Reconstrucción de la fogata en el sitio de Barnham hace 400.000 años.  Craig Williams, The Trustees of the British Museum

Reconstrucción de la fogata en el sitio de Barnham hace 400.000 años. Craig Williams, The Trustees of the British Museum

Investigación

Hallados los restos de la primera hoguera encendida por el hombre: el ser humano sabía hacer fuego hace 400.000 años

El hallazgo en Suffolk, Reino Unido, demuestra que la humanidad ya sabía encender deliberadamente fogatas 350.000 años antes de lo que se creía.

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P. Fava
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Las claves

Un equipo del British Museum ha hallado en Suffolk (Reino Unido) los restos de la hoguera más antigua encendida deliberadamente por humanos, datada en hace 400.000 años.

El descubrimiento demuestra que el ser humano sabía generar fuego mucho antes de lo que se pensaba, adelantando en 350.000 años la fecha estimada.

En el yacimiento se encontraron barro cocido, hachuelas de pedernal dañadas por el calor y fragmentos de pirita de hierro, mineral utilizado para hacer chispas y encender fuego.

El dominio del fuego permitió a estos grupos migrar, cocinar alimentos y reforzar lazos sociales, lo que contribuyó al desarrollo cultural y biológico del ser humano.

Una excavación liderada por el British Museum ha desenterrado los restos más antiguos hallados nunca de una hoguera alumbrada deliberadamente por seres humanos. La fogata, localizada en un campo de Suffolk (Reino Unido), se encendió hace aproximadamente 400.000 años, lo que implica que el ser humano dominaba técnicas para hacer fuego 350.000 antes de lo que se creía.

Aunque hay evidencias de que los homínidos han usado el fuego desde hace más de un millón de años, la capacidad de encenderlo en lugar de depender de un fenómeno natural como un rayo para obtenerlo supuso uno de los saltos tecnológicos más importantes del Paleolítico. Hasta ahora, la hoguera prehistórica más antigua encendida por el hombre databa de hace 50.000 años en el norte de Francia.

El sitio arqueológico de Barham fue habitado probablemente por los últimos grupos de neandertales de las islas, y consiste en restos de barro cocido, hachuelas de pedernal dañadas por el calor, y dos fragmentos de pirita de hierro. El equipo de Nick Ashton y Rob Davis ha empleado los últimos cuatro años en demostrar que la hoguera que prendió en aquel lugar no fue un fenómeno natural.

Los tests geoquímicos demuestran que el lecho fue sometido a temperaturas de más 700 °C de forma repetida, lo que indica la recurrencia de varios fuegos controlados. La pirita, por otra parte, es un mineral que desprende chispas al entrechocarse. Al no tratarse de una piedra local, esto sugiere que fue transportada hasta ahí con la intención explícita de hacer fuego.

Restos de la pirita que sirvió para encender las hogueras.

Restos de la pirita que sirvió para encender las hogueras. Jordan Mansfield, Pathways to Ancient Britain Project

"La pirita se ha empleado desde tiempo inmemorial como piedra de chispa y, percutida contra el sílex, produce calor suficiente para prender ciertos materiales vegetales", explica Juan Manuel Jiménez Arenas, del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y director del ProyectORCE, en declaraciones a Science Media Centre.

El yacimiento de Cueva Negra del Estrecho del Río Quípar, en Caravaca de la Cruz (Murcia), tiene evidencias de hogueras de hace 900.000 años, pero sus habitantes "probablemente aprovecharon fuegos naturales, los ‘transportaron’ y los usaron en sus asentamientos", explica el experto. "En el caso de Barnham, la presencia de pirita indica que los humanos de hace 400.000 años tenían el conocimiento necesario para generar fuego ex novo".

Esto se correlaciona con una época en la que el cerebro humano se acercaba a la capacidad actual, y es uno de los factores que contribuyó a la extensión y proliferación del ser humano. Al poder elaborar el fuego ellos mismos, los grupos pudieron migrar buscando las condiciones más favorables sin verse privados de la luz, el calor y la protección, en lugar de verse confinados a la cercanía de una hoguera que nunca podían apagar.

La habilidad de encender fuegos para cocinar la comida también amplió la disponibilidad de comida. Tubérculos y raíces previamente indigestos pudieron ser preparados para eliminar las toxinas. La carne se aprovechó mejor al eliminar los patógenos, optimizando los nutrientes y la energía para desarrollar el cerebro. Además, proporcionó un lugar de encuentro para reforzar los lazos culturales y sociales.

"Los Ju/’honsai, que viven en el desierto del Kalahari y hasta hace relativamente poco mantenían un modo de vida recolector-cazador, suelen reunirse al rumor del fuego para compartir historias inventadas, rumores, chismes y conversaciones que estimulan la imaginación. Es posible, por tanto, que este tipo de intercambios sociales nos acompañe desde hace 400.000 años", reflexiona Jiménez Arenas.