• Botellas de plástico consumidas anualmente en el mundo: 480.000 millones
  • Botellas de plástico consumidas anualmente en España: 3.500 millones
  • Cantidad que termina anualmente transformada en basura: 260.000 millones
  • Tiempo que necesita una botella de plástico para descomponerse: 600 años

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El negocio de calmar la sed con agua mineral y refrescos ha convertido a las botellas de plástico en uno de los principales contaminantes del planeta, y como tal, en el primero de la lista de EL ESPAÑOL de objetos comunes cuyo consumo deberíamos restringir, cuando no eliminar de nuestras vida. Y si bien es uno de los productos con mayor tasa de reciclaje - casi la mitad son recuperadas - la demanda excede lo que podemos manejar. Para 2021, según Euromonitor International, circularán 583.300 millones de botellas de plástico cada año en el mundo.

"En España, de los 51 millones de envases de bebidas que se ponen cada día en el mercado, 30 millones acaban abandonados, incinerados o enterrados en vertederos" - denunciaba el pasado febrero Miquel Roset, director de la plataforma Retorna. Estos desperdicios pasan a las vías de agua y de ahí al mar, contaminando nuestros litorales y playas. Botellas y garrafas de plástico son el octavo objeto más frecuente entre la suciedad según las estadísticas del Programa de Seguimiento de Basuras Marinas en Playas del Ministerio de Medio Ambiente.

EL ESPAÑOL contra el enemigo ambiental: el plástico nos está matando

Al ritmo actual, se consumen 20.000 botellas de plástico por segundo en todo el mundo. La multinacional Coca-Cola se basta para producir 3.400 botellas por segundo, según cálculos de Greenpeace en 2016, que no están compuestas al 100% de materiales reciclables: el motivo es estético, ya que de lo contrario los recipientes no serían totalmente transparentesEntre 5 y 13 millones de toneladas de plástico se filtran cada año en los océanos del mundo, son ingeridos por aves marinas, peces y mariscos, y terminan en la cadena alimentaria.

Una planta de reciclaje de botellas de plástico en Henan, China.

Una planta de reciclaje de botellas de plástico en Henan, China. Tian zhongyu AP Photo / Gtres

Pero el propio consumo directo desde la botella entraña riesgos para la salud. En 2014, un artículo en el Journal of Epidemiology and Community Health pedía un mayor control sobre los materiales en contacto con los alimentos (FMC por sus siglas en inglés). Entre ellos estaba el formaldehido, un carcinógeno presente en las botellas de refrescos. Pero también el bisfenol A (BPA), usado en estos recipientes y que una publicación de 2012 en el Proceedings of the National Academy of Sciences relacionaba con problemas reproductivos y gestacionales.

El BPA fue vinculado en otro estudio de 2017 a problemas de intestino e hígado en las crías de conejos que habían sido expuestos a este elemento durante la preñez. El BPA ha sido objeto de avisos sanitarios por parte de gobiernos como el de EEUU, especialmente desde que un estudio realizado en Nueva York en 2012 revelase que los niños y adolescentes obesos tenían niveles de BPA más elevados en la orina que sus compañeros con un peso más saludable.

Una trabajadora en una planta de reciclaje de botellas de plástico de Henan, China.

Una trabajadora en una planta de reciclaje de botellas de plástico de Henan, China. AP Photo / Gtres

Alternativas:

La más inmediata es la de plantearnos si realmente necesitamos adquirir cada día una botella de plástico nueva. De la misma que rellenamos botellas con agua corriente, ¿no podemos comprar un envase grande de nuestra bebida embotellada favorita y rellenar cotidianamente un recipiente no desechable, de aluminio, cerámica o vidrio? La carrera por desarrollar materiales completamente biodegradables está en marcha. La última propuesta es la de Ari Jónsson, un estudiante de diseño de Islandia: botellas hechas con agar, una gelatina extraída de las algas. Una vez vacía, la botella se descompondría rápidamente. 

El futuro inmediato, sin embargo, pasa por el "alquiler" en lugar de la "venta" de la botella cuando adquirimos una bebida. Se trata del sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR), que ya existe en Alemania, Noruega, Dinamarca o Suecia, y que consiste en cobrar una tasa por consumo de objetos de plástico. Esa tasa se reintegra cuando el cliente devuelve el envase en una máquina dispuesta al efecto. Una experiencia pionera en este sentido se realiza durante el verano en Cadaqués. Las tasas de reciclaje con incentivo económico, aseguran los expertos, aumentan por encima del 90%, reduciendo al mismo tiempo los costes de producción.

(Mañana: Los bastoncillos)