Aducanumab ataca y destruye las placas de la proteína beta-amiloide en el cerebro.

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Ciencia

Así modifica la pobreza el neurodesarrollo de los niños: una superficie cerebral más pequeña y conexiones alteradas

Estas modificaciones pueden ser fruto de la tensión en el cerebro generada por el gran estrés que provoca vivir en un entorno de desigualdad.

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La desigualdad es el mayor factor de riesgo en cuanto a morbilidad y mortalidad. Los niños de estratos económicos más bajos están más expuestos a una mala alimentación, a un aire más contaminado y a pasar más tiempo delante de las pantallas.

Condiciona la salud física y mental, y el neurodesarrollo no se queda fuera. Un estudio publicado esta semana afirma que la pobreza provoca cambios estructurales en el cerebro de los niños, que, con los años, acaban desarrollando problemas de salud mental.

Los investigadores comprobaron que los menores que viven en peores condiciones económicas tienen una superficie cerebral más pequeña y menos gruesa. Asimismo, han visto alteraciones en las conexiones de las redes neuronales. Las áreas afectadas abarcan los lóbulos frontal, parietal, temporal y occipital, según lo expuesto en el texto.

Las zonas del cerebro afectadas por la desigualdad son responsables de funciones como la ejecutiva, la regulación de las emociones, el procesamiento emocional y la atención, entre otras.

Una de las vías que lleva a esta afección es el estrés, explica Gonzalo Salazar de Pablo, profesor asociado de psiquiatría infantojuvenil en el King's College London. "Es duro a cualquier edad, pero en un cerebro tan plástico como el de los niños pequeños, tiene mucho más efecto".

De acuerdo con la teoría que exponen los propios autores, el profesional sostiene que las grandes cantidades de estrés que provoca vivir en un entorno de desigualdad (siendo la parte perjudicada) son uno de los factores que derivan en las modificaciones observadas.

Los autores describen dos caminos que conducen a ese estrés. Por un lado, la privación material y la inseguridad que conlleva la falta de ingresos. Por otro, la desigualdad puede llevar a la comparación de estos niños con sus iguales, causándoles lo que el equipo llama "ansiedad por estatus".

Esto, a su vez, puede conducir a una comparación social con los que más tienen y a que los menores que provienen de entornos más desfavorecidos acaben sintiéndose insuficientes.

Estos dos elementos acaban elevando la tensión en el cerebro y en otros órganos y, como consecuencia, se producen las modificaciones observadas, teorizan los científicos en el texto.

Los autores advierten también que la desigualdad de ingresos no solo exacerba el estrés crónico. También puede privar a los adolescentes de los efectos protectores que tiene el desarrollo de fuertes lazos sociales, como el apoyo emocional y los recursos compartidos, que pueden amortiguar estas asociaciones.

Salazar de Pablo habla de un efecto dominó y de círculo vicioso. Por un lado, estos factores pueden afectar al neurodesarrollo, lo que a su vez incrementa el riesgo de sufrir problemas de salud mental. No obstante, ese aumento de vulnerabilidad también puede acarrear más estrés.

Los científicos hablan en su trabajo de asociaciones ya comprobadas entre un tamaño reducido de la región cortical del cerebro y varias formas de psicopatología. Por ejemplo, depresión, ansiedad y trastornos externalizantes.

Estos últimos son los que tienen mayor riesgo de desarrollo en las primeras etapas y se caracterizan por conductas impulsivas o trastornos de conducta en los menores, expone Salazar de Pablo. Más adelante, aparecen otros como la depresión o la ansiedad.

Los resultados se publicaron este martes en la revista Nature Mental Health. Para la investigación, emplearon resonancias magnéticas de 10.000 niños y encuestas sobre síntomas de salud mental a niños de 10 y 11 años, realizadas 6 y 18 meses después de las pruebas de neuroimagen.

Un ingrediente en todo el cóctel

Jerónimo Saiz, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá, recuerda que la desigualdad económica es un ingrediente más en el cóctel que afecta a los niños en situaciones más desfavorecidas.

No solo se trata de tener menos dinero, sino de una cadena de factores que influyen en el neurodesarrollo. Estos menores pueden tener también una peor alimentación, menor cohesión familiar o, incluso, problemas de apego, desarrolla el catedrático.

Aun así, Saiz reconoce el logro de los autores al demostrar "con parámetros específicos" esta relación. Cree que puede traer "muchas consecuencias" para investigaciones futuras, pero hace hincapié en que se trata de resultados preliminares. "Ahora tienen que ser más específicos y mejorarlos".

Tanto él como Salazar de Pablo destacan el detalle de que se haya realizado en una población tan joven, por las implicaciones que tiene. Debido a la plasticidad de su cerebro, los niños se benefician más de una intervención temprana y de las estrategias para reducir la desigualdad, puntualiza el psiquiatra infantil.

Esta investigación pone una vez más de manifiesto la importancia de la prevención y la intervención para poder proteger adecuadamente a los niños y adolescentes que se encuentran en esta situación.

Los autores proponen medidas que abarcan desde reformas económicas hasta intervenciones directas en problemas como la ansiedad. También hablan de promover estrategias para ampliar el capital social, fundamental para lograr la cohesión y el bienestar mental.