La misión imposible de la doctora Castañeyra, la científica española de los muertos sin nombre en el Mediterráneo
Esta doctora en Antropología Física ha ideado un proyecto internacional que tiene como objetivo la identificación de víctimas de desastres migratorios.
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En 2024, 10.457 migrantes murieron al intentar llegar a España por mar, según el informe de Caminando Fronteras. Tras este número hay nombres y apellidos, aunque lo normal es que no se terminen sabiendo nunca: se estima que sólo se identifica al 22% de los migrantes fallecidos.
Una estimación que, para María Castañeyra-Ruiz, tal vez se encuentre muy alejada de la realidad, además de que no se incluyen los cuerpos que no se recuperan. Hace casi una década que esta doctora en Antropología Física comenzó sus estudios postdoctorales en el Face Lab de la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido) para realizar 50 representaciones craneofaciales de canarios prehispánicos.
Terminado el proyecto, y como había vivido "muy de cerca la inmigración" como canaria, le planteó a Caroline Wilkinson, la directora del departamento especializado en reconstrucción forense de rostros a partir del análisis del cráneo, si el conocimiento obtenido podría servir "de alguna manera para los inmigrantes". Así fue como surgió la Acción para la Identificación de Víctimas de Catástrofes Migratorias (MDVI, por sus siglas en inglés).
Con este proyecto internacional, que tiene como objetivo principal la identificación de víctimas de desastres migratorios, se han podido identificar de momento a tres migrantes que fallecieron intentando llegar a las costas de Grecia. Aunque, como matiza Castañeyra-Ruiz, "no son identificaciones formales". Esto es, saben quiénes son pero las familias no han querido continuar con el proceso por el coste que podría suponer la repatriación. Por lo tanto, de manera oficial siguen sin nombre y apellidos.
El miedo se impone
Los "pocos" que se identifican es porque tienen un conocido en Europa o sus familiares se han interesado. Aunque esto tampoco suele ser lo normal. Es el miedo el que se impone. Hay países de África en los que se llega a castigar a los familiares de aquellos que emigran, por lo que "no confían en los gobiernos ni en la policía" a la hora de denunciar una desaparición y tener que ofrecer datos personales.
La propia investigadora canaria se sorprendió cuando al llegar a Senegal descubrió que no había una lista de las personas que estaban desapareciendo. Por ello es importante que se generen redes de confianza como la que ha establecido en Grecia el doctor Jan Becker, en quien ya confían las familias para poder darle información que "no tendrá ninguna repercusión a nivel legal".
Además de la reticencia que presentan los seres queridos para colaborar (algunos no lo hacen porque se encuentran de forma ilegal en el país), otro de los problemas es que los migrantes fallecidos no suelen llevar consigo ningún documento identificativo. Esta falta de datos provoca que los estándares que están definidos para identificación de cuerpos no funcionen para los inmigrantes. Es cierto que a casi todos los cuerpos que se recuperan se les realiza una autopsia, pero "no hay nada para comparar".
En los informes de identificación, Castañeyra-Ruiz está encargada de la parte de la comparación facial que comienza con el escaneo de la cara. En su grupo ya están utilizando escáneres portátiles que generan fotografías en 3D (lo cual hace que sea más reconocible el rostro). Estas sirven para registrar los rasgos de los migrantes fallecidos antes de que se produzca la descomposición y sea más complicada la identificación.
Cadáveres que quedan "olvidados"
Estas imágenes post mortem se comparan con vídeos o fotografías que hayan podido colgarse en redes sociales. Éste no es el único uso que quieren darle a Internet. Desde el Face Lab ya trabajan en una página web en la que se incluirá la reconstrucción facial de la persona fallecida, así como la ubicación del lugar en el que se encontró su cuerpo y otros datos que pudieran tener.
Castañeyra-Ruiz confía en que de esta forma se pongan en contacto con ellos los familiares. "A lo mejor no lo conseguimos, pero por lo menos les estamos honrando y no son unos cadáveres que se quedan olvidados". La investigadora pone el ejemplo del reciente accidente de avión en Corea del Sur, en el que ya se han identificado las víctimas. "Lo que hacemos nosotros es tratar a estas personas como se hace con cualquier persona que va a una morgue".
El inconveniente del reconocimiento facial es que, al igual que otros identificadores secundarios como los tatuajes o las marcas de nacimiento, no se puede ofrecer como prueba legal, aunque no haya ninguna duda de que es la persona identificada. El certificado de identificación sólo se obtiene con el ADN, las huellas dactilares o los registros dentales. No obstante, el informe facial sirven para tener más indicios de quién puede ser el fallecido.
"Tú harías lo mismo"
El MDVI se divide en cuatro grupos de trabajo en los que hay casi 200 miembros de 33 países. La "red de apoyo" que se genera con este equipo sirve para saber que "no estás solo", una realidad que es bastante común entre quienes se dedican a este trabajo: "Por desgracia, los mismos problemas están en todos lados".
Castañeyra-Ruiz ha visto por sí misma cómo el panorama de la identificación de migrantes fallecidos ha cambiado en los últimos años. Cuando empezó, en el 2019, le cerraron las puertas físicamente. Cree que ahora sí la reciben porque "se ha convertido en una necesidad, no es que estén interesados".
Aun así, sigue habiendo problemas con los gobiernos de algunos países. Reconoce que el consulado de Siria en Grecia sí que colabora en la repatriación de cuerpos. Pero hay otros, como Senegal, donde son los propios ciudadanos los que se organizan y envían el dinero.
Uno de los pocos aspectos positivos de este trabajo es que "todo el mundo piensa que somos iguales y que tenemos los mismos derechos". Castañeyra-Ruiz no le tiene "ningún respeto" a quienes no piensan así y tratan a una persona de una manera diferente por donde venga o el dinero que tenga: "El mundo no es tu cultura y tu forma de pensar".
Entiende que quienes defienden estas opiniones lo hacen porque les reporta un beneficio propio. Si no, no lo harían. "Estas personas egocéntricas tienen dinero suficiente y quizás vivan hasta los 90 años. Estamos hablando de que hay cientos de personas que están sacrificando su vida. Y si sabes que si estuvieras en su misma situación, habrías hecho lo mismo", concluye.