento de que "regenerar los océanos en el plazo de una generación humana" es posible, y se revuelve contra el catastrofismo climático. "Los titulares resaltan lo negativo. Las victorias de la conservación no se celebran lo suficiente".

¿Ha tenido algún impacto el parón de la actividad por la pandemia en la regeneración de los ecosistemas marinos y oceánicos?

La atención a la restauración y conservación de los hábitats marinos como solución climática se ha consolidado e intensificado en los dos últimos años. Ha habido un componente adicional: muchas grandes empresas se han fijado objetivos de neutralidad de carbono, y si no tienen capacidad en sus ámbitos de actuación de crear mecanismos de compensación, están invirtiendo en estos ecosistemas costeros. Ahora hay casi más aporte financiero que disponibilidad de proyectos. Hay que crear un nuevo ámbito para poner en contacto estos elementos y alcanzar todo su potencial.

¿Cómo ha evolucionado la conservación oceánica en estos dos años en los que la investigación médica han copado la atención?

Hemos aprendido nuevos ámbitos de actuación que pueden revertir en beneficios climáticos, como la importancia del cultivo de algas como sumidero de carbono. También la capacidad del océano para retirar dióxido de carbono de la atmósfera a través de la recuperación de grandes animales como son las ballenas, de las que quedan un 10% de las que había en tiempos históricos. Y no las hemos cazado para comerlas, sino para quemarlas: el aceite de grasa de ballena iluminaba las calles de Norteamérica y de Europa. Ahora, ese carbono que antes era ballena está en la atmósfera dando problemas. Volver a convertirlo en ballena sería una solución importante, ya que contribuyen a mantener el océano productivo y fértil. 

Otra vía que se ha abierto para potenciar la acción de los océanos contra la crisis climática es la de la conservación de los fondos marinos, que se ven perturbados por pesca de arrastre, una actividad que este año podría dar lugar a emisiones comparables a las del sector aéreo. El papel del océano se va ampliando: en estos años también ha habido una propagación de incendios forestales descontrolados, en California, Australia y otras zonas, que han quemado bosques que se habían plantado como offsets de carbono. Pero en el mar no hay fuego, es una inversión en secuestro de carbono más segura. 

¿Es correcto decir que además es una inversión más efectiva? Pocas hectáreas de bosque marino logran una gran captura de carbono.

Sí, la intensidad de estos bosques marinos como sumidero de carbono es mucho mayor que la de los bosques terrestres. Una héctarea de pradera de posidonia del Mediterráneo, por ejemplo, secuestra anualmente una cantidad de CO2 equiparable a la de 15 hectáreas de bosque amazónico prístino. Y la inversión en estos ecosistemas genera muchos beneficios añadidos: son en muchos casos la primera línea de defensa de la costa frente al aumento del nivel del mar, así como de las tormentas y ciclones. Finalmente, también mejoran la diversidad: son zonas de cría de especies pesqueras de interés comercial.

¿Proteger especies como las ballenas también salva y regenera los ecosistemas de los que participan?

Era una hipótesis científica que se apuntaba desde hace años: que las ballenas serían motores de fertilidad del océano. Ahora lo apoyan datos empíricos y modelos: recuperar la abundancia histórica de ballenas aumentaría de forma saludable la productividad del océano también en términos de pesquerías. En 1970 había unas 200 ballenas jorobadas, se pensaba que estaban abocadas a la extinción. Fue una de las razones que llevó a la moratoria de caza. Tras 50 años, su población se sitúa en unos 60.000 animales, una capacidad de recuperación que nos ha sorprendido. Lo está haciendo incluso el mayor animal que ha existido sobre la Tierra, mayor que los dinosaurios: la ballena azul.

¿Qué haría falta para terminar de regenerar los océanos para 2050?

Hay cinco acciones importantes como parte de una estrategia que hemos publicado en Nature. Primero, proteger especies como las ballenas. Segundo, proteger espacios: el objetivo es alcanzar el 30% de los océanos para 2030. Tercero, disminuir la contaminación, especialmente el problema de la entrada de plásticos al mar. Cuarto, cosechar los océanos de forma más sostenible. En 1990 se tocó techo en la presión pesquera y desde entonces se ha relajado, lo que permite que los stocks se recuperen, algunos de forma espectacular, como el atún azul. Y la quinta, mitigar el cambio climático, tratando de alcanzar el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París, que pasa por frenar el calentamiento global un grado y medio por encima de los niveles industriales. Con esas cinco actuaciones conseguiríamos entregas un océano saludable a nuestros hijos y nietos. El mayor problema del océano es la desesperanza, es importante que sepamos que hemos logrado muchas victorias de conservación.

En una obra editada por la Fundación BBVA, el ecólogo marino Paul Wassman rechazaba hablar de "catástrofe climática" por dar connotaciones negativas a lo que es un "ecosistema cambiante".

Paul Wassman es un compañero y colaborador mío desde hace muchos años. Hemos trabajado juntos en el Ártico, y los cambios que hemos visto no son reversibles. Van a continuar: la perturbación climática está afectando a la estabilidad del hielo. Lo importante es que no generen un efecto dominó en el resto del océano, y que pese a los cambios mantengan lo que denominamos 'resiliencia', la capacidad de mantener un ecosistema saludable, con comunidades y sociedades funcionales. 

Groenlandia es el ejemplo más llamativo, con glaciares que retroceden cada día y lluvia donde nunca había caído antes. ¿Es irreparable?

He estado en Groenlandia hace tres semanas, precisamente encima de la placa de hielo en la que se registró por primera vez lluvia líquida el 14 de agosto. Estuve tres días, y los tres días llovió. Son cambios importantes. Las tasas de regresión de los glaciares son muy rápidas. El glaciar Russell estaba retrocediendo a ojos vista, a un ritmo de 5 metros cada día. La propia pérdida de altura del hielo acelera de forma natural este proceso, unos pocos metros menos aumentan la temperatura. El depósito de cenizas provenientes de incendios forestales como los de Siberia oscurece la placa, y en lugar de reflejar la radiación solar, la absorbe. Son muchos factores que contribuyen a una fusión responsable de la mitad del aumento del nivel del mar. Y se va a seguir acelerando.

A la luz de estos datos, ¿cómo se combate el pensamiento apocalíptico frente al cambio climático?

No estamos abocados a la catástrofe climática. Precisamente el objetivo del Acuerdo de París y de la Convención del Clima de Naciones Unidas es evitar lo que se define como "cambio climático peligroso". En el Ártico se ha traspasado ese umbral, en el resto del planeta no. Si somos más ambiciosos, si fijamos el objetivo entre un grado y medio y dos, lo podemos conseguir. La mejor forma de combatir ese sentimiento negativo es la acción climática. Lo decía Joan Báez: "La acción es el antídoto de la desesperanza". Y es importante mejorar la forma en la que comunicamos el cambio climático, con titulares normalmente alarmistas, a veces exagerados y normalmente negativos, mientras que las noticias positivas se descartan como insignificantes. Que los logros no se den a conocer desanima también.

En cuanto a la acción individual por el clima, ¿tiene sentido dejar de comer pescado?

Yo creo que la conversación está mal dirigida. El papel de la dieta no es resolver el cambio climático ni mejorar el estado de los océanos, sino mantenernos saludables. Y eso requiere un aporte importante de alimento de origen marino. Es insustituible para la salud reproductiva, mental y coronaria. Lemas como "dejar de comer pescado y carne" no están bien pensados: abandonar la dieta de origen marino por ideas mal concebidas sobre su impacto en el clima es un error grave. Precisamente ahora necesitamos ser más inteligentes. No nos vamos a convertir en una sociedad en situación de estupidez por una dieta que nos impida el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales. Ahora hay un impulso por los 'alimentos azules', sostenibles a partir del mar. También pueden mejorar la sostenibilidad del consumo de carne: incluyendo una cantidad muy pequeña de alga roja en la alimentación de vacas y ovejas se puede reducir en un 90% las emisiones de metano.

Ante desastres como el del Mar Menor, ¿está España cumpliendo con la protección de sus mares?

España está muy por detrás de los objetivos que el propio Gobierno ha asumido, muy por debajo del 10% del área marina protegida. El caso del Mar Menor es de libro: las causas del problema y sus soluciones son conocidas y habría que adoptarlas sin más debates que no llevan a ninguna parte, porque no hay debate posible.